Capítulo 44: ¿Qué estoy qué...?

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Definitivamente lo único que yo le pediría a Dios para mi otra vida; es ser hombre. Odio que me venga la menstruación, y más aún cuando estoy deseando ser madre, ya tengo más de siete meses sin cuidarme y nada.

-Mi amor ¿segura que te sientes bien para quedarte sola?- pregunta mi esposo sentado a mi lado en la cama.

-Sí amor no te preocupes. Pero apenas salga de esto, voy a ir inmediatamente a donde mi ginecóloga, te lo prometo, créeme que yo también estoy ansiosa por tener una mini copia de nosotros dos- Respondo mimosa.

Él solo asiente, besa mi frente y se marcha a trabajar. Me pone triste saber lo que le afecta que no haya podido quedarme embarazada, hace días tenía malestar, y nos habíamos ilusionado con la idea.

Ayer en la tarde tuve que venirme del hospital porque comenzó a bajarme muy fuerte, y el dolor de vientre era insoportable. Hoy a decir verdad no ha disminuido, al contrario podría decir que me siento peor, pero no quiero preocupar a Juan Pablo.

Llevo toda la mañana acostada, me he parado solo para ir al baño a cambiarme porque estoy sangrando como nunca antes en mi vida. Tengo mucho dolor, tanto en el vientre como en la parte baja de la espalda.

No he querido ni comer, mi única compañía es pongo, así llamé al perrito que me regaló JuanPa para nuestro aniversario, está tan consentido que se acuesta en la alfombra a orilla de la cama para verme mientras le hablo.

En serio este dolor me tiene asustada, parezco un caracol doblada en la cama. Decido tomarme dos analgésicos más y un antialérgico para que me de sueño y no sentir nada.

Después de tanto quejarme, pude quedarme dormida por una hora. Me remuevo en la cama, y esto es un desastre, estoy toda manchada, ¡Por Dios! ¿Pero que coño me está pasando?, temo desangrarme si sigo así.

Camino hacia el baño como si llevara un saco en mi espalda, me duele tanto que no me puedo enderezar. Como puedo me lavo y me coloco ropa limpia, cambio las sábanas y el dolor se agudiza, al final creo que tendré que ir al médico.

Me vuelvo a recostar, tengo un debate mental si ir al hospital o no, es que el dolor me da de a ratos, pero cuando llega es muy fuerte.

-Ohh diablos... que mal me siento- me quejo sentándome en la cama.

Finalmente decido llamar a mi esposo, para que me lleve porque sé que no podré conducir.

-Hola preciosa ¿Cuéntame cómo vas, como te has sentido?- pregunta al segundo tono.

Respiro profundo para que me pueda entender.

-Aaamor por favor ven, no me siento bien- alcanzo a decir.

A duras penas arreglé mi bolso y me puse un vestido cómodo, no sé cuántos minutos llevo en el sofá esperando, pero no lo tolero más.

Salgo del apartamento, entro al ascensor y vuelve el maldito dolor, esta vez es tan fuerte que logra sacarme una lágrima, al llegar a la recepción del edificio, el vigilante (que en este momento no recuerdo su nombre), viene hacia mí.

-¿Señorita que tiene? Déjeme ayudarla- dice quitándome el bolso de las manos.

-Sí por favor, llamee a mi es- no terminé de hablar cuando oí su voz.

-¿Dessi, mi amor que sientes?- habló acercándose -¡Oh! Pero que mal aspecto tienes- exclamó en frente de mí.

Los minutos más largos de mi vida fueron esos hasta al hospital. Apenas entré, el personal que ya me conoce vino hacia mí para ayudarme.

-¿Qué sientes en sí Dessire, aparte de los típicos dolores menstruales?- me interroga el Dr. Contreras, con quien he trabajado en varias ocasiones.

Rompí mi regla de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora