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Alfred se había ido a su casa a prepararse, le dijo a Amaia que se pusiera algo muy elegante ya que él había decidido ir con traje a la cita. Estaba bastante nervioso, todo tenía que salir perfecto.

Desde el primer momento en el que vio a Amaia supo que esa chica iba a formar parte de su vida. Cuando la empezó a conocer se dio cuenta de que se sentía perdido sin ella, que llevaba mucho tiempo esperando ese momento, que había llenado el vacío de su interior. 

En cuánto la vio volvió a componer con mucha facilidad, hacía meses que no podía y ella había conseguido volver a llevarle a la música.

Esta noche iba a ser la mejor noche de su vida. Se lo iba a decir, le iba a decir lo mucho que la quería—Porque la quería y cada vez más y más— y la iba a agradecer todo lo que hacía cada día por él. Cada caricia, cada abrazo y cada beso en la mejilla hacía que su día tuviera un sentido y se moría por probar esos labios rositas tan bonitos. Se moría por levantarse junto a ella cada mañana y poder ser el primero en ver esos ojos marrones que tanto le hipnotizaban. Alfred juraría por lo más grande del mundo que su sonrisa podía iluminar el mundo entero, que su voz podía acariciarte cada vez que hablaba y que cuando cantaba el mundo se paraba solo para escucharla a ella, a su niña de sol de tarde.

Cuando se conocieron, gracias al destino, tuvo la ligera necesidad de cuidarla. Ahora eran mejores amigos y eran su apoyo mutuo. Esa noche darían el paso, y Alfred tenía una gran sorpresa para la chica que estaba volviéndole loco.

Se duchó y se fue a la tintorería para recoger el traje que había dejado nada más salir del conservatorio. Volvió y se puso el traje, se maquillo la ceja y se peinó. Se puso la colonia que tanto le gustaba a Amaia—se lo había confesado varias veces con un "Buah Alfred que bien hueles"— y se ató los gemelos de su cazadora. Cuando terminó quedaban 30 minutos para que comenzara la cita, decidió sentarse un rato en el sofá y tocar un rato la guitarra.

(...)

Mientras Amaia y Aitana estaban decidiendo todavía lo que ponerse. La pamplonica le había dicho a Aitana lo que le había comunicado Alfred, "Algo muy elegante". Amaia no sabía que ponerse y Aitana estaba desesperada de tanto buscar en el armario de su amiga.

—¿Y esto? — dijo Aitana sacando un vestido negro ajustado. Amaia negó.

—Voy a una cita romántica no a una discoteca. — Aitana rodó los ojos, se puso a buscar en el fondo del armario y se le iluminaron los ojos.

—Vas a ponerte esto y no me vale un no por respuesta— Aitana le tiró el outfit a Amaia a la cara y esta fue al baño a ponérselo.

El conjunto* constaba de un top rojo de manga corta hasta el codo, con un escotazo, se cruzaba por la parte de delante y se ataba por detrás todo esto combinado con unos pantalones del mismo color anchos que eran preciosos.

Se miró en el espejo y sonrió, estaba preparada. Esta era la noche, iba a declararse al chico que no dejaba de rondar por su cabeza desde que se conocieron. Amaia estaba nerviosa, después de lo de Mario pensó que no iba a encontrar a nadie, quien le iba a decir a ella que en Barcelona iba a conocer a alguien tan perfecto como Alfred.

Aitana entró en el baño y miró a su amiga con los ojos como platos—Por dios Amaia, ¿Quién fuera Alfred? — Amaia sonrió y abrazó a su amiga. Aitana aprovechó para mirar en el espejo el magnífico culo de su amiga— Pero y ¿ese culo? Qué envidia, dios.

—Ay Aitana de verdad—dijo la pamplonica. Aunque era verdad, tenía un culo increíble.

—Venga vamos a maquillarte. — dijo Aitana, entró otra vez en la habitación de Amaia y fue al escritorio de esta— Siéntate— le dijo apartando la silla de este. Amaia obedeció.

Aitana cogió su estuche de maquillaje y comenzó aplicándole la base en toda la cara a Amaia, cogió colorete y lo puso en sus mejillas. Un poco de iluminador encima del pómulo, en la nariz y en el lacrimal y por último rímel en las pestañas de arriba. Y fin, perfecta.

Amaia se miró en el espejo que tenía encima del escritorio y sonrió a su amiga en señal de agradecimiento.

—Venga que te hago unas ondas surferas. — dijo cogiendo la plancha y enchufándola. Amaia abrió los ojos mucho.

—¿Pero que dices de surfera? Que me estas contando si yo soy de pamplona— Aitana la miró y se carcajeó de su amiga, es que a veces...

—Que sí... ya verás cómo te queda súper bien.

—Vale... confío en ti pero como no me guste me lo quito eh...

—Veeeenga va. — dijo Aitana empezando a peinar a su amiga.

Terminaron de hacer las ondas, que a Amaia le gustaron mucho. Amaia se calzó sus deportivas de plataforma, con el pantalón no se veían y, además, pasaba de ponerse tacones. Ella estaba contenta con su estatura y no quería ser más alta.

Se fue al baño a echarle colonia, desodorante y se puso unos pendientes de unas caras dorados. Terminó y se miró en el espejo, tiene que reconocer que estaba muy guapa. Aitana entró en el baño y se hicieron una foto en el espejo. Salieron del baño y fueron al salón.

—¿Qué hora es Aitana? — dijo Amaia mientras miraba el reloj de la pared, se había parado. Mierda.

—Ehhh, mierda, corre— dijo Aitana levantándose del sofá— son las 22.10, vamos Amaia corre.

Amaia se levantó sobresaltada del sofá como su amiga y fue a por la chaqueta a su habitación. Cogió el móvil, la cartera, las llaves y salió corriendo de hacia la puerta.

—Deséame suerte— le dijo a Aitana antes de salir.

—No la necesitas, estas preciosa e increíble. Alfred te va a comer. — dijo Aitana y le dio un beso en la mejilla. Amaia salió corriendo hacia la puerta y Aitana se quedó un rato en casa de Amaia a recogerle la habitación.

Amaia salió disparada de su casa y subió rápido las escaleras. Se encontraba ante la puerta de Alfred y justo cuando iba a llamar al timbre esta se abrió.

Un Alfred muy guapo, con un traje azul se encontraba ante ella. Amaia le sonrió y este hizo lo propio.

—Estas guapísimo— le dijo la pamplonica.

—¿Y me lo dices tú? Estás preciosa— le dijo el catalán. Amaia se sonrojó y le abrazó. Se escondió en el hueco de su cuello y aspiró su aroma.

—Joder, que bien hueles — Alfred se carcajeó. Amaia se separó y le dio un golpe cariñoso en el brazo— Es verdad Jo.

—Salía a buscarte porque, como siempre, llegas tarde— le dijo Alfred. Amaia abrió mucho los ojos e hizo un puchero.

—Dios lo siento, el reloj se me ha parado y pensaba que era mucho más pronto. ¿Me perdonas? — dijo acentuando el puchero.

—¿Cómo no voy a perdonar a esta "cosa"? — dijo mientras le pellizcaba el moflete. Amaia se sonrojó, cada vez le gustaba más. — ¿Nos vamos? Vamos a llegar tarde. — dijo el catalán mirando la hora de su móvil.

—Vale, ¿Dónde? — dijo Amaia. Alfred sacó un pañuelo de su bolsillo y se puso detrás de Amaia, se lo colocó en los ojos, con una dulzura infinita.

Apartó el pelo de su oreja y le susurró. —Es una sorpresa, pero va a ser la mejor noche de tu vida— dicho esto beso su mejilla y cogió de la mano a Amaia.

Esta noche iba a ser inolvidable y Alfred y Amaia tenían cada vez más claro que la persona que tenían al lado iba a ser la persona con la que iban a compartir el resto de su vida. 

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*Es el conjunto que llevó a la gala 0 de ot 2018 de Paloma Wool.

Muchas gracias por leerme, en el próximo capítulo va a ocurrir lo que todos queremos que ocurra. Espero que os esté gustando mucho. La historia solo acaba de empezar todavía quedan muchas cosas por hacer y por descubrir de estos dos. 

PD: no me matéis por dejar toda la intriga jajajaja 

Nos leemos en comentarios. 

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora