El amuleto

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Me acerqué a Naveen mientras distraído por las palabras del hombre gordo de bata blanca y sombrero extraño recitaba una serie de palabras aburridas y monótonas.

—Psst, Capi. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué pasó con el plan? —me apresuré a susurrar, de pronto el movió su mano, como si no me escuchase y siguió en lo que estaba.

Luego a sus pies vi un pequeño cofre de madera, parecía moverse. Me acerqué a él y escuché a alguien gritar.

—¡Yo. Yo me opongo rotundamente! ¡¿Alguien me escucha?! ¡Él no debe casarse. Él no es el verdadero príncipe Naveen!

—Capi. ¿Eres tú? —Pregunte curioso.

—¡Ayuda! ¡Ray ayúdame, sácame de aquí! —, gritó mientras golpeaba por dentro la madera.

—¡No te escucho te sacaré de este cofre! —entré en la cerradura y al hacerlo este se abrió.

Al abrirse Naveen salto sobre Naveen, o al menos el humano. Estaba más que confundido en ese entonces. Si uno es Naveen y otro es Naveen ¿Quién es el verdadero?

Toda la lucha termino con ambos carroza abajo mientras Naveen trataba de escapar, el otro Naveen lo atrapó adentrandose a una iglesia. Los seguí pero al momento de entrar fue demasiado tarde las puertas se había cerrado. Necesitaba saber el final de todo esto, así podría ayudar a mi amigo.

Volé alrededor de la iglesia en busca de una entrada y fue entonces en qué vi una ventana con los vidrios rotos.

Estando dentro ambos personajes luchaban y discutían por un objetivo que me era incierto. ¿Qué sucedía con ambos? ¿Los dos eran el príncipe? ¿Tenía, acaso, un hermano gemelo malvado?  Volé a su alrededor de ellos, mientras trataba de averiguar quién era el verdadero príncipe

Al Naveen saltar de sus manos y llevando consigo un pedazo de madera en sus patas de sapo, descubrí que el humano, alto, de buen parecer y muy agraciado, se convertía en un hombre bajo, con canas en su cabeza, barba y bigote desgastados, arrugas y una enorme barriga. Seguía sin comprender qué sucedía pero la voz de Naveen me sacó de mis pensamientos confusos, lanzandome cierto pedazo de madera con símbolos y extrañas figuras en él.

—¡Corre! —grito al ver que el cachivache ya se encontraba en mi poder. Admito que era pesado para mi pequeño cuerpo, pero una vez pude manejarlo salí volando de la catedral.

¿Y ahora qué hacía yo con esta cosa? Un brillo resplandeciente salió de este en un haz de segundos, dejandome desconcertado. En verdad necesitaba ayuda con esto, no podría sobrellevarlo sólo.

Dirigiéndome así al cementerio donde por última vez vi a Tiana, confíando plenamente en que ella sabría que era lo que yo debería de hacer con esta cosa.

No estaba en el mismo lugar donde discutimos acerca de la verdadera existencia e identidad de Evangelyn. Me desconcertaba el hecho de su tristeza pero es la única quien me podía ayudar con esto.

—¡Tiana!

La oscuridad del cementerio era inmensa, ya que la luz de la luna y la de Evangelyn no eran tan esclarecedoras, sentí tras de mí algo o alguien acechandome. Voltee y no había nadie; no estaba dispuesto a esperar a que Tiana apareciera de nuevo en el mismo lugar donde discutimos, así que decidí buscarla.

Grité su nombre tantas veces que perdí la cuenta, finalmente la encontré sentada sobre una lápida un poco alejada del pueblo. Hablaba sola, tal vez extrañaba a alguien, pero estaba más preocupado por los vivos que por los muertos en ese entonces.

—¡Tiana! —grite una vez más antes de llegar a ella.

—Ray no estoy de humor. —especulo con desdén.

—Necesito tu ayuda. Naveen está envuelto en una especie de hechizo. —mencione aún a sus espaldas, ella no quería voltear.

—Eso ya lo sé, y es por eso que yo también estoy convertida en esto. Una criatura verde, pequeña y muy horrenda.

—No linda, no es eso, tu no eres horrenda, al contrario eres maravillosa. Pero el hechizo es mucho peor. Fui a buscar a Naveen luego de que discutiremos y me encontré con una gran sorpresa, hay dos príncipes Naveen: uno es un sapo y el otro es humano, no sé qué es esto pero al quitárselo el Naveen sapo al Naveen  humano, este se convirtió en un gordo feo y canoso. —Ella volteó a verme y observó el amuleto.

En ese momento el amuleto brillo nuevamente y muchas sombras comenzaron a acecharnos por doquier.

—Toma esto, y no dejes que nadie más lo obtenga hasta que sepamos cómo destruirlo y volver todo a la normalidad. ¡Ahora corre linda, corre! —Trate de esquivar las sombras y salir de ahí, pero me tenían rodeado, luego pensé:  son simples sombras qué me harán.

Grave error. Una de ellas tomo mi sombra, en ese momento sentía una fuerte presión sobre todo el cuerpo.

—¿Ahora qué? —Dije en forma fastidiosa.

Pero luego una fuerza me inmovilizó haciéndome caer al suelo, no tuve más conocimiento que el de un hombre, alto y con sombrero de larga copa que asomaba su enorme pie sobre mí.

La princesa y el sapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora