Capítulo 44. - Tu fiel admirador

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Natalia.

Despertar a las 12 del día, de un domingo no debería ser nada para escandalizarse, mucho menos si has tenido días tan ajetreados como los habíamos tenido nosotras con el tema de la banda. Supongo que por esa misma razón, mis padres no hicieron gran esfuerzo en despertarme luego de que caí rendida anoche mientras esperaba.

Se suponía que esperaría a que Makis me enviara un mensaje para hacerme saber que había llegado completamente bien a su casa, pero me dormí y este nunca llegó. Cuando desperté medio aturdida, esperé a encontrar una llamada perdida o al menos un mensaje, pero no había ningún tipo de señal de Makis.

Hice lo más sensato que se me podía en un estado de completa ignorancia y terminé por llamar a mi querida suegra para consultar sobre mi novia, a quien creía ingenuamente igual de cansada que yo.





Llamada Saliente.

Adriana Suegris Botero.

Conectando...





¿Nati? — Susurró a modo de saludo. — Hola, que sorpresa. — Ella se recompuso con rapidez y continuó indagando con ese tono maternal que solía emplear conmigo. — ¿A que debe este placer?

—Hola, señora Adriana. — Saludé con calma, intentando evitar escupir información a lo animal. — Llamé para saber como había llegado Makis. — Necesitaba saber de ella y de alguna manera sentirla cerca. — Anoche me quedé dormida y me olvidé de llamarla.

—¿De qué hablas? — Esa sola pregunta me hizo que mi corazón diera vueltas y se hiciera pequeño.

—De Makis. — Susurré con apresuro. — Se supone que me iba a avisar cuando llegara pero yo me quedé dormida, supongo que ella también lo hizo porque no me mando ningún mensaje ni nada. — El silencio del otro lado de la línea me estaba matando y necesitaba llenarlo. — Ella no me avisó y yo pensé que se había quedado dormida.

—Nati. — Respondió en ese mismo tono vacilante. — Makis no llegó anoche. Y ahí estaba, esa pequeña oración que terminó por romperme el alma. — Yo supuse que se había quedado contigo y que se la había olvidado avisarme.

La respiración comenzaba a acelerarse y no solo es, sino que las piernas me temblaron y la vida se me hizo pequeña al no saber el paradero de mi novia, de mi mujer.

—¿¡Cómo que no llegó!? — Espeté con el nudo haciendo presión en mi garganta. — Ella tomó un Uber pasadas las 11:30 de la noche, yo misma la vi salir de la casa. — Espeté sin hacer esfuerzos de ocultar mi desesperación.

—¿Mi bebé está perdida?

Quería darle tranquilidad, quería darle esa paz que ni yo misma tenía y me parecía ilógico intentar transmitirla. Makis era mi todo y ahora me sentía perdida sin tenerla, me completamente a la reviva.

—La encontraremos, le juro que la encontraremos. — Susurré con las últimas fuerzas que me quedaban. — Intentamos rastrear su celular, llegar al Uber que se la llevo. — Lancé en desesperada gana de creérmelo. — Sea como sea la vamos a encontrar.

—Natalia. — Me rompía el corazón escucharla hablar así. — ¿Estás en casa?

—Si. — Las manos me comenzaron a picar en esa necesidad de hacer algo. — empezaré a llamar a las chicas para ver si hay suerte, o a Juancho.

Escuché los suspiros y la manera irregular de su respiración, volviendo a ese punto perdido en el espacio, en donde solo sentía un miedo constante de que mi desgracia alcanzara a las personas que más quería. Era un error, todo esto era un profundo error que ahora estaba cobrando las primera víctimas.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora