Capítulo 22. Tal vez podría ser aquella Vivy una vez más

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    AL CAER LA NOCHE ENCENDIERON UNA GRAN HOGUERA EN EL CENTRO DE TODAS LAS CABAÑAS y casi junto a la mía unos muchachos habían colocado una mesa para servir la cena en ollas eléctricas de cocción lenta

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AL CAER LA NOCHE ENCENDIERON UNA GRAN HOGUERA EN EL CENTRO DE TODAS LAS CABAÑAS y casi junto a la mía unos muchachos habían colocado una mesa para servir la cena en ollas eléctricas de cocción lenta. Como no estábamos en Thurmond, no existían alarmas para avisarnos la hora de comer, pero sí cencerros y cuando uno de ellos sonó cerca del puesto de guardia que comparto con Liam, dejamos a un chico para vigilar por nosotros mientras íbamos por nuestra cena.

Debo admitir que me moría de hambre y no esperé a que llegara Ruby para devorar mi comida, como lo hacía el Sureño. Chubs estaba a mi lado con una expresión incómoda, escudriñando a los niños pequeños que correteaban de aquí para allá entre risas, se lanzaban los cuencos de plástico vacíos y desaparecían entre los árboles, aun riendo fuertemente. Mientras escuchaba al Parlanchín murmurar cosas sin sentido, seguí comiendo mi enchilada.

—¿Dónde crees que vas? —le preguntó Liam en cuanto vio que nuestro amigo el malhumorado se alejaba.

—He leído El Señor de las Moscas como para saber de qué va todo esto —respondió él, señalando a su alrededor para hacer énfasis a lo que se refería—. Todos bailan junto a la hoguera, se pintan la cara, alaban la cabeza de un cerdo decapitado...

Liam carcajeó fuertemente, pero Chubs estaba completamente serio. Yo sonreí.

—Definitivamente no es lo mío, amigo, y... ¡Miren, Ruby viene! Pueden disfrutar la degeneración humana sin mi presencia. Si me disculpan, me voy a leer.

Chubs pasó junto a Ruby, ignorando las miradas preocupadas de la chica y Liam le explicó que simplemente nuestro chico Verde no quería estar rodeado de tanta gente.

—Yo lo entiendo —me encontré diciéndoles y ellos me miraron—. Quiero decir, llevamos viajando solo nosotros cinco, sin ayuda de nadie, solos. Cuesta un poco acostumbrarse a tanta... vida.

Mis dos amigos no dijeron nada mientras encontrábamos un espacio entre los troncos reunidos junto a la hoguera y nos sentábamos. Tomé mi botella de agua y le di un sorbo.

—Oigan, ¿y Zu? —nos preguntó Ruby y yo señalé al otro extremos de la hoguera, donde ahí estaba nuestra Amarilla riéndose junto a un grupo de niños de su edad—. ¡Oh Dios mío!

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—He visto a esa niña antes, la de la trenza larga junto a Zu —Ruby nos miró a Liam y a mí—. Eran compañeras en el campamento y la noche que escaparon de Caledonia terminaron separándose...

El Sureño sonrió.

—Bueno, eso explica por qué estaban rodando en el suelo cuando se vieron.

—¿En serio? —Ruby también se reía.

—Parecían dos cachorros revolcándose —asentí—. ¡Eh, Zu, ven acá! ¡Y trae a tu amiga!

Zu prácticamente vino hacia nosotros dando saltitos de la mano con su amiga asiática. Me resultó tierno notar que la niña era unos centímetros más alta que nuestra Amarilla, y tampoco pasé por alto le hecho de que usaba el vestido rosa que Ruby le consiguió.

Game of Survival | The Darkest MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora