Mi Trabajo

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Ya han pasado quince años desde esa noche en mi ventana, en la que suplique a la estrella que realizará el sueño, tan anhelado, de mi padre, pero con el pasó del tiempo, ese sueño se desvaneció para él, tras su fallecimiento en el servicio militar.

Amaba a mi padre con toda mi alma, era mi mejor amigo, así que prometí cumplir su sueño por él.

Trabaje mucho, dos turnos, día y noche, toda mi infancia y adolescencia, contando horas de estudio y días de desvelo; y hasta el día de hoy sigo con la esperanza de que algún día lograre levantar mi propio restaurante. En honor a mi padre.

- Fue una noche mala para las propinas Tiana, pero cada centavo cuenta. - dije sacando las monedas de la bolsa de mi delantal.

Toqué la hoja anhelada, y la desdoble colocandola justo frente a mi padre.

- Tranquilo papá, ya estamos muy cerca - dije enviándole un beso a la fotografía de mi padre.

Me acosté en la cama, a pesar de que el sol acababa de salir, sentía que podría haber mucho tiempo, o al menos lo suficiente, para dormir un poco y descansar.

Dos minutos después, el despertador comenzó a chillar, estire mi pierna y con el dedo gordo del pie, como pude, apague el reloj, no funciono, este al ser golpeado por mi pie, cayó al suelo, chocando contra el y pasándolo por completo.

Eso no era lo que esperaba, pero se apagó

La importancia de cumplir nuestro sueño, era más fuerte que mis ganas de dormir, la obligación de reunir el dinero para levantar el restaurante,  me impuso a levantarme

- Aquí vamos - dije agotada con los ojos cerrados.

Abrí el armario y saqué mi vestido amarillo, mas bien, mi uniforme de trabajo.

Corrí al baño y me duche con agua fría, para despertar de mi desvelo.

Al salir, casi olvido las llaves, regrese por ellas y salí corriendo a coger el autobús. A esta hora de la mañana, son una pesadilla los autobuses de Nueva Orleans.

En mi bolso cargaba muchas revistas con recetas de cocina, debía saber que comidas y nuevas creaciones debía ofrecer a mis clientes en mi futuro restaurante.

Esa mañana leía una revista de postres extranjeros de calidad y en eso, el autobús freno y casi caigo al suelo; choque contra un hombre muy bien vestido y volteo al sentir el impacto de mi mano contra su torso.

- Ah... lo siento mucho- dije retirando mi mano y caminando hacia la puerta del autobús.

- No hay problema - alcance a oír al sujeto, en cuanto bajaba del autobús.

Al poner mis pies en la acera, me tope con una banda de Jazz clandestina que marchaba y celebraba todo el tiempo. Siempre los veía cada mañana. Tal ves porque el pueblo de Nueva Orleans es muy festivo y ya se acerca el desfile del Martigra y hay que preparar todo.

De pronto una trompeta interrumpió mi perdido pensamiento. Tal ves era el sueño. Cuando trate de atravesar su animada marcha, un hombre, Tom, el bailarín, me tomo de la mano inexplicablemente, haciéndome bailar junto con él. Al principio fue divertido, pero cuando quise zafarme, no soltaba mi mano, así que hice fuerza para sacar mi mano de este rollo, ya era tarde y debía correr al trabajo, así que me solté y corrí lo mas que pude, hasta llegar a la puerta trasera del pequeño local.

- Llegas tarde, ya vamos a abrir - me dijo irónico Marcos, el cocinero y jefe.

- Por favor, no es tan tarde ¿ves? dos minutos - dije tocando mi reloj, aunque en realidad si lo era.

- Es suerte - dijo el lavaplatos Jim, guiñando un ojo, y sonriendo como tonto.

- Si, claro - dije tomando el letrero de la puerta y cambiando de "cerrado" a "abierto".

La princesa y el sapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora