Capítulo 5. Nada estaba bien

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MAMÁ ESTABA EN LA COCINA PREPARANDO ALGO CON EL ABUELO TOBBY MIENTRAS QUE PAPÁ, EL TÍO RENOLD Y YO JUGÁBAMOS MONOPOLIO. Verles la cara al tío Renold y a la tía Cassidie creó una presión en mi pecho, recordándome que hace seis años mi primo Harold murió justo frente a mis ojos. Pero la herida ya no dolía tanto como solía su pérdida, sentía una tristeza pasajera al recordar que mi primo no tuvo que pasar lo mismo que yo.

Estaba con mi familia luego de años separados, sin haber pensando en ninguno de ellos. Al fin, estábamos reunidos otra vez.

Y como si nada hubiese pasado.

Observé a papá carcajear echando la cabeza hacia atrás por algo que dijo el tío Renold. Verlo reír me hizo sonreír por igual. En la cocina, el abuelo Tobby y mamá se peleaban por lamer la cuchara y en ese mismo instante la tía Cassidie entró por la puerta principal con los brazos llenos de bolsas de supermercado. Papá y mi tío fueron a socorrerla riendo levemente. Luego, y muy pronto, todos los adultos—a excepción del abuelo Toby—tenían una botella de cerveza en la mano.

Me levanté del suelo y caminé sin ningún rumbo alrededor de la sala de estar, olfateando el familiar aroma a almendra que a mi abuelo tanto le gustaba y me detuve frente a nuestra repisa de fotos. Observe todas las fotografías, sonriendo de vez en cuando al recordar dónde y cuándo las habíamos tomado.

Había una mía de meses siendo cargada por su padre mientras él tenía el inmenso bosque detrás de él, siempre sonriente. En otra yo tenía seis años y mamá había ganado un premio de cardiocirujana. Amaba aquel vestido blanco con puntos violeta.

Ahora estábamos todos reunidos en el patio trasero, con papá y el abuelo cocinando salchichas y hamburguesas en la parrilla mientras mamá y mis tíos chismoseaban como tres vecinas que llevaban cinco horas sin verse. Sentada un poco apartada de ellos, me di cuenta de que no me sentía molesta ni resentida por el pasado, sino en calma, pacífica.

Mi familia aceptaba lo que era, sabían que no lo podía cambiar y me querían aun así. Y eso estaba bien.

Y así fue como me di cuenta de que esto era una pesadilla. Porque todo estaba bien.

En mis sueños, nada lo estaba, nada era color de rosa y alegría. No, en mis pesadillas siempre había violencia, algún tipo de tortura emocional que me llevaba a mi estado de humor de siempre: callado, apartado de todo lo demás por el simple hecho de no querer convivir con ellos.

Por tanto, cuando desperté, lo hice de manera tan brusca que terminé casi abriendo la puerta trasera accidentalmente.

Y luego me fijé en el follaje a mi alrededor, la rapidez con que el auto andaba por la carretera y los arboles que parecían difuminarse entre sí y verse como una gran nube verde. Observé el sol, tan brillante y en sus primeras horas de la mañana...

Estoy afuera. En la maldita carretera.

Dios, incluso a través de la ventana podía sentir el calor del sol. Y de pronto sentía ganas de llorar.

—También despertaste, Vivianne. ¡Bien!

Pegué un brinco en mi lugar, totalmente tomada por sorpresa.

La doctora Begbie me miró desde el retrovisor... y Ruby Daly se asomó desde el asiento del copiloto para observarme.

Parpadeé, genuinamente sorprendida.

—¿Qué está...? ¿Qué hace Ruby...? —sacudí la cabeza un poco, tratando de organizar mi mente—. ¿Doctora Begbie...?

—Oh no, cariño, llámame Cate —sonrió la mujer—. ¿Por qué no me dejas explicarte?

Game of Survival | The Darkest MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora