22

1.5K 86 6
                                    

Los dos chicos decidieron comer en casa de la chica. Pidieron unas pizzas y estuvieron hablando animadamente además de una serie de mimos que agradecieron los dos.

Se encontraban en la mesa del comedor, un enfrente del otro. Ya habían terminado de comer y Alfred le había dicho a Amaia que tenían que resolver lo de los mensajes.

—Alfred...— comenzó Amaia. Tenía mucho miedo de que le volviera a pasar lo de esa mañana, no quería presionarle con el tema. Sabía que era muy duro para él hablar del tema y no quería que se lo contara hasta que estuviera preparado. — si no quieres hablar del tema... no te voy a obligar a nada.

Alfred miró hacia abajo y sonrió. Suspiró, realmente se sentía demasiado afortunado por tener a una chica tan compresiva y tan atenta como lo era Amaia. Por ello sabía que estaba en el momento indicado para contarle sus temores del pasado, esos que acababan de aparecer y que quería esfumar lo más rápido de la chica. No quería que todo acabara como la última vez. Todavía se echa la culpa por como acabó aquella historia y, por mucho que le digan que la única persona culpable es ella, él sabía que podía haber evitado muchas cosas...

Alfred se levantó y le dio un abrazo por la espalda. —Gracias...—Susurró el catalán. A Amaia le recorrió un escalofrío. —¿Sabes? Creo que eres la mejor persona que he conocido nunca y cada vez tengo más claro que no te quiero lejos de mí. — Amaia le miraba emocionada, nunca antes nadie le había dedicado esas palabras. Y menos con la intensidad que lo hacía Alfred. Amaia acarició los brazos del catalán, todavía en el abrazo. — Y por esa misma razón quiero que sepas todo de mí, y eso incluye...mis pesadillas y mis miedos...

Amaia se giró para quedar cara a cara con el catalán y le dio un largo beso en los labios. Después le abrazó dándole caricias en la nunca. — Quiero que sepas que por muy fuerte que sea lo que me vas a contar no me voy a separar de ti nunca. Nada me va a hacer cambiar de opinión sobre ti. — le susurró. Alfred acentuó el abrazo y una lágrima recorrió la mejilla de él. Ella también estaba emocionada y le miró con admiración.

Estuvieron abrazados unos minutos hasta que Alfred habló y rompió ese silencio tan bonito que habían formado. —Quiero contarte todo, pero no aquí.

Amaia le miró sin comprender. Alfred sonrió, cogió la mano de la chica e hizo una caricia en el dorso de esta con su pulgar. — Necesito ir a mi lugar favorito de toda Barcelona, para sentirme cómodo y en casa.

Amaia asintió comprendiendo las palabras del catalán. — Vale, ¿Dónde vamos?

Alfred sonrió a la chica y cogió la mano de esta. La condujo hasta su habitación, Amaia se puso nerviosa.

—Ponte el bañador en cinco minutos bajo a buscarte— Alfred la dio un beso en la mejilla y subió a su casa a por las cosas necesarias. Alfred quería contarle la historia de su vida y sus pesadillas en el sitio en el que más cómodo se sentía: su playa, con su guitarra para relajar tensiones y viendo el atardecer.

Alfred bajó en cinco minutos como prometió y Amaia estaba ya lista. Cuando abrió la puerta Alfred se quedó a cuadros. Amaia estaba con el bañador puesto, uno rojo precioso que realzaba completamente su figura. Llevaba un vestido blanco encima de tirantes, no sabía que ponerse, pero era lo que siempre se colocaba cuando tenía que ir a un sitio con el bañador.

—¿Alfred estás bien? — le dijo Amaia para llamar su atención. Alfred se había quedado con una sonrisa en cara, completamente embobado.

—Estas preciosísima— le dijo mirándole de arriba abajo otra vez. Amaia se sonrojó, no estaba acostumbrada. Alfred acarició su mejilla. —Pero que mona, que le da vergüenza...

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora