Me remuevo en la cama con pereza, los rayos del sol se cuelan por las cortinas y me dan justo en la cara. Me duele horrores las piernas, estas rutinas de sexo vacacional me tienen exhausta.
Veo el reloj sobre la mesa que está de mi lado y son las 9:05 de la mañana, aún no logro adaptarme al cambio de horario, y eso que ya llevamos cinco días aquí. Por lo visto mi marido tampoco, sigue rendido.
Observo su cabello negro despeinado, y su espalda musculosa, está acostado de lado, arropado hasta la cintura y se ve tan provocador, que si no fuera por lo dolorida que estoy, ya estaría buscándolo.
París se ha convertido en mi lugar favorito, desde sus paisajes hasta su gente son una maravilla. Si me preguntaran con que palabra definiría este país, yo diría amor; es que todos sus escenarios son tan románticos... bueno o será porque yo los he recorrido con mi esposo.
Hemos decidido quedarnos a recibir el año nuevo juntos, los dos solos. Juan Pablo ha sido mi guía turístico todos estos días, debido a que tenía una planificación previa del viaje, pero hoy yo soy la que mando, y tengo planeado algo muy lindo.
-¿Preciosa no nos podíamos quedar toda la tarde acostados en el hotel?- pregunta haciendo pucheros mientras camina de mi mano - En serio me duelen las piernas, últimamente estas tan insaciable-.
Me llevo la mano al corazón como para hacerme la ofendida.
- ¿Ah yo?... Vamos mi amor no seas aguafiestas, compláceme- hablo mimosa.
-¿Cuándo no te complazco yo a ti?- dice divertido.
Y automáticamente recordé que hace dos días le practiqué sexo oral en el Parque Murciao. Al principio se negó porque habían personas a los alrededores, pero cuando me recosté en sus piernas y comencé a estimularlo, cedió y bastante que lo disfrutó.
Sin darme cuenta ya llegamos a nuestro destino, su cara es un poema; mira al puente y me mira a mí, como si estuviera en un partido de tenis. Estamos frente a la pasarela de Solferino, o mejor conocido como el puente de los candados.
-¿Es en serio Dessi. Tú trayéndome aquí? Después dices que el romántico soy yo- comenta abrazándome por la cintura.
- El amor nos cambia Sr. Echeverría- respondo besando su mejilla.
Escogimos un candado azul, no entiendo cuál es la obsesión de mi marido con ese color, pero bueno yo lo complazco. Le grabaron nuestras iniciales y la fecha de la boda.
Nos sentamos a orillas del lago, me sentía tan emotiva, que decidí empezar con mi promesa:
-Juro ante todas estas muestras de amor- dije señalando el resto de los candados- y ante Dios que nos acompaña siempre, que te amaré, te respetaré e intentaré de comprenderte hasta el último día de mi vida-.
Vi sus ojos tan cristalizados como los míos y apenas escuché su hilillo de voz.
-Y yo juro que mientras tenga conciencia, tu sonrisa y tu ser me acompañarán cada mañana al despertarme y cada noche al acostarme, porque tu felicidad es lo más importante para mí-.
Ya ustedes me conocen, parecía María Magdalena, las lágrimas corrían por mis mejillas mientras reía nerviosa. Al final le pedimos a un turista que nos tomara una foto para recordar este emotivo momento.
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Rompí mi regla de oro
ChickLit"Cuando escuché que el AMOR era la fuerza que movía el mundo, jamás imaginé que nosotros quedaríamos tan cerca" Un día reía en su país con sus amigos y su prometido, y al otro lloraba una traición a cientos de kilómetros. Dos años después, Dessire...