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La mañana transcurrió tranquila para Amaia y Alfred. Como cada mañana, él la había ido a buscar para ir juntos a desayunar y, más tarde, ir al conservatorio. Hoy la catalana no les acompañaba ya que se había quedado en casa de Luis. Amaia estaba súper feliz por su amiga, había encontrado a ese alguien con el que siempre soñaba y volvía loca con sus fantasías a la pamplonica.

Alfred y Amaia iban caminando de la mano por las calles de Barcelona, dando un simple paseo, disfrutando de su cercanía. Se pararon en una tienda de discos y vinilos que a Alfred tanto le gustaba, pero Amaia nunca había conocido.

Se adentraron en la tienda a mirar un poco de todo. Amaia estaba fascinada por aquella estancia tan grande, si la hubiera conocido antes no la habrían sacado de allí ni a rastras. Alfred contemplaba con una sonrisa a la chica, le encantaban los soniditos que hacía con la boca cada vez que encontraba algún vinilo para su colección, sorprendida. Así era Amaia, su Amaia: esa chica que con cualquier cosa era feliz y que iluminaba todo lo que tenía a su alrededor con solo su presencia.

Alfred suspiró y se fue al lado de la chica, la abrazó por detrás mientras esta ojeaba una de los cajones de Bowie que Alfred había mirado tropecientas mil veces y que se lo conocía de principio a fin. Amaia siguió con su tarea mientras Alfred apoyaba su barbilla en el hueco del cuello de Amaia y sonreía. Contempló un poco más a la chica, se fijó en cómo se mordía el labio en señal de concentración. No se pudo resistir más, esa mañana estaba realmente preciosa. Posó sus manos en la cintura de la chica y la giró para que quedaran cara a cara y después de ponerle un mechón de pelo detrás de la oreja la besó de una forma muy dulce, disfrutándola y amándola.

Amaia, sorprendida por el ataque del catalán, abrió, en un principio, los ojos, pero después disfrutó del cálido beso. "Joder que bien besa" pensó. —¿Y esto? — dijo en cuanto se separó un poco. Comenzó a hacerle circulitos con los dedos en la nuca y él solo subió los hombros disfrutando del roce de la pamplonica.

—No sé titi, es que hoy estas muy guapa. — dijo y le propició un pico. Amaia se sonrojó y se volvió a girar, conduciendo antes las manos de Alfred hacia su cintura para que le diera un abracito. Siguió con su tarea de buscar el disco y volvió a morderse el labio. Alfred solo esperó a que terminara.

—Bingo— dijo la pamplonica. Sacó el disco con delicadeza y lo alejó un poco de su campo de visión para observarlo.

Alfred lo contempló. — "Ziggy Stardust", buena elección novatilla. — Amaia se giró le dio un beso en la mejilla y sonrió.

—Lo sé, ¿Me acompañas a comprarlo? — Alfred asintió, ella cogió su mano y fueron hacia la caja. Amaia estaba súper feliz en ese momento, estaba entre sus dos grades tesoros actuales la música y el chico de palas separadas que había conquistado su corazón.

Cuando estaban en la caja Alfred recibió un mensaje.

"Parece que estás muy feliz Alfredito ¿has superado ya lo de tu pobre hermana?" "No creo que ella te aguante tanto como yo, es más, creo que se irá en cuánto descubra que eres un maldito asesino"

Alfred miró el mensaje y se quedó blanco, las lágrimas comenzaron a inundar sus mejillas. Amaia se fijó en él y después en el móvil con una cara de preocupación infinita. Le cogió el móvil para leer el mensaje, y abrió mucho los ojos. No se lo podía creer.

Cogió la mano de Alfred y salieron de la tienda rápido. Amaia dirigió a Alfred hacia un banco que había por ahí cerca, le sentó, acarició su rodilla y después le abrazó fuertemente.

—Shh tranquilo— le susurraba Amaia— no me voy a ir... Te lo prometo.—

Alfred sollozó sobre el hombro de la chica, intentando tranquilizarse y sacar todo. Claudia había vuelto y todo para volver a destrozarle la vida como hace casi un año. Se acabó. Amaia descubriría como era él en sus peores momentos y le odiaría, odiaría cada parte de él, le dejaría y...volvería a caer en las mierdas de siempre.

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora