- Capítulo 13 -

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Ambos chicos finalmente habían llegado a la casa de la señora Rousseau. Benjamin tocó el timbre y segundos después, Adeline abrió la puerta.

—¿Cómo están? Pasen -Saludó, dulcemente.

—Buen día, señora Adeline. ¿Cómo se encuentra? -Preguntó Samantha, cortezmente, entrando a la casa.

—Muy bien, querida. ¡Estoy fresca como una lechuga! -Exclamó, feliz —¿Y ustedes? ¿Listos para continuar con la historia?

—Claro, sería un gusto -Respondió ella.

—Pueden sentarse, saben que están en casa.

—Muchas gracias -Respondieron ambos.

—¿Darelle está componiendo música? -Preguntó Samantha, al escuchar la melodía proveniente del violín.

—Oh, sí. Ella está componiendo música en su violín. Está practicando -Respondió —¿Desean una taza de café o algo?

—Oh, no. Muchas gracias -Respondieron, ambos.

—Entonces... podemos proseguir.

Año 1954... año en que Amelie descubrió la terrible tragedia que había vivido, pero no recordaba. Sus recuerdos habían sido borrados por un golpe exacto en su cabeza. Era tan sólo una niña, una niña de tan sólo 5 años de edad en aquél entonces. Sin embargo, con 33 años de edad, siendo toda una mujer, días atrás había descubierto la verdad de su pasado.

Amelie no entendía muchas de las cosas que había escuchado, debido a que no era una persona culta, así que, aprovechando que no había nadie en la mansión, se las preguntó a su madre adoptiva, esperando respuestas que la sacaran de sus dudas. Paulette comenzó por lo más obvio, diciéndole que pertenecía al exterior.

—Verás, hija mía. Ambas sabemos que no perteneces a este pueblo; pero explicarte de dónde vienes, podría ser un poco más complicado -Respondió Paulette —Espera un momento -Comentó y se levantó del sofá, ya que ambas estaban sentadas  —Acompáñame -Le dijo a Amelie.

Ella se levantó también y le siguió. Paulette la llevó hasta unas escaleras y subieron. Al subir, caminaron por un pasillo y llegaron hasta una puerta. Al cruzar por ella, entraron a un cuarto gigantesco. Estaba repleto de estantes de madera, los cuales estaban llenos de libros, y en el centro del cuarto, había un escritorio. Amelie se quedó impresionada al ver eso, nunca antes había entrado allí, puesto que Bertram les tenía prohíbido a todos entrar, excepto a su esposa e hijos.

 Amelie se quedó impresionada al ver eso, nunca antes había entrado allí, puesto que Bertram les tenía prohíbido a todos entrar, excepto a su esposa e hijos

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—Sé que no puedes entrar aquí... pero, hoy romperemos las reglas -Dijo Paulette.

—Vaya... son muchos libros... -Comentó, impresionada. Paulette se dirigió a uno de los estantes. Tanteaba los libros.

—Por aquí debe estar lo que necesitamos -Decía ella, rebuscando entre los libros —Aquí está -Tomó un gran libro, forrado de color vinotinto —Es esto.

—¿Qué es ese libro? -Preguntó Amelie, curiosa.

—Esto... esto es un libro de geografía.

—Y... ¿qué es eso?

—La geografía estudia -Se tomó un momento para pensar la manera más sencilla de explicárselo —Los continentes del mundo. ¿Recuerdas cuando te enseñé sobre los continentes?

—Sí -Respondió —¿Qué necesito ver, mamá?

—Esto... -Abrió el libro, rebuscó entre las hojas hasta finalmente dar con lo que buscaba —Tú perteneces aquí.

—¿Reino Unido?

—Así es. Es Reino Unido. Su capital es Londres. Y uno de los países que lo conforman es Inglaterra.

—¿Inglaterra?... ¿Yo provengo de ahí?

—Así es, mi niña -Respondió Paulette, cerrando el libro —Aún quedan muchas cosas por saber en este libro. Puedes llevártelo y esconderlo, si quieres.

No importa lo que le dijera Paulette, su madre adoptiva, Amelie seguía conmocionada por todo lo que había ocurrido. Toda la información había sido revelada tan deprisa en su vida, que fue un golpe muy duro para ella.

—Perteneces a una familia muy prestigiosa, hija mía. Mucho más de lo que cualquiera de estos ignorantes pudiesen imaginar. Eres pariente de personas que pertenecen a la realeza -Amelie prestaba mucha atención, entendía un poco lo que era eso. Así que Paulette decidió revelárselo usando lenguajes que pudiera entender —En pocas palabras, eres como una princesa -Amelie abrió los ojos, sorprendida.

—Pero... creí que nadie sabía nada del exterior.

—Muy pocas personas en este pueblo saben algo del exterior, pero Bertram... él posee toda la información necesaria en sus libros -Comentó Paulette.

—Pero... ¿cómo?

—Pues Bertram, es el tátara nieto de Thomas Shellingtoon.

—¿El fundador del pueblo? -Preguntó Amelie, asombrada.

—Así es. Thomas Shellingtoon tenía bajo su poder una gran cantidad de libros... ¡incontables de ellos! -Exclamó Paulette Era un hombre exageradamente misántropo, pero muy culto. Sin embargo, después de sufrir una terrible muerte, la mayoría de sus libros se perdieron en un misterioso incendio -Reveló ella —Esto que ves, esta gran biblioteca, sólo representa el 3% de los libros que tenía antes...

Amelie se asombraba cada vez más, al conocer cada vez mejor el pasado.

—¿Una terrible muerte?... ¿Có-cómo murió? -Preguntó.

—Nadie lo sabe con exactitud. En los libros de Shellingtoonhood, se escribió que murió a causa del incendio. Sin embargo, nosotros sabemos que no murió por esa razón. Su hijo, Ambus, fue el único que sobrevivió -Respondió Paulette. Amelie seguía asombrada por tantas verdades Era un hombre muy culto. Fundador del pueblo. Por ambas razones, su familia se volvió tan prestigiosa en este pueblo. Y mi familia, los Rousseau, fueron los co-fundadores.

—Es decir, señora Adeline... -Interrumpió Samantha —¿Usted también se apellida?...

—Así es. Mi nombre completo es Adeline Rose Shellingtoon Rousseau -Respondió ella.

Tanto Benjamin como Samantha quedaron asombrados. Adeline, a parte de ser la única sobreviviente del pueblo (sea lo que sea que haya pasado en aquél lugar), también pertenecía a la familia de co-fundadores.

Al escuchar un ruido proveniente de afuera, se alarmaron.

—Salgamos de aquí -Dijo Paulette, en voz baja.

Salieron apresuradamente del cuarto. Paulette dejó el libro en su lugar y se fueron de allí inmediatamente.

Bertram subía las escaleras. Amelie tuvo el tiempo suficiente para alejarse del lugar y encerrarse en su cuarto. Bertram saludó a su esposa, pero ella le respondió fríamente, como ya era de costumbre. Luego de eso, se encerró en su biblioteca privada.

Ahora, Amelie comprendía más sobre su pasado. Entendía mejor de dónde provenía, así agarrando más cariño al recuerdo de sus padres. Por otro lado, Paulette no dejaba de sentir culpa y remordimiento cada noche, en la cama. Remordimiento que sentía hasta en sus huesos...

La Sirvienta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora