Natalia:
— Quiero que me hagas el amor. — Jadeó Makis sobre mis labios, deteniendo el mundo en una simple exhalación de aire.
Mi cerebro pareció desconectar en el mismo momento en que esas palabras salieron de sus labios; era como el simple hecho de imaginar su piel contra la mía eliminara por completo la capacidad de pensar. Pensar que me pedía que le hiciera el amor me estaba adentrando en una especie de trance que lo único que me permitía era acariciar con devoción la parte descubierta de sus muslos por nuestra descuidada manera de movernos.
Makis había logrado perderme en su figura, en sus curvas, en su piel tan tersa, sus ojos tan vivos. Yo no quería verla sumisa, tampoco quería verla absorta en mis acciones, simplemente quería que su cuerpo se estremeciera con el mío, que gritara, que me arañara, que me mordiera; soñaba con que sus labios gimieran dolorosamente mi nombre mientras ambas colapsábamos en un clímax abrasador, consumando nuestro amor de la única manera en la que no nos habíamos amado.
Comprendiendo el estado de estupefacción en el que me encontraba, ella había tomado el control de la situación, había tomado mis orejas y había llevado mis labios entre sus dientes para tirarlos con suavidad. Mi corazón dio un brinco en ese momento, rompiendo mi alma en el anhelo de besarla, así que simplemente dejé de luchar contra ese instinto y me lancé cual animal a su boca de cereza.
Mi lengua violó la seguridad de sus dientes, peleando contra la suya para ganarme el dominio de su boca, usurpando por completo la dulzura de sus labios. Mis manos recorrieron cadenciosamente sus brazo, recorriendo toda la extensión de su piel expuesta hasta que llegué a sus manos, arrancándolas de manera violenta de mi cuello, presionándolas contra la cama con rudeza.
Claramente ella no se quedaría tranquila, comenzando a retorcerse de manera inmediata para zafarse. Mis labios inquietos abandonaron su boca a regañadientes, migrando a su cuello lentamente, dándome el tiempo de morder con fuerza (sin dañarla), para luego lamer la zona que poco a poco se tornaba de un suave color rojo.
— Nati. — Jadeó frustrada al no conseguir su objetivo. — Suéltame, por favor yo también quiero disfrutar. — El gemido que se le escapó me deja inmersa en las llamas del infierno.
Verla tan vulnerable pareció accionar un botón de combustión espontánea, haciendo arder la piel de mis manos por tocar algo más que solo tela.
Me incorporé causando una mirada de desconcierto por su parte, quizás temiendo porque me estuviera retractando de lo que estábamos a punto de hacer. Contrario a lo que creía extendí mi mano para tirarla contra mi cuerpo, dejándola de pie pegada a mí, jugando a pasar suavemente mis labios sobre la punta de su nariz.
Las manos me quemaban, incluso estaba sorprendida por no estar sudando como condenada. Con dedos temblorosos me prendé al cierre de su vestido, bajándolo poco a poco mientras mis labios repartían suaves besos en toda la extensión de su rostro y de su cuello; el cierre llegó a un tope, provocando una sed incesante de sus besos y hambre de su piel. Con cuidado colé mis dedos por los tirantes de su vestido, acompañándolo en el recorrido por sus brazos hasta que simplemente se deslizó por su cuerpo y terminó como una simple mancha en el suelo.
Di un paso hacia atrás, maravillándome por su piel canela iluminada por la luz de la luna que se colaba por la ventana, combinando el suave color de su ropa interior con un inusual color en el ambiente, formando una escena erótica y romántica a nuestro alrededor.
Sentí mi boca salivar en exceso, como si fuese un león hambriento frente a un jugoso trozo de carne que saciaría su hambre por completo. Quería extender mi mano sobre su vientre plano, quería corroborar con mis propios dedos que su piel era tan suave como aparentaba.
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Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] Reescrita
Fiksi PenggemarVentino es una famosa girlband que en poco tiempo ha tenido un éxito increíble, se supone que la vida de sus integrantes está en el momento perfecto, son talentosas, hermosas y varias tienen novio, lo que el mundo no sabe es que dos de ellas viven s...