35. Sapos de otro pozo

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Aquel castigo, me prohibió salir del castillo tal como lo venía haciendo para ver a Charlie Weasley. Por fortuna, los centauros no me descubrieron pisar sus tierras sin permiso de Hagrid. A cambio, fui castigada por mi jefe de casa por ser impuntual, lo merecía en lo personal porque escaparme y descuidar mis notas, mis trabajos no era común en mí ni siquiera con Emmanuel sucedía estas actitudes de rebeldía. Este joven dragonista de cabello zanahoria estaba encendiendo el fuego en mí.

El profesor Snape no solo estuvo manteniéndome ocupada desde ese momento, sino que, tenía un tutor de estudios para recuperar las clases perdidas y presentar un ensayo en cada una. Estaba en la biblioteca del castillo, mirando los estantes eligiendo un tema para uno de los ensayos, ya había terminado cuatro y entregados a sus asignaturas correspondientes, los profesores se sorprendieron gratamente de verme con el esmero de no quedarme en un colegio de verano.

- ¡Vamos, Ernie!- me animaba a mí misma.- Solo, faltan otras cuatro y terminas el colegio de magia.

El aire frío de los alrededores, fuera del castillo rasgaba el cielo, agitaba con fuerza las copas de los árboles más altos. Se largaría un gran tormenta en unos minutos, todo lo indicaba el viento violento y helado del norte. Elegí una mesa donde estudiar sobre Estudios Muggles, y Aritmancia que no tuviera interrupciones con jóvenes que venían a molestar, la bibliotecaria se volvía una arpía estallando en llamas protegiendo el silencio y el cuidado de sus libros. Algunos, respetaban sus reglas u otros lo intentaban, ganándose una suspensión para retirar libros.

Encontré una mesa con otra joven que estaba leyendo unos tres manuales al mismo tiempo, tomando notas con un vuela plumas. Había recorrido todo el salón asegurándome que no hubiera otro espacio de estudio, no pensaba subir al dormitorio de séptimo porque mis compañeras decidieron odiarme al mismo tiempo.

-Hola.-le saludé.

No respondió, tampoco pensé que me escuchará. La chica de cabello enmarañado, castaño y la bufanda de Gryfflindor estaba sumergida en sus apuntes, en saberlo todo del mundo mágico. Tal vez, fuera hija de muggles. Me senté frente a ella, deposité el manual de Aritmancia comenzando por este trabajo práctico, que se trataba de un acertijo de números y signos antiguos que mi cabeza nadaba en estos.

Trascurrió unos minutos de mi calculo, adivinando dónde iban o no los números de los puntos dados en mi trabajo. Estaba casi durmiéndome en la mesa que compartía con la joven de unos catorce o quince años, mis ojos se cerraban del esfuerzo de leer el manual de Estudios Muggles.

­- Solo, queda esta...Vamos, Ernie.­- Volví a alentar mi estado desilusionado de descuidar mis calificaciones.

-¿Necesitas ayuda con eso?-escuché la voz de la joven.

Levanté la cabeza, una hoja se pegó a mi mejilla de mi rostro sudado de los nervios. Ella se rió, me quité el papel rápidamente, asentí con una mueca apenada de no lograr concentrarme en este trabajo.

-Soy Hermione Granger.-se presentó extendiendo su mano, cual estreché con fuerza y ella, igual.

-Lo sé. Eres igualmente de famosa que Harry Potter, y Ron Weasley.-le mencioné, la joven se sonrojó un poco.- El trío dorado.

Hubo una pausa, que se suspendió al hablarle sobre mis apuntes impidiendo que se incomodara con el título que El Profeta le daban a ellos tres, y toda la comunidad mágica. Sin embargo, admitió aquella etiqueta social, parecía no molestarle porque se rió indiferente. Suspiré con exageración, ganando otra sonrisa verdadera.

-¿Por qué, tú, no eres como tu hermano?

-¡Ah, nena!-dije, riéndome con desinterés.- Como dirían algunos, soy la oveja negra de los Malfoy. Somos pocos que aceptan los cambios. Y, Draco muerde donde haya dinero e hipocresía.

-Ya veo.-Asintió.

-En sí, salí defectuosa de todos mis familiares.

Hermione notó algo en mí, cuando me propuso ayudarme a resolver cálculos avanzados a su nivel de cuarto año. Me senté a su lado, comenzando a oír sus conocimientos y explicarme las funciones de algunos errores que cometí estando distraída.

En la noche, el Gran Comedor se llenó de todos los estudiantes nativos y extranjeros compartiendo anécdotas, conociendo nuevas amistades y deglutiendo grandes trozos de pollo frito. Tarde en ubicarme en algún sitio de la mesa de Slytherin, ya que muchos cerraban los espacios rechazándome, como si fuera una peste del siglo pasado. Imagine que todos conocían mi rota relación con Sophia, quien seguía hablando mal de mí y los demás le creían, solamente las fuentes de terceros confirmaban mi traición a la sangre; es decir, relacionarme con otros chicos y en especial, la familia Weasley.

-¡Ey, Malfoy!-llamó el capitán del grupo de Quidditch.- ¿Cuándo será la boda?

-¡Vete a la mierda!-le espeté, alejándome de mis compañeros de curso.

Únicamente, me quedó el espacio entre dos chicos búlgaros que estaban masticando una gran porción de barbacoa de cerdo. Ellos asintieron al preguntarles si podía unirme, así me senté junto al chico de cabello al rape, mentón fuerte y unos rasgos bien definidos, bastante maduro para tener diecisiete años. No presté atención que, era Viktor Krum.

-Gracias.

-No hay porqué, monada.-me halagó su amigo de ojos pardos.- Soy Gareth CollingWood.

-Ernestine Malfoy, seguramente hayan oído cosas falsas...Pero, ¡Qué da!-dije, tomando una jarra de zumo de naranja.

-No te preocupes, Malfoy.-dijo Viktor, sirviéndome un trozo de barbacoa con amabilidad.- Hablarán más del Torneo de los Tres Magos, y se olvidarán de lo que sea que murmuren a tus espaldas.

-Es cierto.-asintió su compañero, pasándome un juego de cubiertos.- Sí, dejas que el viento susurre, no verás las hojas caer.

Asentí, dándoles la razón a cada uno. Sus puntos de vista eran similares, verdaderas y honestas que no ponían atención a estas. Me sentía agradecida que quedarán personas que no se fiarán de otros, que no juzgaran o criticaran a primeras. Hablamos de los partidos de Quidditch, molestando a Viktor por ser uno de los jugadores más joven y famoso en Bulgaria. La compañía de estos chicos era agradable, a diferencia de Sophia Drummond y el repentino disgusto de Anka. Creo que estas nuevas amistades hablaban bien de mi futuro.

Enciende el fuego en mi 1#EnLlamas /Charlie WeasleyxocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora