Han pasado dos días desde mi cumpleaños, estoy tan feliz de tener a papá y a Deivis conmigo. Esta noche tendremos una cena en el apartamento de Juan Pablo para formalizar el noviazgo ante nuestras familias, sus padres y su hermana llegaron ayer de Panamá.
Decido ir a hacer ejercicios para ver que tal es el ambiente, ese fue otro de los regalos de mi adorado novio, pagarme por un año la inscripción en un prestigioso gimnasio, según él es su culpa que yo haya dejado de asistir al mío después del accidente.
Entro y como era de esperarse el lugar es puro lujos, me presentan a mi entrenador personal, un chico alto, musculoso y muy amable. Empiezo mi rutina y ya quiero tirar la toalla, tanto tiempo sin hacer ejercicios me están pasando facturas.
Después de una hora, Joshua, mi entrenador me dice que es suficiente y se lo agradezco porque ya no aguantaba más, voy a las duchas y definitivamente este lugar me intimida, es demasiado sofisticado para lo que estoy acostumbrada.
Arreglo mi cabello frente al espejo, y nuestras miradas se cruzan, detrás de mí está Patricia con los brazos en sus caderas, nunca nos habíamos visto frente a frente, pero sé que ambas sabemos de la existencia de cada una. La ignoro y ella comienza a golpear su pie sobre el suelo.
-Pero mira a quien tenemos aquí, la chica misteriosa robanovios- comenta con su voz chillona.
Me volteo levantando una ceja y le respondo
-¿Perdón. Que te robé qué? Aquí la única cualquiera eres tú, que dejaste a JuanPa por otro y ahora que no te funcionó regresas como si nada-.-¿JuanPa. Quién te crees para llamarlo así? En nuestros 4 años de relación nunca le gustó que le dijera así. Y no es tú problema lo que yo haga con mi vida- grita histérica.
Sonriendo le digo -Ya ves la diferencia, conmigo es al contrario, le encanta que lo llame así. Ahora si me disculpas tengo cosas que hacer- agarro mi bolso y cuando paso por su lado para salir, me agarra de la muñeca advirtiendome:
- No te lo voy a repetir, alejate de Juan Pablo sino quieres ver de lo que soy capaz cuando se meten con lo que es mío-. Río a carcajadas mientras salgo y le grito a lo lejos
-era cariño, era tuyo-.El taxi se detiene frente al hermoso edifico donde vive Juan Pablo. Papá, mamá, Deivis y yo caminamos hacia la entrada, aún no puedo creer que estemos juntos los 4, como cuando éramos unos niños, mi hermano me toma de la mano y silva mientras detalla el lugar - al parecer el cuñadito tiene bastante dinero-.
Asiento -sí, esa es una de las cosas que me incomodan, nosotros vivíamos bien, pero no tanto como esto, no quiero que piensen que estoy con él por el dinero-.Tocamos el timbre y Juliana abre la puerta, me abraza sonriendo -Ahora sí te puedo decir cuñada- le digo que si entre risas y le presento a mi familia. Los padres de Juan se acercan saludándonos, pregunto por mi adorado novio, y la señora Inés señala a la cocina -Nunca antes visto, él mismo decidió preparar la cena-.
Me acerco abrazandolo por la espalda, -Preciosa que bueno que llegaron, ya todo está listo- dice al besarme los labios. Le quito el delantal y lo llevo a rastras al comedor donde todos nos esperan, saluda educadamente a mi familia, toma la botella de vino que está sobre la mesa y propone un brindis.
-Porque este sea el comienzo de una unión para toda la vida- todos alzamos las copas diciendo ¡Salud! Al unísono.
Ayudo a Juan Pablo a llevar los platos a la cocina, el asado que preparó le quedó delicioso, nada más por eso soy capaz de casarme con él, porque la verdad yo cocino pésimo. Termino de lavar mis manos mientras él me observa detalladamente, ladeo la cabeza y me pierdo en sus ojos color miel.
Nos vemos durante unos minutos y siento como el corazón se me acelera, no puedo negar que cada día mi amor por él crece más, pero lo que me dijo Patricia esta mañana no deja de rondarme la cabeza. Dejo de mirarlo para regresar al comedor y me toma de la mano.
-¿Hey. Te pasa algo mi amor? Niego con la cabeza, pero él no es tonto y ya me conoce lo suficiente. Me vé fijamente y no tengo más remedio que contarle.
Comienza a maldecir, nunca lo había visto tan molesto, -Ya calmate, lo que diga esa loca me tiene sin cuidado- miento para tranquilizarlo, porque sé que una mujer herida es capaz de cualquier cosa.
-Esto no se quedará así, no voy a permitir que nadie te haga daño preciosa-.
..........
Eso de que la felicidad es momentánea es cierto, estoy en el aeropuerto llorando otra vez, papá regresa a Venezuela y Deivis a Miami, solo compartimos cinco días y siento un vacío grande en mi pecho.
Los abrazo por enésima vez y ambos me regañan para que deje de llorar. Prometemos que nos vamos a reencontrar nuevamente en cualquier parte, pero sé que pasarán algunos meses para que eso se dé.
Camino hacia la salida del aeropuerto para tomar mi taxi, ya que JuanPa está trabajando y mamá no quiso venir, cuando voy a sacar la mano para detener uno, siento como me jalan la cartera, forzajeo con el delincuente hasta que me golpea fuerte en la cara y no tengo más remedio que soltarla.
Me tapo la cara con ambas manos porque el dolor es insoportable, la sangre baja por mi nariz, los de seguridad se acercan para ayudarme y según nadie vio nada.
Un taxista se ofrece a llevarme, ya que no tengo dinero, ni celular para llamar a nadie. Llego a casa y al contarle a mi mamá hace un drama, me veo en el espejo y mi cachete está colorado, no quiero ni imaginar como se verá mañana.
Llamo a JuanPa del teléfono de mi mamá, y ya quiere venir a ver como estoy, le aseguro que me encuentro bien. -Sí amor, sólo fue un susto, mañana me compro un celular. No te preocupes-.
-Tú no puedes seguir andando en buses y taxis Dessi, te voy a comprar un carro para tu seguridad nena- lo interrumpo diciendo que no, ya esta conversación la hemos tenido varias veces.
-Ya sabes que no, el día que vuelva a tener un auto será porque yo me lo compre- resopla asegurando que soy demasiado necia, y quedamos en que mañana me recogerá en el hospital para comprar lo que perdí.
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Rompí mi regla de oro
ChickLit"Cuando escuché que el AMOR era la fuerza que movía el mundo, jamás imaginé que nosotros quedaríamos tan cerca" Un día reía en su país con sus amigos y su prometido, y al otro lloraba una traición a cientos de kilómetros. Dos años después, Dessire...