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Alfred y Amaia se dirigieron a casa de ella a coger un poco de ropa. Amaia aprovechó y se duchó. Alfred mientras la esperaba en el sofá.

Estaba hablando con el grupo de amigos con el que iba siempre a la playa, habían decidido poner la quedada esta noche, después se lo diría a Amaia a ver que le parecía. Mientras tanto abrió un mensaje privado a uno de los componentes del grupo: Roi.

Roi era su amigo desde que tenía uso de razón, se conocieron en el colegio y desde ese momento eran inseparables. Ahora, él estaba trabajando como cómico y como cantante en el bar donde suelen quedar para hacer jam sesions, por lo que hace bastantes semanas que no le ve y tenía ganas de quedar con él. 

Su amigo se había mudado cuando era muy pequeño desde Galicia, pero, por alguna extraña razón no se le había quitado el acento y seguía conservándolo a día de hoy. El gallego había estado en los momentos más duros del catalán y sabía todo lo que pasaba en su vida, de hecho, gracias a él pudo librarse de su peor pesadilla, esa que puede que le esté atormentando otra vez.

Alfred le escribió un simple "Hola" para ver si contestaba. No creía que le respondiera hasta tarde ya que trabajaba por las noches y las mañanas las aprovechaba para dormir, hoy no trabajaba así que iba a ir a la quedada de improvisación de la playa, por lo que, si no contestaba podía hablar con él en persona. Estaba muy nervioso por dos razones, por contarle y pedirle consejo sobre "la persona" y por presentarle a Amaia. Hacía más de dos años que Alfred no tenía nada parecido y todo por culpa de la pesadilla.

—¡Alfred! — le llamó desde la ducha la pamplonica. Alfred se levantó de sofá y fue hacia el baño a ver que le pasaba, no quiso entrar por lo que dio dos golpes en la puerta.

—¿Estás bien titi? — dijo el catalán detrás de la puerta.

—Sí, pero necesito la toalla, está en mi habitación... ¿Puedes traérmela porfi?

—¡Claro! — Alfred se dirigió a la habitación de la chica, esa en la que escuchó su increíble voz por primera vez. Aspiró su aroma, era ella, sonrió. Se dirigió a la cama, donde se encontraba la toalla, y la cogió sin desdoblarla. Volvió a dirigirse al baño y llamó a la puerta. — Ya la tengo... eh... ¿Puedo pasar? —dijo con un poco de vergüenza.

—Sí, esta el suelo húmedo cuidado no te resbales...

Alfred abrió la puerta poco a poco, no quería incomodar a Amaia. Aunque ella le había dicho que pasara tenía un poco de vergüenza. Cuando entró se dio cuenta de todo el vapor que había en la estancia, un poco más y no veía nada. Amaia se acercó a él y cogió la toalla. Alfred estaba mirando al suelo, no quería ver nada que ella no quisiera. Amaia se la puso alrededor del cuerpo y sonrió al ver a Alfred tan colorado.

—Ya puedes mirar, tonto. — Amaia se acercó al oído del catalán de forma sensual —Podías mirar antes, tú te lo has perdido...— Alfred tragó saliva. Se estaba poniendo muy cachondo.

—Bueno...mejor me voy te...te... espero fuera. — Amaia cogió el brazo del chico y este se giró. Amaia sonrió, le encantaba verlo así de nervioso. Puso sus manos en la nuca del chico y comenzó a besarle de forma pasional. Alfred sonrió encima de los labios de la chica y bajó poco a poco sus manos hasta llegar al perfecto culo de la chica, lo apretó un poco y Amaia le miró mordiéndose el labio.

—¿Ya se te ha quitado la vergüenza Sr Irresistible? — dijo Amaia riendo. Alfred a modo de respuesta la besó con más intensidad. Era tarde y tenían ensayo Alfred se percató de ello.

—Vamos novata, vístete que vamos a llegar tarde— le dio un último pico, una pequeña palmadita en el culo y salió del baño. Amaia se miró al espejo. Sus pupilas estaban dilatadas por la intensidad del momento y no podía dejar de sonreír. Alfred tenía ese efecto en ella, era su debilidad, era, como bien se habían presentado su señor irresistible.

Amaia salió del baño y se fue a su habitación. Cogió un vestido marrón de ante con botones en medio, unas medias medio transparentes medio negras y sus ya características victoria. Se visitó rápido y fue al salón donde le esperaba un Alfred ansioso por verla, y eso que habían pasado solo 5 minutos que no se veían.

—Estás preciosa —le dijo mientras le tendía la mano. —¿Vamos? — Amaia sonrió, asintió y cogió la mano. Salieron del edificio sonrientes y con mucha prisa.

(...)

Llegaron al conservatorio de la mano y una Aitana impaciente les esperaba en la puerta. Aitana se percató de las manos de sus dos amigos y fue a abrazarles.

—¡Por fin! — Alfred y Amaia se miraron y sonrieron. No tenía remedio. — Como ya sois pareja os perdono que hayáis tardado tanto.

Amaia al escuchar eso tragó saliva y Alfred se percató de la tensión de Amaia. Este la miró y acarició su mano con el pulgar, dándole seguridad, ella lo necesitaba. Era increíble como con un solo gesto podían saber que quería el uno del otro. Al parecer es esa conexión de la que tanto hablaba la catalana a su amiga. Amaia le miró y sonrió.

Aitana, ajena a lo que acababa de ocurrir, les dijo—Yo os perdono, pero Manu nos estará esperando, vamos tortolitos — Se dirigió dentro del edificio y los dos chicos la siguieron.

Los tres se sentaron en las sillas más alejadas del profesor, no quedaban más asientos delante. Llegaron justo a tiempo ya que Manu todavía no había llegado. Aitana quería saber todos los detalles de lo que sucedió anoche así que se inventó una excusa para quedarse sola con Amaia.

—Mierda, tía Amaia— dijo alarmada— acompáñame al baño ya.

—¿Qué te pasa Aiti? — dijo Alfred preocupado, al ver a Amaia y Aitana levantarse rápido de la silla.

—Me acaba de bajar la regla, ahora venimos. Espéranos— Aitana se llevó de la mano a Amaia con todas sus fuerzas, la dirigió al baño y cerró la puerta.

—Joder Aitana, no sé si tengo tampones...— Amaia se puso a rebuscar entre su mochila. ¡Alguno tendría que tener! A menuda ha pedido ayuda...—A ver en el otro bolsillo...

—Amaia, no tengo la regla— le dijo Aitana, cortándola. Amaia le miró sin comprender. —Necesito saber con pelos y señales lo que pasó ayer.— Amaia la miró y negó mirando hacia arriba. Lo que tenía su amiga de bajita lo tenía de cotilla.

—¿Qué quieres saber? — le dijo la pamplonica.

—Joder Amaia, pues TO-DO.

—Pues a ver...—Amaia comenzó y le contó todo lo que sucedió anoche. — Y bueno... cuando terminó la cita le pedí que si se quedaba a dormir y al final dormimos juntos en su casa.

—¿Qué dormisteis juntos? — dijo Aitana. — Madre mía, estáis casadísimos.

—Sí, pero solo dormimos eh...— Aitana le sonrió pícara y Amaia le dio un golpe en le brazo— Solo dormimos de verdad. — Aitana levantó los brazos en señal de derrota. —Pero Aitana, no somos todavía ni novios ni nada, no quiero agobiarle con esos temas. La has cagado, pero bien.

—Madre mía, lo siento... ¿Pero tú quieres? —le dijo la del flequillo acariciándola el brazo. Amaia miró al suelo.

—A ver... pues...sí... no sé. El caso es que es perfecto y no me importaría ¿sabes? Pero... es que quiero que el paso lo de él. Ya que le invite yo ayer a cenar. A demás, las cosas tienen que fluir, y, como te he dicho antes... no quiero agobiarle.

—Te entiendo...pero... Alfred está que no caga contigo así que no creo que tarde mucho en pedírtelo.

Amaia sonrió, en ese momento le sonó el móvil. era otra vez el número privado, lo miró, junto al que había recibido esta mañana.

"Aléjate de Alfred, segundo aviso" Amaia lo miró preocupada y siguió leyendo. "Es mío zorra, no quieras acabar como la otra..." Aitana se percató que el color de la cara de su amiga había bajado dos tonos al leer el mensaje. Aitana se preocupó y miró que había en el móvil de su amiga, se quedó flipando. No podía ser ella otra vez...era imposible, estaba lejos.

—Amaia, tienes que enseñarle esto a Alfred. No es ninguna broma.— Amaia miró a su amiga sin comprender.— Yo no te puedo decir nada, tiene que ser él quien te lo explique...

Aitana cogió la mano de su amiga y la dirigió fuera. Tanto ella como Amaia tenían que coger aire, hoy iba a ser un día intenso y duro. 

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora