- Capítulo 73. 2 -

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Al mismo tiempo en que todo aquello había acontecido, Adeline y Odette habían logrado llegar hasta la casa de Renard por la parte de atrás. Empapadas, lentamente y con mucho cuidado, caminaron agachadas hasta acercarse a la ventana trasera de su casa. La pequeña, con prisa de saber qué les había ocurrido, se asomó, pero guardando la precaución.

-¿Ves algo? -preguntó Odette, cargándola, pues la ventana se encontraba a buena altura de ellas.

-No. -contestó ella, juntando sus manos para observar mejor, pero luego vio algo moverse. -¡Sí!

Aquella ventana que pertenecía a la cocina daba vista a la sala. Desde ahí, podía observar una mesa y a alguien sentando en un rincón, camuflado en las sombras. Y tomándose un poco de tiempo para analizar el panorama, pudo notar los zapatos de alguien que estaba acostado en un sillón. Sin embargo, no pudo confirmar quién era, puesto que una pared bloqueaba parcialmente esa parte de la sala.

-¿Los ves? -preguntó Odette, sintiendo el cansancio de cargar a su hermana.

-Creo... -alargó la "o". -... que sí. Bájame.

Y luego de bajarla, Odette sintió un gran alivio en sus hombros.

-¿Los encontraste? ¿están vivos?

-Sí, pero aún no sé a quiénes vi.

-¿Cómo que no sabes? ¿No viste sus rostros?

-No. -contestó ella. -Sólo ví a una persona en un rincón bastante oscuro y a alguien más recostado en un sillón, pero la pared de la cocina no me dejó ver. -le explicó. -Creo que bloquearon toda la entrada con muebles, porque está todo muy oscuro.

-Hemos de suponer que están vivos. -reflexionó Odette. -O probablemente ya están muertos.

-Una de dos, así que debemos entrar para comprobarlo. Ayúdame a subir.

-¿Estás loca? -le reclamó ella. -No entraremos. Tenemos que irnos ya. Es suficiente con habernos desviado del camino que Am... -en ese momento hizo una pausa, como para corregirse. Adeline la miró con extrañeza. -Ya es suficiente, tenemos que regresar. Debemos obedecerla.

-Hace un momento te dije que yo hablaría con ella. ¡Y no voy a irme sin haber revisado que esté muerto!

Mientras tanto, Renard trató de levantarse del sillón, pero era inútil; parecía que por cada minuto que pasara, peor se sentía. Renaud, rezando desde el rincón, abrió los ojos sólo para ver con susto a su jefe: Era como observar un cadáver con vida.

Renard estaba sumamente delgado, la piel sobrante en sus brazos le colgaba y lo mismo pasaba con su barriga. Él lo miraba y lucía como si alguien le estuviera absorbiendo la energía vital, su alma, como si algo lo consumiera.

-Tengo... que... -su voz era apenas audible, le costaba hablar, como si sus pulmones sólo tuvieran la fuerza necesaria para mantenerlo vivo y nada más. -Le-levantarme...

De inmediato, Renaud se levantó para ayudarlo a sentarse.

-¿Necesita algo? -le preguntó el joven, preocupado, pero él negó como pudo con la cabeza.

Luego, con sus dedos índice y medio, le hizo seña al muchacho para que estuviera pendiente y vigilara a su alrededor, en caso de alguna cosa entrara por los pocos lugares que no pudo bloquear con muebles.

-Sí, señor, vigilaré. -contestó él, al momento en que captó el mensaje, mostrándose valiente; sin embargo, le había mentido.

La realidad era que Renaud no tenía el coraje suficiente como para vigilar las entradas que no pudo bloquear. Sí, sentía miedo, pavor, le aterraba no saber dónde se encontraría la muerta; sin embargo, a pesar de eso (y por más extraño y contradictorio que fuese), prefería mantener los ojos cerrados y rezar, en vez de estar al pendiente de la ubicación de aquel monstruo. Sin duda, una decisión un tanto inusual que alguien en circunstancias similares no tomaría, excepto él. Y no es que el joven no fuese alguien valiente, no era ese el caso, lo que sucedía es que hacía años que el muchacho no experimentaba un nivel de terror y pánico de esa magnitud. Sólo en una ocasión experimentó algo similar y aconteció cuando tenía 9 años. Y en estos momentos de desesperación y angustia, cuando cerraba los ojos para levantar sus súplicas, las memorias de aquella experiencia, de su juventud le venían a la mente como extractos de una película:

La Sirvienta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora