- Capítulo 3 -

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Finalmente habían llegado a las calles de Montreal. El recorrido desde el aeropuerto hasta las calles de Québec le permitió a Samantha meditar y planear las preguntas que le haría a la señora Adeline Rousseau. Pero, mientras más se acercaban a su destino, más nerviosa e insegura se sentía...

—¿Y si la señora Rousseau se niega a querer responder mis preguntas como lo hizo con todos los reportes que lo intentaron? ¿Y si en verdad ella no sabe nada al respecto y yo estoy actuando como una completa tonta al querer fantasear que algo extraño ocurrió y ella lo oculta? -Preguntó, nerviosa —Digo, muchos reporteros importantes fueron a entrevistarla y ella les negó la visita, ¿quién soy yo para que ella sí me regale una oportunidad? -Eso último hizo que Benny frenara de golpe.

—¡Benny! ¿Qué te pas...

—¡Samantha! -Exclamó él, molesto. Ella entendió que no le gustó lo que dijo —Mira, escucha: En caso de que todo sea una mentira y hayamos hecho este viaje para nada, no me importa. Si resulta que la anciana de rosa...

—Rousseau...

—Qué importa -Respondió, alterado —Si resulta que la anciana Rousseau te niega la entrevista y al final de esto gasté mi dinero alquilando este auto, no me importa. Pero lo único que sí me importa -Comentó, mirándola fijamente a los ojos como un padre regañando a su hija —Lo único que sí me molesta es que te creas inferior a todos ese montón de fracasados. Tú no eres menos que ellos, y no permitiré que te menosprecies a ti misma. ¿Entendido?

Samantha, al sentirse regañada, comenzó a reírse, al igual que Benjamin.

—Gracias, Benny. Me subiste los ánimos. Ya no me siento tan nerviosa.

—Tranquila. Para eso los amigos.

El resto del viaje se fue en risas y buenos ánimos.

Antes de llegar al hogar de Adeline, Benny se bajó un momento para comprar bocadillos. Samantha se sentó en el puesto del conductor, era su turno de conducir. Mientras Samantha repasaba sus preguntas y releía su informe, un sujeto en su auto se paró al lado de ella.

—Qué buen auto tienes. ¿Te gustaría una carrerita, nena? -Dicho eso, hizo rugir el motor de su auto.

—Este auto no es mío, y es alquilado

—Vamos, sólo hasta el siguiente semáforo.

—Aish... simplemente desaparece -Respondió ella, sintiéndose fastidiada.

Luego llegó Benny con las bolsas, y enseguida se dio cuenta de lo que pasaba.

—Amor, ya llegué. Aquí están los bocadillos -Dijo él, acercándose al puesto del conductor.

—Gracias mi cielo -Respondió ella, tomándo las bolsas.

El tipo, al creer que ellos dos eran novios, dijo:

—Bah, al final ni quería -Y se fue.

—Gracias -Dijo ella —¿Por qué no me dejas conducir? -Preguntó.

—Dentro de unos minutos vas a trabajar como reportera, así que necesitas relajarte. Yo conduzco -Respondió él.

Benjamin sabía que tenía como mejor amiga a una modelo de Victoria Secret trabajando como reportera, puesto que el rostro tan juvenil, fino y precioso de Samantha robaba la atención de cualquier sujeto que la miraba. Incluso era centro de envidia de las mujeres. Samantha recibía bullying constante e insultos denigrantes por parte de sus compañeras; pero Benjamin sabía que era porque la envidiaban, ya que le decían: "Fea, horrenda", cuando la realidad era que Samantha era la niña más hermosa del colegio. Tanto bullying y tanto denigre hicieron que ella desarrollara cierta inseguridad y baja autoestima en sí misma; considerándose fea en verdad. Que Samantha se considerara fea, molestaba grandemente a Benjamin, tanto que él le prohibió referirse o llamarse así en frente de él; pero a la vez, le parecía ilógico que ella se creyera eso, puesto que, hombre que la veía, hombre que se enamoraba. De todas maneras, a veces hasta a él le costaba entenderla.

La Sirvienta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora