Capítulo 25. - No podemos solas.

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Juliana:

Nadie debía estar tan muerta de miedo como lo estaba ella, nadie tenía que sentir que su vida dependía de como se levantaba un imbécil que sentía placer a dañar, ella no tenía porque sentir que su mundo completo se venía abajo solo porque alguien tocaba la puerta.

Ninguna tuvo opción alguna de detenerla cuando se levantó y caminó ligera hacia la puerta. Lo único que podíamos hacer, era apretarnos la una contra la otra a la espera de que la puerta se abriera y el infierno se liberara al abrir esa puerta, pero justo en el momento en que esta se abrió, nuestros corazones cayeron al suelo de manera estrepitosa.

— ¿Por qué estas llorando? — La voz de Juancho devolvió el aire a nuestros cuerpos. — Es por lo del programa ¿Verdad? — El cuerpo de Natalia comenzó a temblar frente a él con las manos temblantes en alto. — ¿O pasó algo más? — El alma me subió a la garganta cuando Natalia se tiró a los brazos de Juancho, ahogando los sollozos desgarradores sobre su pecho. — ¿Qué pasó? ¿Alguien me puede explicar?

— ¡Juancho! — Jadeé liberándome del agarre de las chicas, uniéndome a Natalia en ese abrazo tan necesitado.

Las otras chicas fueron llegando poco a poco, rodeando a Juancho en un abrazo tan lleno de sentimientos que parecía que en cualquier minuto él también rompería en llanto.

Era horrible, pero el miedo también nos había dominado a nosotras; el miedo de la figura maltratadora de David había calado hondo en nuestras almas hasta el punto de que sentíamos la desesperación con solo imaginarlo al otro lado de la puerta.

— Ya, cálmense un poco. — Pidió Juancho un poco sofocado por el abrazo. — Entremos y hablamos con tranquilidad. — Jadea debido a la falta de aire que provocó el tener a cinco locas abrazadas a él.

Finalmente, nosotras cedimos a su abrazo, pero Natalia no; se podía ver a la distancia que ella temblaba como un gatito mojado, llorando con fuerza mientras sus manos apretaban con fuerza la camisa del que en este momento, parecía ser su protector y su ángel caído del cielo.

—Mi niña. — La manera tierna que tenía de hablarle solo me conmovió. — Por favor, no llores, hablemos.

Pero Natalia parecía imposibilitada a hacer cualquier tipo de movimiento, ella solo se aferraba a Juancho con fuerza, negaba y lloraba como si hubiese perdido su más preciada posesión.

Él terminó por rendirse, rodeándola en un cuidadoso abrazo para arrastrarla consigo mismo hacia adentro. Cuando la puerta se cerró aislándonos, tomó a Natalia como si fuese una muñequita y la cargó hasta el sofá donde anteriormente habíamos estado.

Apenas el cuerpo de Juancho se deja caer sobre los mullidos cojines, ella se apretó aún más a él, dejando salir los sollozos que desde hace tanto tiempo la estaban ahogando sin permitir salir en su totalidad. Nuestro manager me miró con miedo, ya sin saber que hacer o como actuar, así que yo le di una sonrisa.

— Dale un tiempo Juancho. — Me senté a su lado para pasar suavemente mi mano por la espalda de mi amiga. — Deja que saque todo, después vamos a hablar con calma, tenemos tiempo. — Juancho asiente poco convencido de mi decisión, pero lo respeta.

Al cabo de unos minutos el cuerpo de Natalia dejó de sacudirse con fuerza y los sollozos dejaron de sonar tan desgarradores. Al menos ya puede hablar puede hablar si así lo desea; y pese a que sus sollozos se apagaron de a poco, ella seguía sintiendo un miedo terrible, podía verlo en sus ojos.

— Bueno, ahora que todos estamos más tranquilos. — Comenzó con su singular tono ceremonial. — ¿Alguna me puede explicar por qué demonios me están llamando de programas, de diarios y revistas para preguntarme si Makis y Natalia son pareja? — Lanzó con una mirada inquisitiva que rebuscaba entre nuestros rostros.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora