05. Otra vez, tú. Otra vez, yo

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En la cena, Sophia se había atrevido a estar con Sid, no me molesto. Obvio, que la chica necesitaba conocer a alguien más que no sea yo. Podía ponerse nerviosa, tímida y avergonzada con las nuevas relaciones. Su personalidad era contradictoria. Eso era curioso para mí, ya que era una verdadera amiga a diferencia de las princesas con coronita que mis padres me presentaban. Alguien como Anka McKing, que su familia eran funcionarios y economistas. La chica tenía un estilo de hablar como una sureña, dado que lo era, y se habían mudado más cerca de Londres por el trabajo de sus padres. Anka tenía el cabello castaño caoba, ojos fríos y calculadores, y una nariz recta. Ella se hacía ilusión que Marcus Thirbertmman, podía fijarse en ella, aunque estuviera prohibido maquillarse, ella rompía la norma. El prefecto de Slytherin era Marcus, por lo que, Anka se ponía en rebelde para llamar su atención y tener un excusa para hablar, alardear, coquetear, lo que sea.

-¿En realidad, no tenes vergüenza de verlo así?-le pregunte a Anka, que rodeo los ojos.- Marcus tiene mucha paciencia.

-¿Queres que te recuerde que vos, estabas bien loca por Emmanuel?-dijo en defensa, alce mis manos en signo de paz.

-Sólo digo.-le replique, tragando un pedazo de carne.- Ahora, tenes que ser cuidadosa, porque el castillo será visitado por Durmstrang.-le dije en broma, Anka hizo un mueca de sarcasmo. Me reí un poco.

Continúe comiendo mi carne con salsa de miel, un puré de calabaza y ensalada de remolacha. Hacía tiempo que cuidaba mi cuerpo, porque esto era importante para la familia. La imagen de una persona habla mucho de cómo es. Desde muy pequeña represente la imagen de una imitación miniatura de Narcissa, como Draco de Lucius. Tengo una familia de estereotipos de perfección y belleza, siempre me pareció un poco estúpido. Aunque, me gusto la idea de maquillarme, y peinarme, eso no fue tan malo. En ocasiones, las presentaciones eran excesivas. Termine de comer lo último de mi ensalada, me despedí de Anka que estaba distraída con su amor platónico.

Salí del Gran Comedor, dirigiéndome a la torre de Astronomía para tomar algo de aire fresco. La noche oscura era un telón cerrado, pequeñas y brillantes estrellas plateadas esparcidas por el velo nocturno. Y, la imponente luna menguante, nuestra protagonista de todas las noches. Subí las escaleras, jugando con mi corbata teniendo cuidado de no tropezarme con los escalones falsos. A medida, que subía con pereza, los personajes de los cuadros me hablaban sobre lo joven y hermosa que era, lo tan creída y torpe, lo tan inteligente y poco artística. Sólo, eran voces pintadas. O, eso era lo que quería creer. Menee la cabeza, deteniéndome en el pasillo del séptimo piso. Recorrí el pasillo hacia la derecha, las ventanas de vitro dejaban brillar una luz tenue, y suave en el entorno. Camine por la dirección que me llevaría a la torre de Astronomía. El silencio era inquietante, necesitaba las parloteos constantes de Sophia. Se notaba la brisa fresca que atravesaba aquellas ventanas abiertas, respire el perfume de tierra en el lugar, la humedad provocaba un poco de alergia a mi nariz, estornude varias veces y me apresure a llegar a mi lugar preferido.

En cuanto terminé de subir los últimos escalones, escuche una suave música de una armónica, un género desconocido para mis oídos, no sonaba nada mal. Era fino, agudo y armonioso. Busque a esa persona que estaba haciendo aquella música equilibrada, rodee la baranda de la escalera. Y, entre una penumbra, noté el brillo dorado de un pendiente, lo único que titilaba.

-¿Hola?-hable para llamar su atención, la música se apagó con lentitud.- Perdón por interrumpir, pero no esperaba que alguien estuviera a estas horas aquí.

-Yo creía lo mismo, señorita Malfoy.-dijo la voz familiar del joven, que empezó a ponerse de pie, el ruido de su calzado me informaba que tenía movimientos torpes.- Sólo, quería recordar los viejos tiempos en este instituto.-se justificó, me quedé callada porque cuando él se acerco a la luz, el rostro decorado con una barba cuidada y pelirroja, hizo que me sonrojara. Era Charlie.

-¿Qué haces aquí? Es decir, en Hogwarts.-le dije vacilando, me trabe en mi nerviosismo. Charlie parecía no agradarle mi presencia, me sentí vulnerable y estúpida que descubriera mi apellido.

-Eso no te interesa, señorita Malfoy.-dijo a secas, pasó por mi lado rozando sin querer su mano con la mía. Sentí como mi corazón se enloqueció. Giré mi cabeza con el ceño fruncido.

-Malfoy, no.- le negué, odiaba esa forma de referirse conmigo, en general.- Soy Ernestine.

-Bien, Ernestine.-dijo, despidiéndose con una mueca de desdén.

Desapareció al bajar las escaleras, perdiéndose en una curva de esta. Apreté los puños con fuerza, marcado los nudillos. Dolía tanto apellidarse Malfoy, era una lucha constante de ser aceptada entre otras personas, que fueran diferentes, humildes y solidarias. Estaba harta de mi vida. Estaba cansada de ser Malfoy, y disimular mis acciones para darle el gusto a mi familia, no quería avergonzarlos, ni deshonrarlos. Pero, todo tiene un final. Y, es hoy.

Enciende el fuego en mi 1#EnLlamas /Charlie WeasleyxocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora