La estrella del atardecer (parte 1)

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Mi nombre es Tiana, tengo seis años y vivo con mi madre y mi padre en un pueblo humilde al Este de Nueva Orleans

Mi madre trabaja esta vez en un nuevo vestido para Charlotte, mi nueva mejor amiga desde hace un tiempo; ella también tiene seis años.

— En ese preciso momento, aquel sapito feo la miro con sus ojos redondos y tristes, y suplico: por favor bella princesa, solo un beso tuyo puede romper este terrible hechizo que lanzó sobre mí una malvada bruja... — dijo mi madre.

Charlotte estaba tan entusiasmada al oír el cuento, que no cabía en su bonito vestido de princesa. Por cierto, el vestido que estaba usando en ese preciso momento, era el vestido confeccionado en ese momento por mi mama . Ella era obsesionada con las princesas, tal vez sera algo que acostumbran las niñas ricas de la cuidad central.

— Ahí viene mi parte favorita — susurró Charlotte cerca de mi oído, dando pequeños saltitos en puntillas y estrujando al pequeño gato en sus brazos contra su pecho. la volví a mirar y estaba tan concentrada en lo siguiente que mi madre narraría, aunque ella sabia que era lo que seguía después de cada verso.

El gato maulló, algo irritado, como quien dice: aquí vamos de nuevo.

— La bellísma princesa se sintió tan conmovida, por la desesperada suplica que se inclino... tomó a la viscosa criatura en sus manos, se levanto, la acerco hasta sus labios y... le dio un tierno beso. — dijo mi madre con un gesto convincente, luego de la intriga que había ocasionado.

Un suspiro muy largo salio de la boca de la niña de seis años a mi lado.

— Bla... — hice un gesto de asco ante lo narrado en el cuento.

¿Besar a un sapo? ¿A quién se le ocurre besar un sapo solamente para casarse con un príncipe? aunque era una niña no me creía todo lo que los cuentos decían.

— Entonces, el sapo se convirtió en un apuesto príncipe, se casaron y vivieron felices para siempre. El fin. — dijo sonriente, mientras terminaba el vestido de Charlotte.

— ¡¡¡SI!!! ¡Léelo otra vez, léelo otra vez! — grito Charlotte que de la emoción se cayo de espaldas, por lo voluminoso de su vestido. Solo tuve la opción de reírme y sacudir la cabeza en negación concurrido eso.

— Lo siento Charlotte ya debemos volver a casa — concluyo mi madre.

— Yo no haría algo así por nada que me ofrecieren. Juro que jamás, jamás, besaría un sapo. Jamás. — y mi mueca de asco regreso. me cruce de brazos y creer mis ojos.

— ¿Eso crees? — dijo en forma desafiante Charlotte, tomó una mascara de sapo, mal hecha, y se la colocó al gato importunadamente; el gato asustado, al ver tan bruscos movimientos, comenzó a lanzar patadas por todos lados. — Aquí esta tu príncipe azul Tia... vamos besadlo... anda bésalo.

— No quiero, no quiero, no quiero— mis brazos empujaron a Charlotte y me cruce de brazos de nuevo.

— Yo si lo haría, besaría un sapito. Yo besaría cientos de sapos para casarme con un príncipe y ser una princesa. — y comenzó a besar al gatito, a tal grado que el gato aterrorizado, salto hasta quedar prendido en el techo de la habitación.

nuestras risas y carcajadas llenaron el lugar, mientras mi madre nos regañaba y trataba de bajar al gato de nuevo al suelo. cuando el gato bajo, se aferró a la alfombra como si su vida dependiera de ello, y tal ves así era, porque eramos un peligro, al menos para él.

De pronto el sonido de la la puerta al abrirse se hizo presente y apareció el amigable padre de Charlotte.

— ¿Cómo estas Eudora? — dijo sonriente,

En eso, Charlotte corrió hacia el y le mostró su nuevo vestido, claro que era hermoso, mi madre sabia confeccionar vestidos preciosos y ya que es la mejor de la cuidad, el padre de Charlotte siempre la llama para los caprichos modistas de su pequeña hija.

Aunque mi madre haga los vestidos, nunca tendría, yo, un vestido como ese, la tela es muy cara y aunque ella confecciona los míos son mucho mas sencillos que los de Charlotte.

— Tu vestido es encantador, lindura, aunque no esperaba menos de la mejor costurera de Nueva Orleans. — dijo en broma con una sonrisa embozada en su rostro y tomó a Charlotte en sus brazos y ella al ver el vestido de la princesa en el cuento que nos contó mi mamá, ella deseo, otra vez, un vestido como ese, suplicó e hizo todo lo que pudo hasta que, en ese momento, convenció a su padre de pedírselo a mi madre.

— Eudora... ¿podrás confeccionar un vestido como ese? — desesperado suplicó ante la insistencia, constante, de su hija.

— Cualquier cosa para mi mejor cliente de Nueva Orleans — dijo sonriente y alegre mi madre.

Charlotte grito un "SI" muy contundente y lleno de emoción, mientras mi madre me decía que debía a apresurarme, porque mi padre llegaría pronto a casa.

Mi padre era un gran hombre, trabajador y entusiasta, él era mi mejor amigo y mi héroe.

La princesa y el sapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora