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En cuánto la chica salió de su campo de visión, Alfred, se fue de nuevo hacia el gran edificio, se le habían quitado todas las ganas de fumar, toda la ansiedad que había sentido dentro de la clase se había esfumado, y todo, por estar hablando cinco minutos con la novata.

Volvió a la clase, ya no había nadie, llevaba fuera demasiado tiempo. Decidió sentarse en el piano un rato a ver si le salía componer algo con la inspiración que le había provocado la chica nueva.

Había algo en ella que le llamaba mucho la atención, era más allá de su físico, era como la luz que desprendía, nunca le había pasado con nadie. A pesar de que sus caras fueran de odio y sus palabras también él aseguraba que era una de las personas más dulces y bonitas que ha visto en la vida.

Se puso a pensar en ella con una libreta justo encima de la tapa del piano. La melodía y los acordes comenzaron a brotar solos, como por arte de magia y palabras que en un principio no tenían ningún sentido, peor a la medida que pasaban las horas todo comenzaba a significar algo. Y por primera vez desde hace días Alfred volvía a ser el músico que era.

En cuánto llegó a su casa, Amaia cerró la puerta con llave y se fue corriendo hacia el cuarto de baño. Se desnudó rápido y se metió en la ducha. El agua caliente recorría cada poro de su piel, y toda la tensión que llevaba acumulada se esfumó.

Salió de la ducha envuelta en una toalla blanca y se dirigió a su habitación con el móvil en la mano revisando todas sus redes sociales, cuando entró en WhatsApp no se podía creer lo que estaba viendo, volvió a cerrar y a abrir la app y era totalmente cierto: la habían eliminado del grupo. En ese momento la vista de Amaia se volvió borrosa y las lágrimas inundaron sus mejillas.

-¿Amaia? ¿Dónde estás? - dijo Ángela entrando por la puerta de su piso- Te tengo que contar un montón de cosas hermanita... Mart...- entró en la habitación y se encontró a Amaia en su cama llorando desconsoladamente.

-Cariño, ¿Qué te ha pasado? - dijo sentándose justo al lado mientras acariciaba suavemente el pelo de su hermana.

-Na...na...da- dijo entre llantos la pequeña.

-Hombre, amor mío, nada nada no te pasa- dijo mientras le ponía u mechón de pelo detrás de la oreja. - Mira, vamos a hacer una cosa...voy a ir a la cocina voy a coger el helado que dejó el tío hace una semana y vamos a ir al sofá para que me cuentes todo tranquilamente, pero deja de llorar mi vida...

Ángela se levantó de la cama de su hermana pequeña e hizo lo que había dicho, cuando terminó de sacar las dos cucharas grandes del cajón. Su hermana ya estaba situada donde le había indicado anteriormente.

Amaia estaba abrazando un cojín. Sus llantos habían cesado un poco, pero todavía se podía ver en su cara que había estado horas y horas llorando.

-Cuéntamelo todo, tengo toda la noche y mitad de mañana para eso- este comentario hizo que una sonrisa sobresaliera en el rostro de la pequeña.

-Pamplona, eso es lo que me pasa. Me han echado del grupo, ya no me consideran su amiga. Estoy completamente sola Ángela. Me dirás que es una tontería, pero una no se olvida de sus amigos de toda la vida en un mes ¿sabes? Yo creo que ellos estaban esperando que esto ocurriese, yo nunca les he caído bien. Se piensan que soy tonta porque me despisto muy fácilmente y no me gustan las mismas cosas que a ellos. Buah... Ángela ¿tan horrible soy?

Ángela escuchaba atentamente las palabras de su hermana y no pudo evitar sentir una punzada de culpa. Ella sabía que ellos no le hacían bien a su hermana y nunca dijo nada, sabía lo terca que era ella para estos temas, pero ¿Y si lo hubiese intentado? Su hermana ahora no estaría así.

-Eres una persona increíble Amaia- comenzó Ángela- Ellos no te merecen, nunca te han merecido- suspiró- Cuando eras pequeña siempre estabas muy alegre no te importaba nada de lo que dijeran los demás. A ellos, eso les molestaba porque les gustaba y les gusta tener el control sobre las personas. A ti te veían como un blanco fácil para moldear a su gusto y no nunca les paré. Lo siento-y la abrazó.

El abrazo duró pocos segundos. Amaia suspiró, en el fondo ella sabía que este momento iba a llegar, es verdad que siempre hacía lo que ellos decían, aunque ella no quisiera peor ella pensaba que era una cosa normal en la gente de su edad, ahora se da cuenta de que no. Y que ellos no valen nada en comparación con la persona que tenía en frente en ese mismo momento.

-Bueno, ya pasó- dijo Amaia, su positividad había vuelto- ¿Qué tal con Martí? - sonrió

Ángela la abrazó de nuevo, le encantaban los cambios de humor de su hermana pequeña, podía pasar del llanto a la carcajada en cuestión de segundos.

-¿Tomamos helado y te lo cuento?- dijo mientras se levantaba para coger un clínex para su hermana. La pequeña asintió y comenzó la noche de chicas que tanto necesitaban. 

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora