Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] Reescrita

Capítulo 47. - Ella o Tú

Makis.

Golpes metálicos, es lo que sentía en las lejanías de esa inconsciencia poco a poco se iba disipando y devolviéndome a ese sombrío lugar que había llegado junto a la oscura figura de David.

—Makis. — Alargó cada vocal de mi nombre, sellándola con una sonrisa macabra. — Creo que nuestro tiempo de calidad a solas se acabó. — Se puso de pie, dejando entrever esa figura difuminada a unos cuantos metros.– Ahora solo debemos esperar que nuestra princesa despierte para que te vea correr como la cobarde que eres. — Se movió un poco más, dándole figura a ese rostro apacible que daba una ternura infinita. Mi Natalia estaba aquí. — Porque eso es lo que harás. — Amenazó tomando mi pelo con violencia y estirándolo hasta que hizo crujir mi cuello. — Eso es lo único que estoy dispuesto a aceptar ¿Entendiste, pequeño montón de escoria?

Volví a centrar la mirada en ella, ¿qué diablos hacía acá? ¿No se suponía que había más gente cuidándola? Precisamente esto era lo que nunca debió pasar, Natalia no debía estar acá.

¿Por qué tenías que ser tan testaruda, Natalia Afanador? ¿Es que nunca comprendiste la idea de protegerte? ¿Por qué diablos insistes en ponerte en peligro por otras personas?

—No voy a correr. — Corté con la voz ahogada, llena de dolor y resentimiento. — Ya te lo dije, no voy a dejar a Natalia en manos de un monstruo despiadado, de un animal sin escrúpulos. — Cada insulto me daba las fuerzas para erguirme en su contra y alzar las armas de contra la hidra de tres cabezas que seguía meciéndose sobre mi cabeza. — En manos un desgraciado que lo único que quiere es dañar al resto para sentirse mejor en su miserable vida; eres penoso, David, una completa rata.— Escupí su cara con toda la rabia que había logrado reunir. — La única escoria presente en esta habitación la tengo en frente. — Gruñí. — Y que te quede claro, pelmazo, no importa cómo, no importa cuando, pero, te haré sufrir si te atreves a hacerle algo a Natalia. — Su sonrisa terminó por formarse, despreciable. — Juro que te persigo hasta el fin del mundo y lo único que te identifica como hombre termina por desaparecer.

—Cuanta violencia, Makis. — Murmuró con reproche. — Estamos en una circunstancia de reencuentro y no es justo que lo arruines con tu terquedad. — Y con la misma calma y euforia con la que me habló, caminó hasta donde Natalia dormía tan plácidamente.

La mirada aliviada de David me hizo sentir miedo, todo porque sabía que no sentía ningún remordimiento por las atrocidades que había cometido hace apenas unos meses. Me congeló cuando sus manos comenzaron a tocar las mejillas de Natalia, recorriendo su perfil completo como si adorase la idea de tener el poder de lacerar su piel sin ninguna resistencia. Me daba asco ver su cara.

— No la toques, imbécil. — Advertí entre gruñidos cuando quiso mover la manta. — ¡NO LA TOQUES CON TUS ASQUEROSAS MANOS, IDIOTA!

Tiraba como una condenada de la esposa que me tenía inmóvil en mi lugar y luchaba incansablemente contra la resistencia de mis propios huesos, porque de no ser por ellos, ahora hubiera zafado de esa cosa y le habría roto la mandíbula. Los sentimientos inefables que se arremolinaban en mi panza y la bilis haciendo de lo suyo estaba volviendo la escena completamente repugnante.

—¿Qué pasó? — Alzó una ceja, sentándose a su lado. — ¿Estás celosa? — Tentó reanudando sus caricias. — Te está comiendo la rabia, Makis, porque sabes que ella me sigue perteneciendo. — A paso casi gatuno se acercó hasta donde estaba yo, presionando mis mejillas, obligándome a mirarlo. — Eso es porque sabes que al final Natalia me va a elegir a mí, por cualquier motivo me va a elegir a mí. — Nuevamente, esa sonrisa sínica terminó por marcar la jornada. — Tu sobras en esta ecuación, Makis, no eres más que un estorbo.