Capítulo 36. - Buenos días

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Makis.

¿Había escuchado bien? ¿No estaba soñando? ¿Me había pedido que fuera su novia?

La seguí mirando como una completa loca, con la boca abierta y los ojos tan grandes como dos platos que en algún momento me pregunté si en realidad me dolerían cuando el mundo volviera a girar. Era como una especie de estupefacción repleta del amor más grande que alguna vez había existido, además de recordarme que tenía al ser humano más lindo del mundo.

La pobre tenía cara de desesperación, con el entrecejo fruncido y con la comisura levemente descendidos para mostrar una mueca triste al no recibir respuesta. En cierto momento pensé que rompería a llorar, o incluso que se iría corriendo como si el demonio la persiguiera; pero no lo pensaba permitir, nunca lo podría permitir.

Me perdí en sus ojos expresivos, en lo rojo de sus mejillas y en su mueca triste que se marcaba ante mi estupefacción; me sumergí tremendamente en esos mares chocolate, en esos labios rojos y carnosos que dejaban entrever sus dientecitos, en sus pecas que ya me sabía de memoria de tantas veces que las había contado.

Natalia Afanador era la encarnación de la perfección, y era mía. Esa mujer me tenía tan enamorada, que me parecía irreal sentir tanto por alguien.

—¿Puedes decirme algo? — Suplicó apretando mis caderas con suavidad. — No sé, dime aunque sea un no, contes...

Enrollé mis brazos con fuerza en su cuello, dejando nuestras narices pegadas en ese mismo momento. La respiración y las palabras se vieron olvidadas cuando sus labios rozaron los míos en esa caricia sensual que solo ella podía darme. Entreabrí los labios para tomar su boca en un beso suave, una caricia dulce que iba desde la comisura de sus labios hasta en centro de estos, en donde mi lengua usurpó con ternura la seguridad que imponían sus dientes, para terminar por acariciar con ternura su lengua.

Amaba tanto besarla, me volvía loca hasta el punto de sumergirme en la locura y en el frenesí que me arrancaba la consciencia y la prudencia; me volvía una bestia sedienta de su piel. El beso se volvió una salvaje, lleno de furia y de deseo, en donde mis manos apretaban su camiseta y revelaban grandes porciones de piel que necesitaba acariciar.

—¿Eso es un sí? —Susurró a ras de mis labios, con la respiración acelerada.

— Si, si y mil veces sí. — Murmuré robando otro beso suave. Te amo amor, te amo con todo el corazón. — Mis brazos se apretaron con más fuerza a su cuello, apretando mi cuerpo contra el de ella. — No pensé que te tomarías tantas molestias por mí, no pensé que harías algo tan lindo, por mí. — Sus brazos me apretaban con tanta fuerza que fácilmente podía sentir el latido de su corazón contra mi piel. — ¿Desde cuándo que tienes el cuadro?

— Lo estoy haciendo desde que salí del hospital. — Susurró con dulzura, acompañando sus palabras con un tierno sonrojo. — Quería que te vieras cómo yo te veo, quería que vieras lo hermosa que eres para mi y para todo el mundo. — Una sonrisa inocente acompañaba su rostro, y me enamoraba a cada segundo. — Me esforcé mucho para poder tenerlo para hoy y me encanta que te guste, mi amor.

Su nariz rozó la mía, en una caricia dulce que solo podía aumentar esa sensación de estar desenvolviéndote entre los brazos del amor de tu vida. Era una muestra fiel de su dedicación y del esfuerzo que puso en cada segundo que se demoró en preparar cada detalle de esta velada.

—Te quedó hermoso, me encantó. – Le halagué, robándome otro beso pequeño, solo por el capricho de sentir sus labios. — De verdad eres muy talentosa. — Natalia seguía riendo con cada palabra. — Te juro que este será mi más preciado tesoro, estará siempre en un lugarcito especial de mi corazón.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora