- Capítulo 31 -

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*No reproduzcan el vídeo, yo les avisaré.*

*IMPORTANTE: Para una mejor experiencia en la lectura y una mejor inmersión en la trama, leer a altas horas de la noche, a oscuras, con los audifonos puestos y, sobre todo, a solas...*

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Al día siguiente, Adeline despertó, recordando todo lo sucedido la noche anterior; también, a su mente vino la imagen de su padre con el arma en mano.

Recuerdo que esa misma mañana, al levantarme, me pregunté algo... ¿Qué cosa era tan importante en esa biblioteca, para que él tuviera que sacar un arma? Posiblemente, pensó que el asesino había entrado a su casa. Esa sería una buena respuesta, pero la descarté.

—¿Por qué? -Samantha se acomodó, esperando una respuesta.

—¿Por qué un asesino en serie, buscaría quitarle la llave en vez de matarlo y llevarse la llave de una vez? Era muy poco probable que haya agarrado el arma pensando eso. Y de seguro, el jamás pensó que era el asesino en serie quien había tomado la llave de la biblioteca. Probablemente, tomó el arma por una razón más profunda. Así que, basándome en eso, me puse a formular teorías hasta que una interrogante entró en mi mente -Los muchachos seguían atentos Será que, ¿protegía un tabú?

Después de pensar en todo eso, se levantó de la cama y tomó el libro en sus manos y leyó el título: "Geografía del Nuevo Mundo". En su portada, tenía muchos dibujos extraños que no había visto antes. La curiosidad la impulsó a leer las primeras páginas. Y de pronto, lo cerró, impresionada.

¿Qué es esto?

Se levantó y decidió esconder el libro dentro de un grueso abrigo que tenía guardado en su clóset. Se tomó un baño y salió a desayunar. Llegada la tarde, esperaba la oportunidad perfecta para buscar el abrigo, colocárselo y salir de allí, dirigiéndose al bosque; pero, sus hermanos y su padre paseaban por toda la casa, impidiendo que ella saliera desapercibida para tomarse el tiempo de leer aquél misterioso libro, libremente.

Señor Bertram, lo buscan en la entrada -Comentó una de las sirvientas, acercándose a él.

Muchas gracias -Se levantó y recibió al invitado en la puerta, quien era nada más y nada menos que Renard. Lucía impactado por algo ¿Qué sucede, Renard?

—Bertram, tienes que venir conmigo. Hay algo que debo mostrarte. Es urgente. Y, por lo que veo, te tomará bastante tiempo.

—¡Odette! ¡Belmont! -Unos cuantos segundos después, los gemelos se presentaron ante él —Cuiden la casa. Llegaré tarde.

—Está bien, padre. No te preocupes.

—Perfecto. Cuídense, los veo luego.

Dicho eso, se fue. Al instante, cada uno se fue a su lugar. Adeline sabía que, cada vez que Bertram se iba y dejaba la casa sola, Belmont y Odette se encerraban en sus respectivas burbujas. Belmont, en sus estudios; Odette, en su cuarto.

Sin pensarlo dos veces, Adeline aprovechó la oportunidad; pero, antes, decidió pasearse por el sitio en donde estaban cada uno, sólo para asegurarse de que estarían lo suficientemente ocupados como para no darse cuenta de la ausencia de ella en casa durante las próximas horas.

La Sirvienta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora