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Alfred la miró con los ojos llorosos y con una sonrisa en la cara.

—Yo también te quiero. — le dijo, Amaia apoyó la cabeza en su hombro.

Después de unos segundos el catalán habló de nuevo. —No sé cómo no te parezco la persona más horrible del mundo ahora mismo.

Amaia pensó en lo que acababa de decir el chico, le miró y negó con la cabeza. —Yo sé que hay cosas en el pasado que no hemos hecho bien y que nos arrepentimos, somos humanos, nos equivocamos. Tu confiaste en la persona menos indicada, pero no por eso tienes que sentirte culpable de la muerte de tu hermana, no lo eres.

—Sí lo soy, si no hubiera antepuesto a gente desconocida delante de mi familia y mis obligaciones, mi hermana estaría aquí conmigo, soy una persona horrible. No sé cómo mis padres me han perdonado y cómo tú me comprendes... — un sollozo volvió a salir de la boca de Alfred. Amaia le abrazó fuerte, la culpabilidad de Alfred iba a estar presente toda su vida. Ella le conocía y sabía que era imposible hacer que el recuerdo se fuera, pero lo podría hacer mucho más llevadero recordándole lo feliz que le hace a ella y lo afortunada que se siente de tenerlo a su lado —Y ahora puede empezar a hacerte daño a ti y te juro que si eso pasa me muero —volvió a sollozar.

—Alfred...—Amaia le miró, pero él miraba al suelo, destrozado. —Mírame, por dios. — Alfred la miró con los ojos enrojecidos y llorosos. Amaia le quitó las lágrimas suavemente y le dio un suave beso en los labios— Vamos a superar esto, juntos. Te prometo que no me voy a ir. Yo te conozco...joder Alfred... eres el ser que desprende más luz de todo el universo. No vamos a permitir que el pasado rompa a este ser de luz, vamos a conseguir que se vaya y lo haremos sin separarnos.

Alfred la miró emocionado y la abrazó fuertemente. —¿Por qué eres tan perfecta? — le dijo mientras soltaba una sonrisa. Amaia rió también y le miró.

—No lo soy, solo que tú me ves con buenos ojos. — Ella le dio un golpe en el antebrazo de forma cariñosa y él rodeó su cuello con el brazo para atraerla más hacia sí. Alfred besó su cabeza y se puso a pensar en cómo había revolucionado Amaia su vida en pocos días y en otra cosa sobre esta... ¿Qué eran? ¿Novios? ¿Amigos? ¿Amigos con derecho? Él quería que ella estuviera con él de una forma más formal, y sabía que ella no le iba a pedir nada por lo vergonzosa que era, así que pensó en la manera más bonita en la que pedírselo.

Se quedaron en silencio durante bastante tiempo. Alfred maquinando todo y Amaia disfrutando el momento, hasta que ella rompió el silencio.

—Oye Alfred, ¿A qué hora habías quedado con tus amigos? — Preguntó Amaia, aún en el hombro del catalán. Alfred abrió mucho los ojos.

—Dentro de...5 minutos— Alfred se levantó corriendo de la toalla y Amaia también. Amaia se rió, no se había dado cuenta de que habían quedado en el mismo sitio en el que se encontraban.

—Alfred, cariño...— comenzó Amaia, Alfred le miró extrañado ¿Por qué se reía? —Estamos en la playa... Has quedado con ellos aquí...

Alfred cayó en la cuenta y suspiró, estaba tan inmerso pensando en sus cosas que no se había percatado de que estaba en la playa. Y es que eso es lo que le producía estar allí con Amaia, era como "casa", estaba tan cómodo que se había dispersado de su cuerpo. Cuando se percató se rió y volvió a dejar la toalla en el suelo. Miró el móvil y se dio cuenta de que, otra vez, la reunión se había pospuesto para otro día. Pero él tenía que hablar con Roi, así que le llamó. Amaia, mientras, cogió la guitarra de catalán y se puso a tocarla suavemente.

Dos pitidos y Roi cogió el teléfono.

—Buenas señor Alfredo ¿Para que me llama? — dijo el gallego.

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora