Capítulo 38. - Mi Ángel. (Nuevo)

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Natalia.

Los mensajes no volvieron a llegar, al menos en unos cuantos días y eso me hizo entrar a una especie de calma tácita en la que su fantasma latente desaparecía por completo de mi vida. Consideré torpemente la idea de poder ser feliz aún con su recuerdo merodeando sobre mi espalda y mi cabeza; quería desprenderme de esas horribles cargas que me impedían simplemente sonreírle a la vida como se merecía.

—¿Te he dicho que te ves linda cuando te pierdes de tus pensamientos? — La pregunta de Makis llego de sorpresa, al igual que su beso en mi hombro. — En realidad, no solo linda, más bien, hermosa.

La piel se me erizo cuando sus manos frías se adentraron por el dobladillo de mi camiseta para hacer deportes; como era de costumbre, su palma acaricio suavemente se sector sobre mi ombligo, en ese mismo lugar donde una cicatriz seguía recordándome todo lo que había pasado.

—¿Solo cuando me pierdo en mis pensamientos?— Piqué dejando caer mi cabeza contra su hombro, quedando ligeramente recostada sobre su pecho. — Pensé que siempre te parecía bonita.

—No eres bonita, Natalia. — Susurró en ese tono de voz profundo que estremecía mis entraña. — Eres preciosa. — Sus caricias suaves presionaban puntos estratégicos que me convertían en gelatina. — Y a veces de verdad me cuesta creer que un ser tan perfecto esté con una simple muchacha.

—¿Es que no comprendes, Makis? — Mis ojos se perdieron en los de ella, para hacerle sentir que estaba en mi hogar. — Eres un ángel en persona. — Me giré levemente, rozando nuestros labios en una ligera caricia. — Eres mi ángel.

Las manos de Makis subieron por mis costados hasta aferrarse por completo a mi mejilla, absorbiendo hasta el ultimo suspiro de mi alma con sus dilatadas pupilas y sus iris color chocolate que me daban una felicidad. Su labio inferior se vio presionado entre sus dientes justo antes de terminar por besarme con esa inmensa dulzura que irradiaba a cada paso que daba.

Ahí, sentadas en medio del piso del estudio, en completa soledad, nos besamos como si fuéramos dos muchachas experimentando ese primer beso que anhelaba a ser perfecto, aunque fuese algo prohibido de alguna manera. Nos quedamos en ese lugar, recordando que estábamos felices, que deseábamos amarnos sin ningún tipo de restricciones que pudiera asolarnos.

—¿Ya terminaron de besuquearse? — La voz de Juliana nos sobresaltó y casi nos obligó a separarnos de un salto. — Lo siento. — Se disculpó presurosa. — Pero es que, hace frío afuera y nosotras llevamos mucho tiempo tras la puerta.

—¿Nos estaban espiando? — Les pregunté entre risas, sintiendo como el rojo de sus mejillas quemaba la piel de mi cuello. — Que feas mañas, amigas, esas cosas no se hacen.

—Ustedes no deberían estar besuqueándose como dos adolescentes en medio del estudio. — Refutó Camila. — Decencia, amigas, por favor. Controlen las hormonas.

Las sonrisas distraídas y esas formas de molestar, casi de forma inocente marcaron el inicio de un día que bajo ningún parámetro podía terminar en desastre. Necesitaba ese tipo de interacciones que me convertían en una persona merecedora de un poco de felicidad y que me recordaban, que la que se había equivocado, no era yo, era él.

Makis me miraba con una ternura intrínseca que lograba endulzar sus ojos de esa forma tan especial, era su manera de recordarme a cada instante que la palabra "amar", siempre nos quedaba corta. Y, para cuando finalizó, mi alma se encontraba tan tranquila, que apenas pensaba en los mensajes que habían llegado hace unos días.

Mi pequeña me miraba con esos ojos dulces, esperando por alguna tipo de declaración o petición de mi parte; pero mi estado de paz establecida había llegado a tal punto, que apenas lograba entablar algún tipo de conexión entre mis neuronas.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora