- Capítulo 36.2 -

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*Para una mayor experiencia en la lectura y un mejor envolvimiento en la escena, reproduzcan el vídeo y lean muy lentamente...*

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Ambos dejaron su lugar especial y se dirigieron a una pequeña casita de dos pisos que tenían en el terreno de atrás, la cual no se usaba; sin embargo, estaba amoblada y su padre la aseaba y cuidaba muy bien.

Al llegar, subieron las escaleras lentamente, agarrados de la mano, para dirigirse al cuarto de arriba. Benjamin abrió la puerta y Samantha observó la habitación.

—Tu padre sí que se esmera -Dijo él, asombrado, al observar lo hermosa que estaba la habitación.

Se dieron cuenta de que la cama estaba adornada con unos cuantos peluches de Samantha de cuando era niña. Eso la llenó de nostalgia y sus ojos se cristalizaron, dando señal de que querían soltar lágrimas por los recuerdos y la felicidad. Habían velas escendidas alrededor del cuarto y ambos sonrieron. Todo estaba muy bien cuidado y arreglado, como si hubiera sido preparado a propósito para una ocasión especial...

—¿Dónde están los muchachos? -Preguntó Josephine, extrañada, mientras veía televisión en el sofá, abrazada por su esposo.

—Ellos están bien -Contestó él, mientras no paraba de sonreír —Uy, mira eso...

Los dos se acercaron hasta eliminar los metros, centímetros y milímetros que habían entre ambos; y él, sin vacilar, tomó sus mejillas y la besó, llevándola a la cama a besos.

Sentados, él abrazaba los labios de ella con los suyos, mientras retiraba su blusa con cuidado

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Sentados, él abrazaba los labios de ella con los suyos, mientras retiraba su blusa con cuidado. Ella le quitó la camisa lentamente y ambos se miraron, sus corazones latían a mil, estaban nerviosos y sonreían por eso; pero eso no fue impedimento para ninguno de los dos, pues, siguieron...

Esta era la primera vez de Samantha; la primera vez que ella experimentaba esta combinación de emociones y sensaciones; y él lo sabía, así que la trataba con mucha delicadeza y cuidado, así como ella lo era y siempre había sido desde que se conocían.

Él la acostó y retiró su short con cuidado, luego ella le ayudó con su pantalón

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Él la acostó y retiró su short con cuidado, luego ella le ayudó con su pantalón. Sentía temor y él lo sabía, lo sabía por la manera un poco rustica y forzada en que ella le acariciaba los hombros, así que decidió calmarla con leves besos en la frente, bajando por su nariz y luego en ambas mejillas.

—Todo estará bien... -Dijo, en voz baja. Al oír su voz, al escucharlo decir eso de esa manera, al oír esas palabras, mirándolo a los ojos, se sintió segura y confiada. Él pudo notarlo, al sentir cómo sus manos acariciaban de manera fluida y suave su espalda.

 Él pudo notarlo, al sentir cómo sus manos acariciaban de manera fluida y suave su espalda

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Ya no eran niños de trece y quince años; ni de dieciséis y dieciocho años. Eran adultos. Tampoco eran amigos o compañeros de trabajo. Ahora, eran algo más, mucho más... Y ambos lo habían descubierto y ya no podían negarlo más...

El cuarto se llenaba de suspiros, la respiración de ambos estaba agitada

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El cuarto se llenaba de suspiros, la respiración de ambos estaba agitada. A sus mentes llegaban recuerdos de cuando eran pequeños. Los momentos cuando corrían por el campo, juntos. Cuando ambos montaban caballo y se divertían. Cuando bromeaban y reían. Cuando jugaban a las carreras y se caían...

De pronto, Samantha recordó aquél beso; aquél beso perdido en su memoria, el cual había sido olvidado por la crueldad del tiempo... 

Fue así, como ella finalmente había descubierto algo que había estado en su interior por mucho tiempo; pero, por mantener la mente ocupada, no lo había notado, hasta ahora...

—Te amo... Estoy enamorada de ti... -Confesó ella, mirándolo a los ojos —Mi Benny...

—Yo también te amo -Contestó él, sonriéndole dulcemente —También estoy enamorado de ti, mi Sammy... Estoy desesperadamente enamorado de ti. Siempre lo he estado...

Y así fue, como aquella noche habían experimentado y sentido cosas que nunca antes habían hecho entre los dos. Así fue, como esa noche se convertiría en la aventura más importante de ambos. Una noche tan especial, en la que descubrirían que entre ellos había mucho más que amistad; que ya no eran amigos, sino que, estaban destinados a ser algo más...

Ahora se hallaban completamente desnudos. No había vuelta atrás, tampoco querían regresar. Simplemente, dejaron de pensar y se dejaron llevar por el momento, por sus emociones, por sus sentimientos, por lo que ellos querían...

Besos, caricias, suspiros y más... En eso se podía resumir la noche. No tuvieron sexo ni hicieron el amor. Lo que habían hecho, era mucho más que eso. Esa velada, ellos dos, esas dos almas, enamoradas el uno del otro, le habían enseñado al amor a cómo amar de verdad...

Y fue así, como decidieron aceptar sus destinos, el cual era uno solo:

Estar juntos por siempre...

La Sirvienta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora