Capítulo 37. - Mensajes de (des)amor. (Nuevo).

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Natalia.

Extendí la mano con suavidad hasta encontrarme con la mejilla sonrojada de Makis, escondida bajo los mechones de cabello que habían escapado de detrás de su oreja. Era tan hermosa, tan tranquila, tan mía que el corazón mismo se me inflaba de felicidad por solo tenerla ahí, con us ojitos cerrados y su boquita entreabierta.

Me giré sobre mi propia espalda para poder abrazarla con fuerza contra mi pecho, clavando mis labios en su frente para sentir ese calor que traspasaba cada obstáculo para llegar hasta mi corazón. Dejé que la calma de esos días en los que pasamos en cama, disfrutando de la ausencia de mis padres y de cualquier otro ser humano existente en la tierra. Con decir que hasta se había apagado mi celular al ser olvidado en alguna parte de la casa.

—Tengo hambre. — Murmuró con voz adormilada, apretándose aún más en mis brazos. — Pero está blandito aquí.

El susurro amañado de Makis solo consiguió que mi piel se pusiera chinita, incitándome a abrazarla con más fuerza y a perder mis dedos en la carne firme de sus caderas. Me moví ligeramente, encajando nuestros cuerpos como si se tratasen de dos piezas de puzle que se acababan de encontrar la una a la otra.

—Daría lo que fuera por despertar cada día de mi vida así. — Susurré mientras apoyaba mi mentón en su cabeza. — Se siente tan en paz.

La mano de Makis apareció frente a mis ojos de la nada. — Con un anillo en ese dedito, todos tus deseos se cumplen. — Farfulló mañosamente, removiendo hasta lo más profundo de mis cimientos por la pequeña esperanza de tenerla para siempre. — Pero ahora, tengo hambre.

—Te amo. — Respondí acariciando con suavidad su columna. — Pero mi experiencia culinaria solo alcanza para hacer un tazón de leche con cereales, y creo que mi mamá se acabó el cereal antes de irse.

—¿Me harás cocinarnos?

—Podemos pedir un domicilio. — Sugerí en ese intento de que levantarnos se moviera hasta el último puesto de la lista. — Así nos levantamos más tarde.

—No. — Gruñó mientras se estiraba. — Vamos, te voy a enseñar a sobrevivir en el mundo, perezosa.

La vi deslizarse entre mis brazos hasta lograr salir de la cama, revelando esa magnifica desnudez frente a mis ojos y tentándome a tocarla de la forma más descarada posible. Pero no, ella dijo que tenía hambre así que tenía que obedecer sus caprichos y alimentar a la mujer que tanto adoraba.

Tomé mi celular por inercia, dándome cuenta de que estaba apagado. — ¿Makis? —Le llamé. — ¿Mi mamá no te ha llamado. — Me miró extrañada, cuestionándome con la mirada. — Es que mi celular está muerto y no sé desde cuando.

—No amor. — Respondió suavemente. — Creo que tu mamá sabe que estás en buenas manos.

Conecté el celular a la toma de corriente y de inmediato el aparato comenzó a sacudirse, indicando cada una de las notificaciones que habían sido ignoradas hasta ese entonces por mi poca atención.

Las manos de Makis en mis caderas desnudas me hicieron saltar. — Me iré a duchar, preciosa. — De inmediato, sus labios impactaron en mi mejilla con dulzura. — Luego te vengo a buscar para que preparemos el desayuno juntas.

—Yo llamaré a mamá. — Verla desnuda, ciertamente era algo que me desconcentraba con enormidad, pero no podía dejar que esa tentadora mujer nublara mis propósitos establecidos. — No sé desde cuando mi celular está apagado y no quiero que se preocupe.

Solo obtuve una sonrisa tierna y ese movimiento juguetón que me dejaba con la mandíbula en el suelo y la conciencia metida en el fondo del infierno. Me tuve que reprender mentalmente y obligarme a fijar la vista en el celular para no correr como un perrito faldero en su busca.

Para que nadie se entere - (Ventino) [Makia] ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora