Capítulo 05: Reina De Corazones
Mayo 20 de 1899
Suelto un chillido en cuanto vuelve a hacer eso con su nariz. Quiero gritarle que pare pero es una tortura deliciosa y hermosa. Me giro para tomar el control de su cuerpo, beso sus labios apasionadamente y gimo contra su boca cuando dejo caer mi peso contra su falo endurecido.
Me siento colocando las palmas de mis manos sobre su pecho desnudo, él permanece allí mirando y acariciando mis curvas, sus manos son extrañamente suaves y rudas a la vez, son grandes y tiene dedos gruesos que hacen locuras placenteras en mi interior. Toma mis senos pellizcando mis pezones y empiezo a moverme, mis caderas se contornean en forma de círculos luego de arriba hacia abajo una y otra vez, me inclino hacia delante ahora mis manos van a la altura de su cabeza y la agacho para hundir el rostro en el arco de su cuello, gimo más fuerte y empiezo a sobarme en él con más rudeza, sujeta mi trasero y me empuja, es un trabajo de los dos. Hacer el amor con este hombre siempre se vuelve mágico y espectacular, me toma y hace suya a su manera, una manera tan cautivante que me deja atrapada.
Hago lo mismo con él, es como si me esmerara porque el sintiera tanto placer como yo. Al ser Nosferatus, no nos cansábamos, pasábamos horas en la intimidad doblegándome a tanta sensualidad al sudor que el sexo causaba en nosotros. Solía ser una mujer rápida e insaciable en la cama, me satisface disfrutar del sexo y llegar al punto en donde los dos nos liberábamos. Pero con Darío era más, mucho más, no era solo tener orgasmos, era besarnos hasta no casarnos, era tocarnos en cada maldita oportunidad que hubiera, era seducirlo, sentirlo y aferrarme a él en cuerpo y alma.
Sentí aquellas conocidas vibraciones en mi interior, mi sexo hinchado siendo compartido con su miembro que seguía penetrándome con rudeza. Mis uñas se clavaron en sus hombros, causándole dolor y lastimándolo aunque a él no le importase. El orgasmo invade mi cuerpo, grito y lo rasguño disfrutando de la sensación tan placentera. Lo siento venirse en mi interior gruñiendo y susurrando mi nombre con su voz ronca.
— Audrey. — ¿Como hacía para hacerme temblar con solo pronunciar mi nombre? Sigo meciéndome, ralentizando mis movimientos hasta que nos detenemos. Le sonrío y beso la comisura de sus labios.
— Si esto es morir, agradezco tanto estar muerta. — su pecho tiembla ante la carcajada que suelta, no recordaba reír tanto como lo he hecho en los últimos meses.
— Supongo que yo también. Si mi eternidad será así de bella, jamás volveré a quejarme de ser un vampiro. — ignoro el hecho de que está hablando de nosotros en futuro, me gusta vivir el día a día pero no me atrevo a aceptar que he soñado con un mañana juntos, con despertar viendo su rostro. Es difícil controlar mis sentimientos, intento ser dura y fría conmigo misma, sin embargo, Darío tiene un poder de convencimiento más fuerte, basta solo con rozar sus dedos sobre la superficie suave de mi piel y mis hormonas se dispersan juntas me vuelven una embelesada mujer. Y no quiero que esto que ambos sentimos me vuelva débil, no quiero.
— ¿No te gusta ser un nosfe... Vampiro?
— No me quejaría si fuera humano. — aguanto la mueca de asco ante aquel comentario y me acurruco a su lado.
— Te das cuenta que si fueras humano jamás me hubiese fijado en ti ¿verdad?
— Hubiera tenido una muerte gloriosa. A manos de la mujer más hermosa del planeta. — vuelvo a sonreír de manera boba.
— Eso no te lo discutiré. — olfatea mi cabello y cierra los ojos.
— Me encanta como huele, es como un olor dulzón de rosas, coco y una pizca de lima.
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El Despertar de Audrey
VampirHan pasado ciento dieciocho años, más de un siglo en el que permanecí dormida, sin sentir aquel dolor que me embargo por mucho tiempo, dejando que el tiempo transcurriera, que los años pasaran por encima de mi hasta el día de mi despertar. Pero n...