- Capítulo 65 -

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Un amanecer gris, frío y silencioso se posaba sobre el pueblo de Shellingtoonhood

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Un amanecer gris, frío y silencioso se posaba sobre el pueblo de Shellingtoonhood. Sólo el sonido de las gotas cayendo de los techos y las carretillas llenas de frutas eran lo único que se escuchaba entre las escabrosas calles. Los nubarrones, residuos de la tormenta, se extendían de extremo a extremo, cubriendo gran parte del cielo y opacando la luz del sol. Y los pueblerinos, quienes realizaban las actividades diarias y quehaceres del hogar, eran azotados por un viento frío que se adentraba en cada hogar, enfriando, incluso, hasta el interior de los hogares más cálidos.

—¡Diantres! -Se quejó un padre de familia, de nombre Maximiliano, frotándose las manos para generar calor luego de desayunar.

—Enciende la chimenea, cariño. -Ordenó la madre a su hijo quien, obediente y titiritando, trató de prender fuego.

—Tal parece que este año se adelantó el clima del invierno. -Comentó el hombre, buscando un abrigo.

—Qué raro... -respondió la mujer desde la cocina, dubitativa. —Si apenas entraremos en épocas de otoño...

—La realidad es que cada día se siente más frío que el anterior. -comentó él, colocándose su sombrero de copa. —Lo que significa que si la temperatura sigue bajando, nuestras cosechás morirán.

—Cielo mío, es conveniente que hables con tu jefe, el señor Auguste, y le propongas la idea de trabajar en tus días libres. -propuso ella, fingiendo preocupación por la situación, cuando lo único que le importaba era estar libre para otra cosa.

—Es justo lo que iba a hacer hoy. Aprovecharé el día para pedírselo.

—Entonces deja que me despida. -avisó su mujer, acercándose hasta él y despidiéndole con un beso. —Cuídate mucho.

—Abríguense bien. Acceda o no, volveré por la noche. Traeré más comida y leche cuando llegue. -les dijo. Y luego se acercó a su hijo y se agachó hasta estar a su altura.  —Y tú, pórtate bien, ¿entendido? -le sonrió.

Sí, papá. -respondió el niño.  Y despidiéndose ambos, su papá se levantó y se marchó.

Tras cerrar la puerta, la madre regresó a la cocina y el pequeño regresó a la sala. Y en complicidad, le preguntó a su madre:

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