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Richard.

-Sabía que harías eso- le sonrío.

Este momento su acción fue sencilla de prever, o tal vez no lo era pero estoy comenzando es posible que te esté leyendo mejor.

Vuelvo a acercarme con la intensión de comenzar y continuar lo pendiente y nuevo. Aprovechar la oportunidad de celebrar por un triunfo que nos da a ambos un fogoso fuego interno, incendiar o apagar, eso se decidirá al punto de llegada y termino.

Soy detenido porque me da un golpe bajo. Pero aún así no quiero dejarlo ir, el dolor es insoportable en mis bolas pero sigo ocupando algo de mi fuerza para mantenerlo a mi lado, pero luego los tirones que da, lo suelto y me quedo un poco más de tiempo tirado en el suelo.

No puedo creer que me hayas hecho tal cosa sabiendo el dolor que produce y, los efectos que puede producirnos a ambos a futuro

Al salir del baño me acerco al grupo de chicos en el momento en el que se eleva un vaso y alguien grita:

-¡Necesito otro aquí!- es su voz.

Oh, Eamonn ¿Cuántas son las sorpresas que mantienes ocultas bajo la manga?

-¿Estás seguro Pastorcillo?- le pregunta uno de los chicos.

Paso una mano por mis pelotas, sobándome cuando el dolor es casi nulo. Me acomodo en una esquina a pesar de las insistencias de los demás para que me acerque. Mantengo una distancia en donde podía verlo sin interferir en lo absoluto, y así es como estuve varios minutos hasta que la escena ante mis ojos comenzó a cambiar.

El vaso pasa de estar en mi mano al marco de la ventana y me acerco a ellos.

-¿Ahora si quieres uno?

-Sí, ahora, denme un vaso

-¿Acaso no tienes el tuyo?- me contesta Eamonn.

Casi con desesperación acerca el vaso a sus labios y se lo quito, tomando yo en su lugar.

-¿Qué haces?- arruga las cejas- Ese vaso es mío- suspira- Pero ya no importa, no pienso volver a tomar de ese vaso.

-¿Y eso por qué?

-Porque no pienso compartir mi saliva con – me apunta con el mentón- Ese.

¿Pero ese no fue un evento ya ocurrido? ¿Acaso nuestros cuerpos no se han juntado tanto como nuestros labios que comenzaron a jugar cuando te tenía contra la pared?... Habrá pasado un tiempo pero aun puedo recordarlo; Cada movimiento, suspiro, sonrisa y confusión

-¿Y con quién si la compartirías?

Se encoje de hombros.

-Pues lógicamente, con alguna chica.

-Obviamente.

No es necesariamente obvia aquella respuesta, porque no todos queremos despertar al lado de una chica que siempre trata de ocultarse debajo del maquillaje e incluso bajo sonrisas falsas para mostrar actitudes agradables, con consideración de linda, tierna siendo que en verdad solo trae una fachada inconsistente a la verdad; Con palabras agradables que esconden las verdaderas frases sinceras

-¿Y hay alguna chica especial para ese reparto?

-No- niega con la cabeza mientras cierra los ojos por un momento, viéndose totalmente adorable, dulce; Quiero probar esa dulzura, luego se detiene, mostrándose mareado.

-¿Vas a vomitar?

Se inclina hacia adelante y atrás, haciendo el intento de detener las posibles arcadas. Lo tomo por los hombros al abrirme paso para acercarme y ayudarlo.

-Yo lo llevo al baño- no levanta la mirada cuando lo acobijo entre mis brazos, pero de igual modo me da la oportunidad de guiarlo calmadamente hacia los baños, varios se han ido y es más fácil llevarlo.

Le ayudo a arrodillarse dentro del cubículo mientras que me quedo de pie, apoyado en la puerta que mantengo abierta, porque no hay ni la menor posibilidad de que lo deje abandonado de esa forma cuando espero que algo más suceda.

Suspiro.

-No te puedo llevar en esta forma a tu casa- inclino la cabeza, apoyando la cien contra el helado metal.

¿Cómo es que puedes verte tan vulnerable y fuerte a la vez?

Abre los ojos estrepitosamente, mientras que con un rápido y ágil movimiento levanta la tapa del inodoro. Escucho como se esfuerza sacar todo lo que tiene dentro, su espalda se encorva con su respiración que se acelera inclinándose y aferrándose al retrete.

Y ya ha pasado alrededor de hora y media cuando llegamos a mi casa.

Busco las llaves en mi mochila mientras lo dejo retrepado contra la reja, él se balancea de lado a lado, tratando de mantener como puede el equilibrio.

Es casi increíble ver de cómo aun en tu peor momento tratas de demostrar que estás bien, bajo esa imagen tan destruida y gloriosa que le muestras al mundo

Manteniendo los ojos inicia un susurro en cuanto pasa por la entrada principal. Me volteo a cerrar la puerta dejándolo un momento sin supervisión. Vuelvo a estar de frente a él, que ahora se está sacando lentamente y de manera extraña, la sudadera. Está intentando hacer la acción, quitándola por arriba, hace ruidos de queja y se queda atorado, dejándome ver parte de su piel blanca y tersa, tan clara y pura.

-Eamonn- trato de contener la risa- ¿Qué haces?

Me responde entre balbuceos y se tropieza con sus pies, logra estabilizarse en lo que cabe.

-Esperemos que puedas subir las escaleras.

Negando con la cabeza coloco uno de sus brazos por mis hombros luego de bajarle la sudadera en su sitio, luego de los suspiros y la gran fuerza de voluntad que sostuve para evitar de hacer el intento de sentirlo, al escuchar sus jadeos cuando lo rozo.

Cuando entramos en mi cuarto lo recuesto y él, inmediatamente abraza una almohada con tantas ganas que en este momento daría lo que fuera para poder ser aquella almohada para poder estar entre sus brazos, no me importa la situación, porque incluso esta, es la ideal.

-Me ofende que me reemplaces tan fácilmente- me muerdo el labio inclinando la cabeza, subiéndole las piernas a la cama.

En medio de una exhalación acaricio su frente para quitarle unos pelos que le tapan los ojos, sonríe.

-Hazlo- gime.

Es aquello lo que entiendo luego de haberme acercado a su rostro. Giro la cara sin entender a que se refiere y me detengo un momento; Estoy muy cerca de él, a menos de lo que los centímetros pueden contar.

Al igual que sus mejillas, sus ojeras están rojizas. Sus pestañas largas y delgadas cayendo sobre su pómulo. Esos gruesos labios que me llaman silenciosamente para que me acerque y se comiencen movimientos por susurros desmedidos que nos contarán cada detalle. Además me llaman para que lo escuche reír y llorar, quieren que me quede con ellos.

Es una promesa

Lo acobijo con una manta que tenía doblada a los pies de la cama. Queda un espacio en la orilla que parece casi dejado a propósito.

Y cuando me siento a su lado, comienza a moverse como si fuera a convulsionar y en segundos tomo el basurero, logrando llegar al momento justo pero termina haciéndolo en su ropa.

-Pero Que gran final inesperado. 

La Pausa de un Cariño IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora