- Capítulo 74. 1 -

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Después del repentino ataque de los muertos, miles de habitantes corrieron aterrorizados hacia el bosque. En plena lluvia, sólo se podían escuchar los relámpagos y los chapoteos de personas desesperadas por escapar, los llantos y quejidos de personas llenas de miedo.

-¡DEBEMOS SALIR DE AQUÍ! -gritaba un padre que sostenía a su hijo de 5 años en brazos.

-¿A DÓNDE VAMOS? -preguntó su esposa.

El hombre, volteando hacia atrás y mirando brevemente a la manada de muertos que los perseguían de cerca, contestó:

-¡TENEMOS QUE SALIR DEL PUEBLO!

-¿CÓMO VAMOS A SALIR? ¡ESTE LUGAR ES TODO LO QUE TENEMOS!

-¡ESTE LUGAR SE FUE AL DIABLO!

Pero la mujer trató de agarrarle el brazo a su esposo en plena carrera.

-¡VOLVAMOS A CASA! -le pidió ella, tirándole del brazo. -¡TODO ESTARÁ BIEN CUANDO LLEGUEMOS! -le insistió, buscando persuadirlo de no huir al exterior.

Pero él, mirándola con sorpresa y rabia por semejante acto de imprudencia, se zafó y le contestó:

-¿TE VOLVISTE LOCA, MUJER? ¡AQUÍ NO HAY FUTURO! ¡SI NOS QUEDAMOS MORIREMOS!

-¡EL EXTERIOR ES PELIGROSO! ¡TENEMOS QUE QUEDARNOS!

Y el niño, escuchando a su madre, comenzó a llorar y a golpear repetidas veces a su padre. Luego extendió sus brazos para intentar alcanzar a su madre. Ella se acercó para poder agarrarlo, pero el padre, mientras corría, trató de alejarse.

-¡Dame a mi niño! -pidió la mujer. -¡DAME A MI NIÑO! -gritó con fuerzas.

-¡MAMÁ! -la llamaba él, extendiendo sus brazos mientras su padre intentaba adelantarse.

-¡TENEMOS QUE HUIR! ¡ES LA ÚNICA SALIDA! -les repitió una vez más, tratando de hacerles entrar en razón.

-¡QUE ME DES AL NIÑO! -gritó nuevamente su mujer, ignorando por completo lo que había dicho; pero entonces, al ver que su marido no accedía a entregarle a su hijo, se detuvo para tirarle una piedra en la espalda.

Pero el esposo, pendiente de su mujer y de que el niño no se cayera de sus brazos, no se percató a tiempo de una raíz salida en el suelo que lo hizo tropezar. Y cayendo ambos sobre la tierra, la mujer corrió hacia su hijo y el niño hacia ella. Entonces pudo cargarlo en brazos, pero los muertos la alcanzaron poco después y se le abalanzaron encima para devorarla junto con el pequeño.

-Mierda, no... -fue su única reacción al ver sus cuerpos siendo atravesados por manos, devorados por dientes y desmembrados entre varios. -¡MALDITOS SEAN! -les gritó. Y se levantó enseguida, horrorizado y dolido, y continuó corriendo.

Las personas evitaban mirar hacia atrás mientras corrían. Poco a poco, muchos eran alcanzados por aquellos devora carne. Ignoraban los gritos de ayuda, de auxilio, los llantos; incluso abandonaban a familiares y amigos cuando eran atrapados. El escenario se asemejaba a una manada de depredadores corriendo tras sus presas. No había humanidad en aquel momento, sólo salvajismo. Parecían animales siendo perseguidos por carnívoros sin alma. No quedaba espacio para el sentimentalismo ni la empatía. El color verde del pasto se pintaba de rojo. Cada uno corría por su propia vida.

La Sirvienta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora