Capítulo 1 (Betty)

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No hay nada como despertar y sentir la brisa de la mañana junto con el olor a Pino que viene del bosque cercano. Cada mañana, al despertar, abro la ventana para que esa brisa recorra mi cuarto y lo inunde con esa fragancia que tanta paz me da.

Esta mañana en particular también percibo un olor diferente, a césped recién cortado y mojado por el rocío. Ayer, Archie y su papá, Fred, se encontraban cortando y podando su jardín, cuando vieron lo descuidado que estaba el mío y muy amablemente me ayudaron a darle una lavada de cara. Gracias a Dios que puedo contar con ellos, es que mi papá se ausenta mucho por trabajo - si lo veo dos veces al año es mucho decir- y en consecuencia, no puede hacer estas cosas por la casa.

En lo que me encontraba recordando el día de ayer, me percaté que Archie estaba sentado en su porche con un chico al que nunca había visto. 

Y créanme que de haberlo cruzado antes me acordaria. Era muy guapo. Tenía un gorro gracioso con forma de corona, por el cual se escapaba un mechón de cabello negro como la noche, y un aire de desenfado que hicieron que me quedara mirando, totalmente hipnotizada, hacia él. Traía puesto una campera de corderito de Jean desteñido y pantalones oscuros. En cualquier otra instancia me habría dado la vuelta y hubiese continuado con mi ritual matutino de antes de ir a la escuela.

Sin embargo, me encontraba petrificada, viendo a ese extraño hablar con mi amigo de toda la vida. 

Deseé saber de qué hablaban, que palabras salían de aquel chico tan misterioso y tranquilo. Se notaba que lo rodeaba un aura de poderío, un no se qué, que me costaba explicar. Lo que sí puedo decir, es que hasta mi ventana me llegaba esa sensación de poder que manaba de él. 

No tiene ningún sentido lo que diré a continuación, carece de lógica alguna y sin siquiera haber cruzado palabra con él, ya sentía que lo conocía. 

Nunca creí en Romeo y Julieta o en cualquier otra pareja de cuentos como ese, que sabían a primera vista, si la persona con la que se cruzaban era su amor verdadero. 

Sacudí mi cabeza, esto era demasiado. ¿Qué hago evocando a Romeo y Julieta? ¿O pensando en amor verdadero?.

Por estar perdida en mis cavilaciones, no me había percatado que Archie ya no se encontraba en su porche , y que el extraño se dirigía caminando a su moto aparcada justo en la vereda de mi casa. Mientras tomaba el casco, levantó la vista. 

Oh mi Buen Dios. 

Pude ver bien sus ojos, ya que un haz de luz le iluminó el rostro, e hizo que me diera cuenta que son como el color del cielo en una tormenta. O como el mar embravecido, o ambos. Nos miramos por unos segundos, después de los cuales levanté mi mano en forma de saludo con una sonrisa tímida. Él, turbado seguramente porque se veía que se debatía entre saludarme y no hacerlo, levantó su mano y su boca formó una sonrisa ladeada. Luego meneó la cabeza, se puso el casco y emprendió su marcha a quien sabe donde.

Rayos, que boba. Debo haber quedado como una idiota. Sonrojada, cerré con fuerza la ventana. Ya no quería aire matutino, ni olor a césped, nada. 

Sólo quería una cosa, bueno dos en realidad. Que me trague la tierra, pero antes, saber el nombre de aquel muchacho misterioso.

Vuelta a la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora