Capítulo 8 - La resaca borra todo, bueno, casi.

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Makis Prov:

La maldita boca me sabe a mil rayos, incluso podía sentir ese penetrante sabor a alcohol dentro de mi boca, era como si recién hubiese precipitado la botella entre mis labios.

—¡Maldita sea! — Gruño de mala gana cuando un halo de luz llega a mi rostro, provocando ese palpitar inmediato en mi cabeza. — ¡Maldita ventana!

Intento despegar mi cuerpo de la cama, pero en vez de eso, solo siento una fuerte presión sobre mi cintura, casi de manera me volteé para poder ver lo que me impedía cerrar esa odiosa cosa que me estaba interrumpiendo el sueño, encontrándome muy de cerca con el rostro de Natalia Afanador, quien tenía los cabellos esparcidos graciosamente sobre sus ojos, se podía ver que no estaba en sus mejores condiciones. La extrema palidez de su rostro demostraba que estaba con la misma resaca que yo en ese entonces.

No me resistí, simplemente moví su cabello para descubrir su rostro y poder mirarla con mayor detenimiento. — Eres preciosa Afanador. — Y sin duda lo era, pero también tenía claro una cosa muy importante. — Pero sé que nunca serás mía.

Un beso en su mejilla selló mi único momento de lucidez, y sin poder mantener mis ojos abiertos por más tiempo, el horrible mareo que me atacó se me había hecho insoportable, y por mucho que quisiera seguir mirándola, la borrachera pudo más que yo, dejándome acunada en un profundo sueño, sumergida entre sus brazos.

Juliana Prov:

Lo intenté, juro que intenté bajo todos los medios seguir despierta para asegurarme de que Makis y Natalia llegaron bien, pero al final, se me hizo tan largo que me quedé dormida sobre las cobijas. La culpa es el primer sentimiento que me inunda apenas me despierto, así que ni siquiera me preocupo de vestirme, solo corro en dirección a la habitación de mis amigas, encontrándome con una puerta mal cerrada que parece no haberse movido en gran parte de la noche; mover ese trozo de manera fue lo más complejo que hice hasta ese entonces, porque el miedo estaba haciendo de las suyas y estaba atacándome con la simple idea de que al abrirla, encontraría la habitación vacía.

Literalmente, mi mandíbula se fue al piso de la sorpresa, el piso de ese cuarto era un auténtico reguero, entre zapatos, ropa y botellas, específicamente, de vodka. La camiseta de Makis tirada casi a mis pies, el jean de Natalia tirado a un costado de la cama y el pijama completo de mi pequeña amiga tirado a un lado de la puerta terminaron por espantarme.

—¡Jesús! — Susurré, el cuerpo completo me temblaba por el desastre que podía abrirse paso entre esas cuatro paredes. — Por favor. — Comencé a susurrar mientras caminaba hacia la cama. — Por favor que estén vestidas. — Cuando estuve frente a la cama, la frustración comenzó a recorrer mi cuerpo, no se veía absolutamente nada. — ¡Rayos!

Por más que intenté ver si Makis o Natalia estaban vestidas, me fue imposible, las forma de taparse hasta la cabeza y de aferrarse a las cobijas no dejaba absolutamente, nada a la vista, además, la forma en la que sus cuerpos se pegaban por completo, hacían aún más difícil la tarea. No me quedó de otra que despertar a Makis, y juro que intenté darle una suave palmada, pero la lejanía no ayudaron a que esto fuera suave, y por el sonido atronador, supongo, que a Makis le dolió tantito. Debo admitir que fue chistoso en parte, la manera exagerada de moverse, lanzando a Natalia lejos de la cama hizo que se me escapara un par de carcajadas.

—¡¿Qué pasó?! ¡¿Está temblando?! — Natalia movía su cabeza de un lado a otro, sentada en el suelo, intentando encontrara una explicación lógica del porqué estaba ahí. Al menos pude corroborar que están medio vestidas, o por lo menos, lo suficiente como para saber que no cometieron una locura de borrachas.

—¿Qué les pasó? — Pregunté haciéndome notar en el cuarto. — Están hechas un desastre y ni hablar de la habitación. — Mis ojos aterrizan en Makis, intentando dar alguna señal para que hablara, o por lo menos, para que dejara de sobar su mejilla como una idiota.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora