Capítulo 40. - Todo se confirma.

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Makis.

El tiempo transcurría suavemente, dándome la oportunidad de disfrutar a concho cada uno de los momentos que tenía junto a Natalia Afanador; había disfrutado pasear junto a ella con los brazos juntos y los dedos entrelazados, salir a comer a algún lugar que nos encantara, proporcionar caricias suaves nos llevaban más allá.

Natalia sonreía, la veía sonreír con los ojitos como solía hacer antes de que David fuese quien decidiera apagarlo de manera inhumana. Ella jugaba como una pequeña inocente a las crueldades del mundo, reía con el alma y se emocionaba desde el corazón; Natalia era todo lo que estaba destinada a ser, una persona feliz y realizada.

Después de mucho tiempo, hoy teníamos una entrevista y por ese mismo cuento de hadas en el que nos habíamos inmerso, habíamos decidido responder con claridad si alguien nos hacía una pregunta y si no la hacían también. Todo esto se había desprendido desde las muchas teorías que se habían desprendido desde las imágenes tomadas desde redes sociales y de los comentarios que nosotras mismas nos hacíamos sin tapujos en cada foto.

La emoción de toda la situación había hecho que por primera vez, pudiera estar lista justo a la hora y sin excusas. Natalia había dicho que me iba a pasar a buscar a las 9 en punto, pero ya pasaban de las 9:15 y ella no daba señales de vida. Me estaba preocupando, inevitablemente me estaba preocupando por su ausencia; los dedos básicamente me picaron por escribirle y saber de ella, pero en vez de obtener su respuesta, solo el sonido sordo de un frenazo descuidado.

—¡Natalia! — Le reprendí al verla correr hacia la puerta, toda roja y alterada. — No puedes conducir de esa forma.

— Perdón, perdón, mil perdón, me dormí. — Se excusó acelerada, dando tumbos en dirección a la sala. — Mi mamá no me despertó y me dormí. — Esa nerviosa muchacha por fin se detuvo de su revoloteó naciente. — Hola. — Susurró perdiéndose en una sonrisa preciosa. — Te ves hermosa por cierto.

Natalia, en ese intento juguetón por obtener mi perdón, se desplazó tiernamente hacia donde estaba, envolviendo sus brazos en mi cintura a la espera de encontrar algún rechazo o manifestación de enojo; no la encontró, así que sus labios recorrieron tiernamente desde mi mejilla hasta mis labios, donde jugueteó con un beso tierno y una lengua cálida.

— Me asustaste, bruta. — Bufé al separarme de ella. — Mejor vamos, que si llegamos tarde nos matan y últimamente siempre estamos llegando tarde.

Hago un intento de asemejar que estoy furiosa, ignorando su presencia saltarina a mi alrededor, pero era humanamente imposible si estaba picoteando mis costillas o tomando mis caderas para abrazarme. Solamente de dejé envolver por ese abrazo tierno y la calidez de su pecho, recargando mi cabeza contra su hombro en un gesto de sumisión fiel en lo que nos quedaba de camino al coche.

—¿No quieres conducir tú? — Preguntó apretándome con más fuerza contra su pecho, exhalando pesadamente el aire de sus pulmones contra mi piel.

—¿Te sientes mal? — La preocupación de inmediato comenzó a hacer mella en mí. — Tú siempre conduces, dices que no te gusta que maneje tan lento. — Sentí esa necesidad flamante de tomar sus mejillas y estrujarlas hasta que me dijese la verdad. — ¿Pasa algo, amor?

Negó. — No, solo tengo sueño y quería dormir en el camino. — Susurró con esa sonrisa inocente adornando sus labios que muchas veces había conseguido muchas cosas.

La incredulidad me volvía más lenta de lo habitual, dándole el tiempo para soltarme y comenzar a caminar distraídamente hacia la puerta del copiloto. Con rabia extrema me prendé de su oreja, devolviéndola al lugar donde pertenecía; el asiento del conductor.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora