TE MATARÁN MAÑANA,
DECÍA LA NOTA DE LA DOCTORA BEGBIE.
¿Debería creerle? No. ¿Debería permitir que me atrapen con esta noche y me castiguen por ello? Tampoco, así que me apresuré en hacer el pedazo de papel añicos y escondí la evidencia en mi sostén, haciendo lo mismo con las pastillas.
La nota también albergaba la promesa de sacarme de este infierno, una ilusión que he pensado las veces necesarias para contarlas con mis dedos.
Pero sería... libre.
¿Qué me garantizaba que la doctora Begbie no era otra aficionada que despreciaba a los psi y buscaba meterme en otro campamento o algo mucho peor, aun así? Nada. No había nada que pudiera demostrármelo, ni tampoco me encontraba favorecida con una lista de opciones, así que arriesgarme era lo único que podía hacer si quería sobrevivir.
Me miré las manos y fruncí el ceño. He pasado seis años en Thurmond, he visto este lugar crecer y prosperar rebosante de niños psi. Vi a las FEP sacar a los Amarillos, Naranjas y Rojos del campamento para nunca ser vistos jamás. He pasado días amarrada al poste del Jardín bajo la lluvia y bajo la nieve, he llorado y he callado. He olvidado el sonido de las voces de mis padres, el sonido de mi risa, de mi voz cuando era feliz.
He olvidado lo que era estar feliz.
No tenía esperanzas de volver a serlo una vez que salga de Thurmond, no. Este sitio me quitó la habilidad de soñar. Pero algo sí sabía con certeza.
Sobreviviré, ya sea de alguna forma u otra.
—Vas a volver a tu cabaña —me informó un oficial de las FEP que apareció repentinamente frente a mí, sobresaltándome—. Ahora mismo. Acompáñame.
Hice mis manos puños me sentí temblando, preocupada de que se notara los espasmos de mi mano izquierda y con la mandíbula apretada, seguí al oficial de las FEP lo más rápido que mis piernas me permitían.
Casi gruño al sentir debilidad en mis rodillas, incapaces de sostenerme completamente, pero no iba a permitir quedarme una noche más en la Enfermería. Las cosas que podrían hacerme estos doctores desquiciados era incluso más horrible que la amenaza de matarme.
Durante el primer año de Thurmond, los primeros psi que fueron traídos al campamento—los Conejillos de India—fueron sometidos a incontables sesiones de electrochoques y terrores cerebrales merecedores de una película de horror. Los científicos buscaban una forma de eliminar las mutaciones en los niños—rehabilitarlos—, aunque lo único que consiguieron fue incrementar sus deseos de morir. Los rumores que corrían por las esquinas del campamento eran tan sádicas y cínicas que provocaban náuseas y ganas de llorar.
Me daba alivio haber sido parte de la segunda oleada de niños psi que llegó al campamento.
La llovizna de la noche me dio la bienvenida cuando salimos de la enfermería. Respiré hondo el aire húmedo y me apresuré para estar a la altura del oficial de las FEP y evitar un sermón o un empujón que me deje tirada en el barro. Lo siguiente que vi fue la Torre, un pedazo de edificio que se alzaba de entre el círculo de cabañas que habían colocado para mantener monitoreadas las diferentes áreas de cabañas, y las que siempre estaban más cerca de la Torre eran las de los Naranjas y los Rojos porque eran los más peligrosos y querían tener un ojo sobre ellos. Sin embargo, tuvieron que mandar a los Rojos a un extremo más alejado del campamento cuando un Rojo incendió una de las cabañas.
Tiempo después, los Amarillos, Naranjas y Rojos desaparecieron de Thurmond.
Otro propósito de la Torre era mantener vigilada la Alambrada, sin importar que los propietarios le daban un mantenimiento diario y siempre estaba en perfecto estado, equipado con el voltaje suficiente para electrocutarte al mínimo roce.
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Game of Survival | The Darkest Minds
Ciencia Ficción[HISTORIA BASADA EN LOS LIBROS, NO EN LA PELÍCULA] Vivianne McClean era una chica que soñaba a lo grande, dispuesta a tener su propia compañía de revistas, siempre carismática y amable, de gran corazón y siempre ahí para ayudar a los demás. Claro, t...