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Amaia se había pasado todo el trayecto con los cascos puestos escuchando todo su repertorio de canciones, eso siempre le hacía evadirse del mundo exterior. Y por fin después de casi 5 horas llegaron a su destino.

En la estación Amaia estaba muy nerviosa porque eso significaba que ya no había vuelta atrás, que lo iba a hacer y que lo iba a disfrutar. Respiró hondo y se dispuso a salir del tren, pero justo en ese momento se resbaló y cayó al suelo, provocando la risita de un niño que estaba a su lado, Amaia le miró con cara de saco y fue hacia donde se encontraba su hermana que contemplaba la escena con una mano en la boca evitando la carcajada que le había provocado la caída de su hermana.

Salieron de la estación, pero un gritó sobresaltó a las dos hermanas

-Perdone, señorita, se le ha caído esto- dijo un chico de, más o menos, la edad de Ángela mientras sostenía la cartera de Amaia en la mano, tendiéndosela a esta con una sonrisa.

-Muchas gracias-dijo Ángela cogiéndole la cartera al chico que no paraba de mirarla. Amaia miraba la escena expectante.

-Soy Martí, encantado- dijo tendiéndole la mano a Ángela que no paraba de sonreír a aquel chaval misterioso.

-Yo Ángela- y otro silencio.

Amaia miraba la escena como si fuera un partido de ping pong, carraspeó, haciendo así que la atención de las dos personas fuera hacia ella.

-Ángela, no sé tú pero yo tengo prisa, hay un taxi esperando y eso- dijo señalando hacia atrás.

-Coño, es verdad, muchas gracias por la cartera Martí a ver si nos vemos otro día- dijo mientras se acercaba a darle dos besos

-De nada, si quieres dame tu número y nos vemos- dijo Martí mientras sacaba su móvil para apuntarlo.

-Joder, sí que van a saco aquí en Barcelona- dijo susurrando Amaia

-¿Qué?- dijo Martí

"Mierda, ¿lo había dicho en alto?"

-Nada nada- dijo dirigiéndose al chico- Ángela el taxi hermana...- dijo Amaia dirigiéndose esta vez a la chica.

Ángela terminó de darle el número y agradeció otra vez a Martí. Se fueron hacia el taxi que les esperaba en la puerta y entraron en este.

-Joder hermanita acabas de llegar y ya has ligado...-dijo Amaia para picar a Ángela

-No he ligado, solo ha sido amable- dijo mientras miraba su móvil pasando de su hermana. Aunque en el fondo ella sabía que eso no había sido normal.

-Si si...

Y ahí terminó la conversación. Amaia miraba por la ventanilla del taxi las calles inmensas de la ciudad. Nunca había estado antes y todo lo que estaba viendo le estaba gustando así que se puede decir que ella y Barcelona empezaron con buen pie.

Llegaron a la casa que habían comprado hace un mes o así donde se encontraba su tío Gabriel esperándolas. Ángela llamó al telefonillo y enseguida se abrió la puerta.

El edifico en el que se encontraba su piso era muy antiguo pero muy bonito, las escaleras eran de madera y las paredes eran blancas, en cada rellano había una gran cristalera por la que se podía ver la calle a la que daba su casa.

Llamaron al timbre y un hombre alto y ya pasados los cuarenta les abrió la puerta.

-Tío Gabriel- dijeron las dos chicas al unísono y se tiraron a los brazos de su tío, desde que se había mudado a Barcelona su tío no había pasado por pamplona a verlas, le echaba mucho de menos.

-Mis niñas, pero cuánto habéis crecido-dijo correspondiendo el abrazo- ¿Qué tal el viaje? ¿Y vuestros padres?

-Súper bien y súper bien tío, ya les hemos puesto un mensaje de que hemos llegado sanas y salvas- dijo Ángela.

Amaia ya se había ido del salón en cuanto saludó a su tío y fue a investigar un poco la casa. Era muy espaciosa y entraba mucha luz. Aunque no era tan grande como la de pamplona se podía respirar bien. La casa estaba compuesta de dos habitaciones un baño y un salón-cocina, la verdad es que no necesitaban más. La casa ya estaba ordenada y lista para vivir y es que hace unas semanas Ángela se había encargado personalmente de venir hasta aquí para ordenar todo y que yo no me tuviera que preocupar por nada.

Entró en la primera puerta, la habitación de su hermana, no había muchas cosas, una casa y un escritorio. Estaba sin decorar y era muy raro para Amaia ya que Ángela se encarga siempre de decorar todo a su gusto, pero bueno dentro de unos días estará repleta de cosas que a Ángela le encantaban. Salió de esa habitación y se dirigió a la suya, un poco más pequeña que la de Ángela y con un piano situado debajo de la ventana, sin dudarlo un segundo se puso a tocar una dulce melodía que inundó toda la estancia.

Desde la puerta, atraídos por la melodía estaban observándola Gabriel y Ángela, disfrutando de lo que hacía Amaia con los dedos al posar las teclas sobre el piano. Cuando terminó Gabriel y Ángela suspiraron lo que hizo que Amaia se asustara y les mirara.

-Bueno creo que ya he estrenado la casa. 

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora