El clima frío iba en descenso en el pueblo de Shellingtoonhood. Las nubes iban oscureciéndose conforme pasaban las horas y la temperatura bajaba anormalmente, rozando los nueve grados centígrados, prometiéndole a los habitantes descender aún más. .
Renard, para combatir el frío y seguir durmiendo con tranquilidad, tuvo que arroparse con múltiples pieles de distintos animales que había cazado.
—Me lleva el demonio. -dijo para sí mismo, refunfuñón, aún sintiendo el frío, pero en menor medida; moviéndose en su cama para encontrar aquella perfecta posición que le ayudaría a conciliar un plácido sueño. Y pesándole los párpados tras unos minutos de intento, finalmente se durmió.
—Jefe... -le trataba de despertar Renaud, con voz baja y nerviosismo de por medio. —Jefe... -volvió a repetir, al ver que no reaccionaba, como si se tratara de despertar a un muerto; hasta que finalmente se paró firme, inhaló algo de aire, tomó valor y lo soltó, exclamando: —¡JEFE!
—¡¡Ah?! -se levantó él, exaltado y sin entender nada. Y después de ver a Renaud de pies a cabeza, vociferó. —¡¿Pero qué demonios?!
—El hijo de Bertram ha muerto, señor. Falleció la noche anterior. -le informó el muchacho sin preámbulos.
La noticia había sido lo suficiente impactante como para hacerle olvidar al viejo su intrusiva visita.
—¿Qué acabas de decir? -le preguntó con completo asombro. —¿Ha muerto? ¿Cómo?
—Ella lo mató, señor. Estoy seguro. El muchacho amaneció desmembrado. Una característica común en sus asesinatos. ‐le contestó. Y Renard, meditando en la noticia, trataba de analizar. —De seguro buscaba a la niña, señor...
—La está buscando. -deducía el viejo. —De seguro se encontró al mocoso mientras trataba de hallarla y aprovechó la oportunidad para matarlo. -y soltando una breve carcajada, continuó. —Ahora sabe que no está en la mansión e irá a otro lado para buscarla.
—Es de suponerse que en algún momento se le ocurrirá ir por usted para recuperarla. -añadió el muchacho.
—Así es. -afirmó, con maldad en sus ojos. —Y cuando aparezca, cuando finalmente esté frente a mí, juro que la recibiré con una sorpres... -con su mano, tanteaba debajo de su cama para tomar su rifle, pero no lo sentía por ningún lado, alarmándolo, hasta que miró a Renaud.
—¿Buscaba esto, señor? -le preguntó él, con su rifle en manos.
—¿Qué haces tú con mi arma, muchacho? -le preguntó, en estado de alerta, pero lo disimulaba mostrándole una actitud serena.
—Ganó, señor. Ella ganó. -le comentó, ignorando su pregunta mientras contemplaba el arma.
—¿De qué hablas? -le preguntó, mientras se acercaba a él, despacio, por si el joven hacía algo. —Dame eso...
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La Sirvienta ©
TerrorLa inquientante historia de un pueblo aislado del mundo, cuyos habitantes desaparecieron sin dejar rastro en la década de los 80', llega a manos de Samantha Bush, una joven periodista cuya profesión peligra con desaparecer. En búsqueda de la verdad...