Llegué a los terrenos de Hogwarts, caminos de piedras serpenteantes, y columnas derribadas por los años, que alguna vez fueron cabañas para visitantes o profesores. Ahora, eso había cambiado. Recorrí le sendero que me guiaría a la humilde cabaña del guardabosque, Hagrid. El humo de la chimenea subía al cielo anaranjado, el viento susurraba y las aves revoloteaban a mi alrededor. Tome otro camino para no cruzarme con nadie, ni siquiera con el guardabosque que me invitaría a pasar y hablar de sus extrañas criaturas que cuidaban en el bosque.
Me abrí paso entre malezas y madrigueras de roedores, me tropecé con algunas de ellas. Seguí recorriendo, mientras las sombras me cubrían y tuve que iluminar con mi varita de nogal, veinte centímetros y corazón de dragón. Extrañamente, escuche voces susurrantes que identifique como arpías, que nunca imagine encontrarme. Sólo, aquella vez que tenía ocho años, y me perdí en un bosque. Por suerte, un leñador me salvo de esas criaturas furiosas. Me apresure a alejarme de la zona, sosteniendo mi varita en alto estando en alerta permanente como decía el profesor Moody.
A medida, que avanzaba me encontré con pegasos blancos y negros, espíritus del bosque y lechuzas salvajes. Habían pasado veinte minutos, estaba cansada y hambrienta. El sol había caído, convirtiendo el firmamento en un azul eléctrico, las primeras estrellas aparecieron acompañadas de una luna en su fase menguante, brillante y plateada. Me detuve al escuchar rugidos, hombres que hablaban y música. Estaba cerca del campamento. Solté un suspiro de alivio, me sorprendí que llegará confiada y sana de explorar el Bosque Prohibido.
-¿Qué haces aquí, niña?-hablo alguien detrás de mí, me sobresalte de un grito.- Este lugar no es seguro. Vuelve al castillo.
Gire para verlo, mi varita alumbro el rostro del hombre, su piel era rojiza, mirada oscura y severa. En un campista que estaba cargando con maderas para preparar una fogata.
-Nox.-murmure, mi varita perdió su brillo. La luz de la lámpara de aceite era suficiente para vernos.- Quiero hablar con Charlie Weasley, señor.
-Eso es imposible.- me dijo el dragonista, se movió a un lado y me interpuse en el camino.- En serio, niña, vete ahora mismo.
-Realmente, tengo que verlo. Por favor, señor.
Él me observo pensativo, intente convencerlo con la característica que representa a Slytherin, sorpresas y cumplidos. También, influenciada en mi padre. El dragonista tardó en responder, sus ojos castaños estaban cansados. Eran las siete y veinte en mi reloj, iba a perderme la cena y luego escuchar los sermones de Sophia.
-Te llevaré al campamento, y luego te acompañare al castillo. ¿de acuerdo?-dijo, al fin.
-Sí, señor. Eso sería muy bueno. Muchas gracias, me está haciendo un gran favor, de enserio.- le dije sin dejar de tener una sonrisa tan amplia que podían ver mi garganta.- Soy Ernestine.
-Soy Santiago Drake.
El campamento estaba ubicado alrededor de grandes robles formando un circulo de carpas color beige, pensé que podrían ser telas antiinflamantes. Santiago me prometió encontrar a Charlie, porque no estaba seguro de verlo por aquí. Pasamos a una gran tienda, que en su interior tenía un aura anaranjada, lámparas de aceite en cada mesa, que su mayoría eran hombres altos y fornidos que estaban cenando. Me rugió el estomago al oler un estofado, Santiago notó mi estado.
-Comerás algo, mientras averiguo donde está Weasley.- me indico dejando las maderas coleccionadas en una fila de otras.
-No quiero molestar.-le dije sonrojada.
-Ernestine necesitas comer. Ya he dicho que Charlie, te aceptará.
-Bueno, eso sería el asunto.-replique con una mueca.
-¿Cómo?- dijo el dragonista interesado.
-Digamos que vengo de una familia muy respetada en la sociedad. Las personas se confunden conmigo. Y, Charlie me rechazo.
-Te gusta él ¿no?
Santiago había dicho algo interesante. Una cuestión que no me detuve a pensar hasta este momento. Él se rio, me sonroje y me halo del brazo acercándome a una mesa con dos jóvenes que charlaban entre risas, recordé a los gemelos. Me senté con necesidad de relajar mis piernas, me sentía incomoda.
-Muchachos, cuiden a la niña.-ordeno Santiago.-¿Dónde está Weasley?
-Dijo algo de ir a nadar.-dijo uno de ellos.
-Y, también buscar unicornios. Aunque, no sé cómo va a lograr eso.- continuo el otro.
-Steven te dejo a cargo por el momento.- dijo Santiago.- Y, Ernestine come lo que quieras.
Asentí con la cabeza con una mirada tímida. Santiago se retiro de la tienda. Me quede en compañía de Steven, y el otro chico que se presento como Francis Davis. El plato estaba vacío, Steven me explico que estaba encantado, solamente debía nombrar mi comida y el vaso que deseaba beber.
-Espaguetis con salsa bechamel.-nombre, en ese instante apareció mi comida.- Jugo de calabaza.- dije otra vez, y el vaso se lleno de un líquido anaranjado y con hielo.- ¡Genial!
Los chicos se rieron, continuaron comiendo y hablando sobre su trabajo. Me fije en los demás, que entraban en un número de más de diez personas para tratar a los dragones. Di un bocado a los fideos, estaban perfectamente hervidos y un poco picante, tal como me gustaba.
Santiago tardó unos minutos en llegar acompañado del pelirrojo Charlie, que tenía una cazadora verde militar, unos pantalones sueltos de jean manchados de tierra. Lo miré sonrojada, sus ojos avellanas que al reflejo del fuego de la fogata tenían un tono miel, me veían con fastidio. Tenía un equipo de carcaj y un arco, había salido a practicar.
-¿De qué quieres hablar, Ernestine?- me dijo Charlie inquieto.
¿Acaso estaba nervioso, o enojado por interrumpirlo? Di un respiro, cerrando los ojos para tranquilizarme. Ahora, que lo tenía delante de mí estaba poniéndome nerviosa.
-Ernestine no tengo todo el maldita noche.-me apresuro, paso por mi lado para sentarse ante el calor de la fogata.- Además, vas a estar castigada por estar en toque de queda.
Me senté a su lado, pude sentir su perfume salado del rocío del Lago Negro. Charlie me miró, estaba esperándome.
-No me importa el castigo.- le dije hundiéndome de hombros.
-¿Inclusive si tienes que limpiar retretes?-se burlo de mí, sonreí.
-No me molestaría.- le conteste, me acomode un poco en la silla de campo.- Charlie, empezamos con el pie izquierdo.- comencé a decir, pero no hubo nada de su parte. Ninguna queja o comentario.- Todo lo que dicen es verdad de mi familia. Mi padre es muy orgulloso, no puede dar la razón a los otros, nadie se atreve a enfrentarlo. Nadie lo pensaría inclusive. Porque, él es demandante y cerrado. Por eso mismo, la familia Malfoy tiene una importancia de admiración.
-¿Alguna vez le dijiste esto? ¿Qué es un hombre ambicioso e intimidante?
-Sólo lo pienso, porque veo todo lo que es.-le respondí cohibida. Charlie me miró por un momento, regreso su mirada al fuego.- Todo lo que hace o diga, mi padre es cuestionable. Nunca vi algo bueno en él, tal vez pequeños detalles.
-¿Y, cuáles son?
-Tener una familia. Influirnos en ser puros y ser genuinos. Sé esfuerza en mantener su postura. Hay veces que intenta comprenderme, se pone nervioso y dice que soy una inútil, que Draco es más inteligente que yo.-dije apenada, miré la fogata. Aquel rojo brillante del fuego intensificaba nuestra charla.- No soy mi padre. Él aborrece todo, no entiendo muchas cosas y se niega a intentarlo.
Otra vez, Charlie no dijo nada y me miraba pensando en algo que no se aseguraba a decirlo. Bufé afligida, Charlie extendió su mano y tomó la mía con suavidad.
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Enciende el fuego en mi 1#EnLlamas /Charlie Weasleyxoc
FanfictionTrilogía En Llamas; Parte 1 [Completa] Ernestine Malfoy es una joven de diecisiete años, a punto de graduarse de Hogwarts con excelentes calificaciones. Aunque, esto sea un gran logro para ella, no es suficiente para las exigencias de su familia. ...