Capítulo 26

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AHORA

— ¿Vas a comerte eso? - Pregunta Lu refiriéndose a mi sándwich. No lo he tocado desde que me lo dieron, exactamente hace una hora.

Simplemente se lo doy. No tengo hambre. Sé que no debería pensar en él, pero últimamente mi cabeza lo imagina en todos lados. Hasta a veces me cuestiono si mi compañera de cárcel realmente lo vio.

Tengo que ser muy cuidadosa, si alguien supiera lo que pasa en mi cabeza me tendrían encerrada como una loca.

— ¿Te encuentras bien?

Vuelvo a la realidad. Tengo que mejorar, o al menos que parezca. De esa forma podré salir de aquí. Hace mucho no veo a mis padres. Es decir, hay hora de visitas, pero la doctora Morguet les dijo que ver a alguien podría perjudicar mi estado mental. Por lo tanto, vienen cada mucho.

— Necesito descansar. - Digo con una sonrisa vaga.

Es irónico ya que no ha pasado mucho desde que me despertara. Pero supongo que es más un descanso mental que otra cosa.

Mi corazón se detiene en el segundo que veo mi cama. Me acerco lentamente y verifico que no haya nadie en el dormitorio. Nada, no hay señal de nadie. Lo agarro con mis manos, y mis ojos se cristalizan.

"— ¿Seremos amigos para siempre? "

"— Siempre."

¿Cómo llegó aquí? No lo llevo puesto desde... Desde esa noche.

— Dios, que bueno que no comiste ese sándwich, estaba delicioso... - Suela Lu al entrar a nuestra habitación.

— ¿De-De donde sa-sacaste esto? - Pregunto sin voltear.

Pone los ojos en blanco. — Ya te lo he dicho, mi amigo Evan pasó por aquí.

No puedo lidiar con los problemas de una niña cuando ni yo puedo controlar mis propios demonios. — Lu, Evan no es real. - Digo con un tono molesto.

Detesto tratarla así, pero no tuve que haberle contado de quien era él. De no haberle dicho no estaríamos discutiendo ahora, de seguro su balón tendría otro nombre.

— ¡Sí lo es!

Tengo que ser inteligente. — Bien, si es así... ¿Cómo es posible que solo tú lo veas?

Se calla. No sabe que decir.

— No lo sé. Tal vez solo para molestarme.

No quiero discutir con ella. Pero más allá de que sea delicado este tema, para mi claro, no puedo permitir que ella lo sufra también. Alucina con gente que no está, y no es solo con esta clase de Evan. Es solo una niña, ni siquiera ha vivido.

— Ahora respóndeme tu esto... ¿Si estoy loca, como es que ese collar está ahí? - Pregunta dirigiendo su dedo a mi cama.

No lo sé. Hay millones de posibilidades, ese collar estaba guardado en mi casa. Luego de aquel episodio en el puente, sentí que no podía vivir con ese regalo puesto. Sería una hipócrita. ¿Dónde quedó el "amigos para siempre"?

No contesto, si ella dice la verdad. Lo cual lo deseo con muchas ganas, debe haber alguien más que haya visto a este chico misterioso.

Sé que estoy poniendo la poca libertad que tengo en juego al hacer esto, pero la realidad es que ya no tengo nada más para perder.

Salgo del dormitorio y comienzo a preguntar a cualquiera que vea si han visto a un chico de ciertas características. No puedo llamarlo por su nombre, tanto el personal del lugar como las enfermeras saben porque estoy aquí. Necesito ser disimulada.

Pasa media hora y nadie ha visto nada. Sabía que sería inútil.

Me siento fatal, y más aún porque en el fondo le creo a Luli. Pero eso es imposible.

Doy al destino una última oportunidad y me dirijo a la recepción. Por suerte, hay una novata detrás del escritorio. Hoy no está la misma mujer de siempre, ella si sabe por quién no debo preguntar.

— Eh hola. - Digo tímida.

Se ve amigable, espero que así sea. Lleva su cabello oscuro atado y tiene puesta unas gafas, se las saca al verme.

— ¿Se te ofrece algo? - Dice seria.

Dios, ¡Claro que se me ofrece algo! ¿Para qué creé que vine? ¿A tomar un té? Ya me cae mal esta mujer.

No puedo evitar borrar mi sonrisa persuasiva cuando contesta. — Sí. Necesito si vino alguien estos últimos días de visita.

— Claro, dime su nombre.

Eso resultó más fácil de lo que creí.

— Se llama...

— Dime que no estás haciendo lo que creo. - Oigo desde atrás.

Demonios.

Sabe por qué estoy aquí. El único problema es que no me deje consultar a las visitas. — De acuerdo, creo que es mejor ir a charlar. - Dice invitándome a ir con ella.

— Necesito saber si él estuvo aquí. - Ruego.

— Molly, ambas sabemos que eso no sucedió.

No quiero escucharla. Este lugar realmente me está volviendo loca. Necesito hablar con alguien, pero alguien que me crea de verdad. No me pueden culpar por seguir esperándolo.

Con gesto de compasión intenta acercarse. — ¿Quién te metió esta idea en la cabeza?

Sé que si digo la verdad sonará sin sentido. — Luli.

De acuerdo, esto sonó peor de lo que esperaba. Lo último que faltaba, una niña diciéndome que pensar.

No contesta, eso me pone más nerviosa de lo que ya estoy. Siento una gran impotencia en estos momentos, nadie puede ayudarme, no así, creyendo que estoy loca. Sé que no lo estoy.

Sin haber dicho nada, esta mujer hizo que una reacción bipolar controle mi cuerpo. Estoy enojada. ¿Cómo es que nadie ve cosas extrañas estando aquí?

— Tú no me quieres ayudar. - Digo molesta.

Sus ojos se abren cual platos. No esperaba para nada una respuesta como esa. No soy así, pero lo estoy disfrutando.

— Molly realmente necesitas hablar, acompáñame. - Dice agarrando mi brazo suavemente, el cual quito de una forma brusca y violenta.

Sé que luzco como una lunática, tal vez eso soy ahora. Ya no me reconozco, no he visto a nadie en meses. La única persona que me ve creé que estoy loca.

— ¡Tu no quieres ayudarme! - Grito, haciendo que casi todos los pacientes miren esta escena ridícula. — ¡Quieres que lo olvide! ¡Eso no me ayudará! ¡No me ha ayudado en estos malditos meses!

Su reacción se asimila a una frustración continua, eso me molesta. Voy a decirle de todo, que no me ha ayudado, que fue una inútil, tengo tanto para decirle. Pero veo a Luli acercarse, no puedo dejarle un trauma de su compañera de cuarto explotando como una granada.

Necesito calmarme... Un poco.

— ¡Lo veo en todos lados! - Siento un nudo en la garganta. Si voy a seguir necesito sacarlo. — Estoy perdiendo la cabeza, y nadie... ¡Ni tú, ni nadie puede ayudarme! No tengo cura.

Una de las enfermeras intenta calmarme. La última vez que alguien del personal se acercó a mí fue por una inyección, estoy segura que no tiene nada, pero mi instinto reacciona mal y termino golpeando a la pobre mujer.

Los demás no tardan en llegar.

— ¡Suéltenme! - Grito mientras un hombre me inyecta una jeringa en el hombro.

De lo poco que veo, la doctora Morguet intenta sentarse a mi lado a consolarme. — Tranquila, ya estoy aquí. - Dice mientras todo se torna borroso.

Pero la pregunta es... ¿Dónde está Evan?

Evan. |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora