Capítulo 06: Ahora Y Siempre, Tuya.

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Capítulo 06: Ahora y siempre, tuya.

Agosto 10 del 1899

Suelto una gran carcajada mientras lo veo ordeñar a su vaca Dora. Está es inquieta y por lo visto, no le es de mucho agrado que le estén tocando.

— Vamos cariño. Solo es un poco de leche. — gruñe.

— Empezaré a sentirme celosa de que trates mejor a tus animales que a mí. — me cruzo de brazos.

El limpia el sudor de su frente y se pone de pie para acercarse a mí, su brazo envuelve mi cintura y choca sus labios contra los míos.

— Pídeme lo que quieras y yo te lo daré, princesa.

De manera sensual y tentadora, lamo la piel sensible de cuello que reacciona de inmediato a mis provocaciones. Mis dedos juegan curiosos por su camisa desgastada y empiezo a desabotonarlo.

— Sabes que quiero en estos momentos, granjero. — mordisqueo el lóbulo de su oreja y ambos sentimos vibraciones por todo el cuerpo. — A ti, desnudo bajo mi cuerpo, con tu miembro erecto, penetrándome de esa manera única en que tú lo haces.

No tengo que ni siquiera repetirlo, pues a una velocidad sobrenatural Darío me empuja contra la pared de madera del establo, debajo de nosotros hay montones de paja, el sonido de los animales alrededor ni siquiera es molesto. Sus grandes manos levantan mi vestido, sujetan mis piernas para posicionarla a la altura de sus caderas. Quiero tomarlo del cabello y aferrarme a él, sin embargo, decido que sea él quien tenga las riendas de nuestro encuentro.

Lo que sigue después son continuos besos, suspiros y gemidos llenos de placer. Me hace el amor a su manera, acariciándome como si fuera la criatura más preciosa que alguna vez hubiese visto, como un pedazo de cristal delicado y fino. Me trata con tanto aprecio que embarga mi pecho.

Más tarde caminamos por el campo, nuestras manos entrelazadas mientras rio por sus chistes nada graciosos. Es que en verdad es muy malo contando algo de humor.

— Vamos adivina otro. — revoleo los ojos mientras el continúa insistiendo. — ¿cuál es el colmo de un murciélago?

Finjo pensar en la respuesta aunque no tenga ni la menor idea. — ¿Cuál es?

— Qué se le suba la sangre a la cabeza. — Me sonríe y casi quiero golpearlo por ser tan tonto. — Oh vamos, ese sí te dio risa. Puedo ver las comisuras de tus labios esbozando una sonrisa.

— Definitivamente como inventor de chistes te morirías de hambre. Sigue inventando cosas, no chistes, granjero. — Aunque en realidad disfrutaba de sus malos cuentos, me mofaba de él cariñosamente.

— ¿Cuál es el colmo de un vampiro?

— Que este muerto pero parezca vivo. — contesto y él sacude su cabeza.

— Los vampiros no tienen colmo. —— Frunce el ceño acariciando su barbilla. — Tienen col... Millos.

— ¡Ay por lo que más quieras!

Suelta una carcajada dándome vueltas con los brazos y luego se echa a correr, lo persigo sosteniendo el largo de mi vestido, llegamos hasta un gran campo lleno de margaritas, miles y miles de flores por doquier.

Darío se echa al pasto metiéndose entre las grandes plantas, el cielo está completamente despejado de no ser por una gran nube pomposa, hermosa y singular. Me recuesta a su lado, ninguno de los dos lleva los medallones por lo que en estos momentos cualquiera sabría de nuestra existencia, nuestra piel parece porcelana, irreal y demasiado sensible, de tan solo tocarme sabrían que no soy humana y nuestros ojos brillan de un rojo intenso, tan profundo como la misma sangre.

El Despertar de AudreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora