Capítulo 42 - Siempre estaré ahí.

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Makis.

Desde hace algunos días que Natalia estaba extraña, un poco más extraña de lo que generalmente era, así que era necesario tomar cartas en el asunto para volver a ver esa linda sonrisa que poseía la mujer más bella del mundo. Necesitaba recuperar esa chispa imprudente que caracterizaba a Natalia Afanador en todo su esplendor.

Hace algunos días vi en YouTube una broma que se hacían las parejas, algo bastante simple pero que le arrancaría una sonrisa a cualquiera. Consistía en comprar un peluche de porte real, sacarle el relleno y meterse uno mismo dentro para poder asustar a la otra persona. Algo idiota, sin mayor importancia, pero sin duda, gracioso.

Natalia odiaba los peluches de igual forma, así que no sería algo que la sacara de quicio; no sería así si usara comida o ropa para hacerle esa broma, porque sinceramente, eso desataría una guerra que terminaría en mi asesinato indiscutido, ¿qué podría salir mal de todo esto?

En este momento, Olga, Juliana y Camila caminaban tras de mí, rezongando y reclamándome por las miles de formas en que esto podría salir mal. Además, a todo esto, se agregaba la tremenda ofuscación que provocaba el hecho de que usara para tan viles objetivos.

—¿Para qué desperdiciar un osito tan lindo en una broma? — Bufó Olgui con cierto toque infantil.

— Olgui, juro que cuando le hagamos la broma a Natalia te lo regalo. — De inmediato su sonrisa apareció.— Pero, deja de reclamar y ayúdame que esta cosa pesa.

Debo admitir que la imagen que se proyectaba era bastante graciosa. Una chica de apenas 1.57, caminando con una oso de casi 2 metros en su espalda, esforzándose por no sudar a cada paso que daba. He de admitir que ese maldito oso, aunque lindo, era horriblemente pesado y ya estaba haciendo que mi espalda crujiera.

— No sé vale. — Reclamó Juliana con un puchero marcado. — Olgui ya tiene un oso gigante. — Su mano balanceaba la cámara que llevaba para grabar la broma y su otra mano tiraba insistentemente mi camiseta. — Deberías dárselo a alguien que no tenga un oso gigante.

Gruñí por lo bajo. — Yo solo usaré el oso para la broma.— Espeté con frialdad. — Después ustedes pelean a muerte por dichoso oso, saben que a Nati no le gustan. — Olga y Juliana sonrieron como dos pequeñas, mientras que Camila solo giraba los ojos en clara señal de fastidio. — ¿Alguien me podría ayudar? — Bufé cansada. — Esta maldita cosa es más grande que yo.

— Ya va, pitufo enojón. — Tenía que ser Juliana Pérez quien hacia burla de mi estatura. — Nadie te mandó a nacer comprimida. — Y sin contemplación alguna, lanzó una carcajada estridente para finalizar su burla.

De inmediato me arrebató el oso de la espalda y los abrazó como su fuese un bebé gigante contra su pecho. Las dos cuadras que quedaban para llegar a la casa de Natalia, repasé la idea de mi broma y los muchos resultados que podía tener; algo me tenía extrañamente contenta, eso solo por imaginar las sonrisas nerviosas que de seguro saldrían de sus labios.

Sabía que ella no está porque tenía cita a la peluquería, yo misma se la había conseguido luego de enfrentar las miles de quejas sobre su poco controlado cabello. Llegaría a eso de 20 o 30 minutos, a lo máximo, así que tenía tiempo de preparar todo para que saliera bien.

—No deberías molestar a tu querida amiga, Yuri. — Refuté con una sonrisa majadera. — Y sé buena persona, deja el peluche ahí para yo poder meterme dentro.

—¿No crees que terminarás por asarte ahí dentro a la espera de que llegue? — Susurró perdidamente Olga, como si estuviera asimilando las mil maneras de morir dentro de esa trampa mortal. — Aun faltan unos minutos para que llegue.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora