Capítulo 38. La mente maestra

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      EL CANSANCIO PUDO CONMIGO Y CAÍ COMO EL BENDITO OSO HIBERNANDO EN EL QUE HE ESTADO PENSANDO Y ENVIDIANDO

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EL CANSANCIO PUDO CONMIGO Y CAÍ COMO EL BENDITO OSO HIBERNANDO EN EL QUE HE ESTADO PENSANDO Y ENVIDIANDO. Para cuando Ruby me despertó, el sol ya estaba en alto y Andy se paró a unos kilómetros antes de la parada en Richmond, relatando una lista de carreteras que debíamos evitar si queríamos viajar seguro. Me tomé la molestia de agradecerle y de sonreírle con ganas, porque ahora no puedo ver al hombre sin pensar en mi abuelo Tobby, y Ruby le prometió que trataría de encontrar a su nieto. Le dijo que tenemos un plan, algo grande, y eso fue lo único que necesitó el anciano para suspirar en alivio, como si llevara años esperando que alguien le dijera lo mismo. Cuando nos cerró las puertas, sonreía y sus ojos brillaban felices.

Para Andy era un nuevo día y, quizás, uno en el que estaba más cerca de estar con su nieto.

Por fin Ruby me permitió robarme un auto. Prácticamente daba saltitos de emoción cuando encontramos un Volkswagen y al arrancarlo y escuchar su motor, estaba tan eufórica que me inspiré en cantar en el camino a Wilmington, Carolina del Norte, siguiendo las instrucciones de Cole para llegar a la casa de sus padres. Estaba en un barrio llamado Dogwood Landing, cerca de un campus universitario dentro de una tranquila cuidad con bosques congelados y varios solares baldíos llenos de demacrados carteles de "SE VENDE". Me tomé la libertad de aparcar en uno y nosotros salimos hacia el aire frío de afuera a seguir el camino a pie.

El corazón me martillaba a medida que nos encaminábamos por las hileras de casas, acercándonos a la de los Stewart escondida dentro de un bosquecillo. Me encontré súbitamente nerviosa, sin saber qué rayos podríamos decirle a la madre de Liam cuando se dé cuenta que solo venimos por él en busca de una bendita memoria USB que resulta ser la clave de todo este endemoniado embrollo. La ansiedad comenzó a crecer cuando estuvimos junto al pórtico, escondidos desde un ángulo en el que podríamos ver si había cámaras de las FEP o guardias del Gobierno postrados cerca del lugar, dado que el Sureño era uno de los favoritos del presidente.

Pero la casa parecía abandonada y un miedo comenzó a tomar forma dentro de mí al pensar que Liam no ha vuelto y que sus padres ni siquiera están ahí.

—Tal vez fueron a buscar comida —sugirió Jude. Casi pensé en hacer una mueca de ternura.

—¿Buscar comida a las cuatro de la tarde de un lindo jueves? Sí, te creo, niño.

Me enderecé y di la vuelta, queriendo borrar esa sonrisa arrogante del rostro de Vida.

Maldita sea.

—Hola, Fueguito. Líder —asintió ella en dirección a Ruby, que la miraba como si quisiera volarle la cabeza. Luego Vida me tomó del hombro y me empujó al suelo para volver a agacharnos—. Y la próxima vez, queridas amigas mías, asegúrense que el botón de rastreo de Judith esté fuera de su camisa, ¿quieren?

Y entonces uní las piezas.

—Y los rastreadores de los Amarillos están envueltos en goma, para que no se echen a perder. —Miré a Ruby—. Por eso no se dañó cuando descompuso el auto.

Game of Survival | The Darkest MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora