- Capítulo 11 -

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De pronto, la narración de la historia se vio interrumpida porque Adeline comenzó a toser exageradamente. Darelle bajó apresuradamente por las escaleras con unas pastillas en mano. Samantha y Benjamin no sabían qué hacer.

—¡Señora Adeline! ¡¿Qué sucede?! -Exclamó Samantha, nerviosa por lo que estaba sucediendo.

Darelle se dirigió a la cocina rápidamente y buscó un vaso de agua. Le dio las pastillas a Adeline y junto con el agua, se las tragó. Ella mejoró un par de segundos después.

—Ya... todo estará bien... -Decía Darelle, sentada al lado de Adeline, dando muy leves palmadas a su espalda.

—Disculpenme, olvidé tomar mis pastillas...

—¿De qué sufre, señora Adeline? -Preguntó Benjamin, sin poder evitar formular la pregunta. Sin embargo, ella aún no podía responder bien.

—La señora Adeline sufre de insuficiencia cardíaca desde hace 3 años -Respondió Darelle —Debe tomar una pastilla diariamente o sino tendrá esta tos... -Todos hicieron silencio, hasta que Darelle volvió a romperlo —Creo que lo mejor sería dormir. Adeline debe reposar un rato...

—Discúlpenos, señorita Adeline -Comentó Samantha —Son las once de la noche. Hace rato debimos dormir...

—Oh, no te preocupes, jovencita -Respondió Adeline, dulcemente; mientras subía las escaleras apoyándose de Darelle —Sé que esta historia es importante. Además, contar esto es bueno para las dos -Dijo, riendo un poco.

—Muchas gracias por su ayuda -Dijo Samantha.

—Gracias a ti -Respondió Adeline. Samantha esbozó una sonrisa.

Luego de eso, cada quien se dirigió a su recámara. Benjamin cayó exhausto a la cama, cansado de esta historia. Por otro lado, Samantha se acostó, reflexionando sobre todo lo que había escuchado en esa historia y lo que había pasado en aquél pueblo.

Amelie realmente la había pasado muy mal, y Samantha se estaba tomando esta historia muy personal. Ahora mismo, para ella, esta historia era algo más que sólo una gran oportunidad para asegurar su puesto de trabajo. Era algo más que una historia que le llevaría a su jefe, Robert, para conservar su trabajo en el periódico The Global. Era algo más que una simple historia. En pocas palabras, Samantha había desarrollado una profunda empatía por Amelie.

—Knock knock -Comentó Benjamin.

—¿Quién es? -Preguntó Samantha.

—El monstruo debajo de la cama -Respondió. Samantha rió.

—Entra -Dijo, sonriendo.

—Recuerdo que de niños hacíamos eso -Dijo él, acostándose al lado de Samantha.

—Qué recuerdos... -Contestó ella, nostálgica.

—Oye, Sammy... ¿soy yo, o era el único que creía que Darelle no estaba en la casa?

—Ahora que lo mencionas, la señora Adeline nos había dicho que ella había salido -Respondió ella —Pero, ella debió llegar primero que nosotros. Nos pasamos todo el día en la cafetería -Contestó.

De pronto, se dejaron invadir por el sonido de los relámpagos. La lluvia caía incesantemente por aquellas calles de Québec.

—Siempre amamos la lluvia, ¿no es cierto? -Comentó Benjamin.

—Sí, no hay nada más hermoso que eso...

Para Benjamin, eso no era cierto. Realmente, la lluvia era hermosa; pero, para él, Samantha lo era mucho más. Ella encabezaba su lista. Definitivamente lo hacía. Él, de pronto miró fijamente sus ojos color avellana, y ella miró los suyos.

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