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Alfred salió del conservatorio pasadas las 12.30 de la noche. El conserje era amigo suyo y le dejaba siempre quedarse un ratito más antes de su cambio de turno.

Fue camino a su casa calle arriba mientras silbaba la dulce melodía que acababa de componer. Le había salido tan fácil y solo con recordar la sonrisa de la chica nueva. Entró en el portal y cerró por dentro, los vecinos sino se enfadarían, aprovechó para abrir el buzón cuando de repente oyó en el piso de arriba una puerta abrirse y unas risas por parte de la persona que abrió la puerta.

Alfred siguió con su tarea, hasta que el sonido de la puerta del cuarto de basuras a su derecha hizo eco en él, decidió echar un vistazo a ver de qué vecino se trataba, pero su mandíbula casi se desencaja cuando vio a la chica que ocupaba el cuartito de basuras de su edificio.

Cuando esta se giró, su rostro fue un tanto extraño. Pasó de sorpresa a vergüenza y de vergüenza a enfado en más menos un segundo.

-Hombre, pero si es el señor irresistible al que todas alaban- dijo Amaia cruzando los brazos por encima de su abdomen.

-Hombre, pero si es la novatilla, que también es nueva en el edificio- dijo Alfred acercándose estrepitosamente hacia ella. Amaia tragó saliva al sentir sus respiraciones juntarse. Dio un paso hacia atrás.

-Sí, y veo que me estas siguiendo o algo. Porque no es normal esto...- dijo mientras le miraba de arriba abajo con una expresión neutra.

-En todo caso me estás siguiendo tú que yo vivo aquí desde hace unos 15 años- dijo con una sonrisa irónica.

Amaia se había quedado sin palabras, tenía toda la razón. Había algo en ese chico que le atraía mucho, era guapo, no se podía negar, pero era un arrogante imbécil. Encima ahora tendría que compartir su espacio en el rellano del edificio, si es que todo le pasaba a ella. Aunque, en el fondo a Amaia le gustaba, ya que tenía a alguien cerca que al menos iba a estar en su entorno. A demás que su presencia no le incomodaba, de hecho, todo lo contrario, era una sensación rara.

-¿Qué te has quedado muda, novatilla?- dijo mientras miraba a la chica con una sonrisa en la cara.

"Dios, que sonrisa" pensó Amaia, tragó saliva y dijo lo primero que se le vino a la mente:

-Ehh... no, bueno... chaval que me estás entreteniendo. Yo iba a bajar a la basura y ya está. Que pesados sois en Barcelona coño- dijo negando con la cabeza y dirigiéndose a las escaleras. Alfred la cogió del brazo. Amaia sintió un escalofrío al entrar en contacto con él.

A Alfred le pareció extraño que no fuera de ahí, pensaba que había ido al conservatorio a visitar a Martí o a alguien, no a mudarse.

-¿No eres de aquí?- dijo Alfred mirando a Amaia a los ojos.

"Mierda, que ojos, ¿pero porque tenía que ser tan guapo y tan chulo?" Amaia podía jurar que con esa mirada se podían salvar vidas.

-Eh...no- dijo Amaia tragando saliva por décimo octava vez desde que empezaron a hablar. - Soy de Pamplona.

Alfred se acercó a ella, le gustaba cuando estaba vergonzosa, sin esa expresión que tiene cuando se pican. Aparecía la parte más niña y más dulce de ella. Y cuando se sonrojaba Alfred se volvía loco. Y eso que solo la conocía desde hace unas cuantas horas...

-Con que Pamplona eh...- se acercó un poco más a ella- ¿Y en Pamplona todas sois tan sumamente sexys? - dijo susurrándoselo al oído. A Amaia le recorrió un escalofrío, miró a Alfred sonrojada.

Amaia no se iba a achantar ante ese gesto por lo que respiró hondo y empezó a jugar al mismo juego, se acercó a su oído y le dijo:

-¿Y en Barcelona todos estáis tan sumamente salidos?- sonrió victoriosa, ya que a Alfred le había venido de improvisto, su expresión reflejaba dudas. Se apartó y levantó las cejas en señal de derrota. Pero Amaia se equivocaba.

-No, lo decía porque los unicornios de tu pijama son preciosos y muy sexys- dicho esto Alfred rodeó a Amaia y, en señal de victoria, subió las escaleras.

La temperatura de Amaia comenzó a subir por sus mejillas de la vergüenza que había pasado ante este último comentario.

Subió las escaleras y entró en el piso un tanto desubicada. ¿Qué acababa de ocurrir?

-¿Se te han comido las ratas? Has tardado como mil horas en bajar la basura enana- pero Amaia no respondía, no podía parar de pensar en el chico de la sonrisa imperfecta y de los ojos penetrantes. 

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora