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Estuvieron caminando por las calles de Barcelona entre risas y anécdotas de las dos madres. Alfred y Amaia se miraban cómplices caminando de la mano mientras escuchaban atentamente a las dos señoras que reían cada vez que recordaban un buen momento. Alfred rebosaba de alegría, ahora parecía que todo comenzaba a estar bien. Amaia sonreía también al ver al chico tan feliz, lo que ella no sabía, es que, para él, ella era la razón máxima de su felicidad.

—Bueno chicas, hemos llegado— dijo Alfred parándose delante de un restaurante llamado "Can Punyetes" era un pequeño local donde servían comida típica catalana. Estaba en una zona escondida del centro de la ciudad, pero los señores de bar eran encantadores y, tanto Xus como Alfred, les conocían muy bien.

—Dios Alfred, recuerdo perfectamente que te traía aquí porque te encantaba los Calçots que preparaban — dijo acariciando la mejilla de su hijo dulcemente. Alfred la recibió con una sonrisa — Os va a encantar, es uno de los restaurantes de comida catalana más bonitos del mundo...

Amaia admiró la entrada del local y, dejando que pasaran primero las madres, se quedó para darle un buen beso a Alfred. Desde que había llegado a Barcelona y había conocido al chico, no había parado de decir que no había comido nada "típico" de Catalunya y tenía muchas ganas. Al ver que Alfred se había acordado no había podido evitar agradecérselo.

—Gracias de verdad...— dijo Amaia todavía abrazada a Alfred que le apretaba más fuerte contra sí. Se separó y le dio otro beso que duró más que el anterior.

—De nada cuquita, te quiero.

—Y yo, mucho.

Se dieron un último pico y de la mano entraron en el local. Hoy no había mucho alboroto como otros días ya que los que acudían al sitio no eran turistas sino gente que vivía por los alrededores. Se encontraron a sus dos madres charlando animadamente en la mesa del fondo y se dirigieron con una sonrisa en la cara. Justo cuando estaban a punto de llegar a la mesa un señor que rondaba los cincuenta los asaltó y con una sonrisa y con su acento catalán dijo:

—¡Pero bueno Alfred cuánto has crecido! — el señor abrazó al chico que se encontraba rebosante de felicidad al ver que el señor aún le recordaba.

—¡Pero bueno Jaume!, jope hace mil años que no vengo. ¿Qué tal habéis estado? — dijo Alfred sonriendo y devolviéndole el abrazo. Amaia supuso que era el dueño del bar y los contemplaba desde un segundo plano con una sonrisa en la cara.

—Pues bueno chaval ya sabes cómo son los negocios. A veces vas muy bien otras muy mal... pero nosotros estamos genial.

—Jope pues cuanto me alegro, mira te quiero presentar a alguien— Alfred se giró y cogió a Amaia de la mano para que se acercara— Jaume esta es Amaia, mi novia.

Amaia se acercó y le dio dos besos al señor que la contemplaba con la misma sonrisa con la que había recibido a su chico.

—Jope Alfred... sí que has crecido eh— le alborotó el cabello y miró a la chica para decir— Encantado Amaia, iros ya hacia la mesa que os están esperando. — La pareja asintió y se dirigió a la mesa donde se encontraban sus dos madres.

—Alfred este es un sitio increíble...— dijo Javiera sonriendo. Amaia le miró y le cogió la mano por debajo de la mesa.

—Sí, es que hace unas semanas Amaia me dijo que quería probar la comida catalana y bueno pues se me ocurrió venir aquí.

Amaia le dio un apretón fuerte y sonrió. Comieron entre risas y anécdotas de cuando eran más pequeños. Los dos jóvenes les contaron que no podían quedarse hasta muy tarde que hoy tenían ensayo en el conservatorio.

NOVATA | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora