Capítulo 54. Tic-tac, tic-tac

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    USUALMENTE, LA SOLEDAD DE UNA CUIDAD O UN PUEBLO NO ERAN PROBLEMA AL VIAJAR, NO CUANDO YA ERA CONOCIDO QUE EL SITIO ESTABA DESIERTO

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    USUALMENTE, LA SOLEDAD DE UNA CUIDAD O UN PUEBLO NO ERAN PROBLEMA AL VIAJAR, NO CUANDO YA ERA CONOCIDO QUE EL SITIO ESTABA DESIERTO.

Burbank, California, no era lo mismo.

Esta cuidad, comparada con la mayoría del país, era la que más activa había estado en los años previos, con numerosas empresas y oficinas y cuarteles generales, y muchas otras ciudades y pueblos cercanos compartían su infraestructura mediante fusiones y acuerdos.

Ahora, sin embargo, era una ciudad fantasma. Todos mis sentidos estaban en alerta, y bajo la presión del momento, mis espasmos se volvieron molestos. Se convirtió en un impulso nervioso revisar el espejo retrovisor de mi lado de copiloto para confirmar una y otra vez que el coche de Liam nos seguía. Para asegurarme de que nadie más estaba tras nosotros. La acción me recordó a viajes en busca de East River dentro de Betty, los Rolling Stones cantando en la radio y Zu trabajando en sus matemáticas.

La diferencia de aquel entonces y el ahora, era que nuestra compañía no era placentera.

—Esto no me agrada para nada —masculló Cole en los asientos traseros, sentado junto a Clancy. Este último estaba atado de manos y al cinturón de seguridad, con una capucha tapando su cabeza y dejando sus piernas amarradas al metal debajo del asiento.

—No hay ni un alma aquí—asentí con la mandíbula apretada.

—¿Percibes algo?

Negué con la cabeza.

—Gira a la derecha en la próxima esquina —le dijo Cole a Ruby.

Y luego...

—¡DETENTE! —grité justo cuando una camioneta militar chocaba con la Ford Explorer de Liam.

Ruby frenó, el cinturón ahorcándome en el proceso, y el estruendo de cristales quebrándose y metal estrellándose contra el pavimento le dio un vuelco horrible a mi corazón. La Ford giró y quedó sobre sus cuatro ruedas, pero se inclinó hacia un costado de manera peligrosa antes de volver a quedar sobre cuatro ruedas en el suelo.

Los chicos...

Cole gritó. O eso creí oír. No era un sonido humano, pero era un sonido que reconocí de todas formas. Era la mezcla de un grito y un rugido de absoluta cólera. Yo ya estaba pisándole los talones, el corazón en la boca, cuando Cole abrió su puerta para salir.

Cole cerró su mano derecha en un puño y el Humvee militar estalló en llamas de adentro hacia fuera.

La onda explosiva destruyó ventanas cercanas y envió a los soldados contra el pavimento. Cole ya estaba en movimiento, desenfundado su arma y apuntando directamente a la cara de un soldado. Disparó. A otro le quitó el casco y lo atacó a puñetazos limpios, disparó otra vez a ciegas y un soldado más cayó. Yo sólo pude ver cómo arrasaba con todos y todo, convertido en una completa máquina de matar, los soldados cayendo uno por uno como pinos de boliche hasta no quedaba nadie más.

Game of Survival | The Darkest MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora