19. La sala de Menesteres

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Nos detuvimos en el séptimo piso del gran castillo, Charlie estaba acostumbrado a correr, más bien volar para ser lo menos visibles para los dragones. Pero, yo no estaba en condiciones de tanta resistencia, solía correr por las mañanas en las tierras de mis padres, aunque no podía hacer mucho en Hogwarts, nada más que pasearme por el Lago Negro, o hacer respiraciones del diafragma para el Coro. Mi corazón latía tan fuerte que mis oídos podían oírlo claramente. El cuerpo me temblaba de lo tan agitada, e irritada que me sentía, él se dio vuelta para ubicarme, estaba recostada sobre una columna, mi rostro estaba tan rojo como una mora y, Charlie sonrió divertido.

-No exageres, Ernestine.-me dijo con calma, su voz no tenía ninguna alteración. ¡Bendito sea!

-Pues...Ahora entiendo.-dije mirándolo disimuladamente.

Los músculos en su playera roja resaltaban de la tela, sus brazos fuertes que deseaba estar rodeada por ellos, cálidamente y aceptada por él, porque podía notar su falta de atención a mi estado actual, como si fuera que sabía exactamente dónde ir y dónde encontrarme -por los gemelos-, traerme al ala Este de Hogwarts fue su idea para hablar a solas, ya que todos estaban abajo recibiendo a los otros colegios de competencia.

-¿Qué cosa?-dijo él, mirando a todos lados asegurándose que estuviéramos solos en este sector.- ¿Qué lograste comprender?

-Tu entrenamiento es fuerte, por eso, tú...esto.

-Sí, dile a mi madre que significa estar en forma y cuando llegas a casa vacías la heladera de un manotazo.-confirmó mi observación, me ruboricé y sonreí divertida.- Se supone que esto es algo que nadie sabe que existe. Ni siquiera, los gemelos deben saberlo.-me explicó aquello que buscaba con sus manos en los muros, parecía querer descubrir una puerta secreta.- Es la sala de Menesteres.

-Nunca oí de ella.

-Es una de las tantas salas que esconde todo lo perdido, quedan aquí por siempre.-continuó explicándome, finalmente sus manos se detuvieron en el centro. Y, algo sucedió.

Unas grandes puertas de roble fueron desplegándose hacia nosotros, sobresaliendo del muro gris y polvoriento. Tosí un poco, cuando la tierra permaneció unos instantes suspendida en el aire, y se perdió cuando Charlie abrió las puertas por completo.

-Vamos, nadie sabrá que estamos aquí.- me animo a ser la primera en entrar allí, donde podía ver la tenue luz de las altas ventanas.

-¿Cuántas cosas debo saber de ti, Weasley?-dije, avanzando un poco a él.

-Demasiadas, creo...Malfoy.

-Será un placer conocerte.-sonreí, él también.

Ingresamos rápidamente, las puertas se cerraron y luego se volvieron invisibles, arquee una ceja preocupada de quedarnos solos, encerrados. Al ver mi incertidumbre, se rió tomándome de la mano acercándome a él, tenía un dulce aroma a madera y césped en su cuerpo, no noté que me llevaba dos cabezas de diferencia, me sonrojé un poco.

-Gira, y cierra los ojos.-me ordenó sin ser demandante, solamente amigable y misterioso.- ¡Anda, confía en mí, Ernestine!

-Ernie.

-De acuerdo.-asintió.

Obedecí, esperando lo que no iba a suceder lo que desearía que sucediera entre nosotros. Cuando, abrí los ojos. Charlie no estaba más a mi lado, giré sobre mis talones buscándolo con la mirada, intenté moverme unos metros pero preferí quedarme donde estaba.

-Camina, conozco el lugar y no te perderás.-habló desde algún punto que su voz llegaba amortiguada por los sonidos de algunas ratas, o murciélagos de la sala de Menesteres.

-¿Ah, bien?-dije vacilando, di unos pasos ingresando al primer corredor donde unos viejos muebles del siglo XV estaban llenos de tierra.

-Quería venir aquí contigo hace tiempo, desde que apareciste como prófuga en el campamento.-me confesó, su voz era dulce pero lejana.

Me detuve para fisgonear los cajones de los muebles más cercanos, en uno encontré una caja de madera con inscripciones en latín antiguo.

-Tuve la necesidad de hablar contigo, no podía esperar más.

-Sí, eso es el síndrome del orgullo Malfoy.- se burló divertido, rodee los ojos.

Tomé la cajita leyendo la cita de un pensador de aquellos tiempos, donde seguramente el gran y poderoso mago Merlín recorría los terrenos ingleses con el objetivo de dejar aprendices, podía resultar algún joyero de tantas personas. Traté de abrirla, pero solamente funcionaba con una clave de la lengua antigua, cerré el cajón sin mover la cajita de joyas de allí.

-Supongo...¿Charlie?

-¿Sí?

-Lo siento por cómo te estuve tratando en estas semanas.-repliqué, sonrojada.- Pero, mis padres prefieren a Draco con sus cualidades tan parecidas a mi padre, y yo solamente, tengo actitudes de mi tía Andrómeda. La oveja negra.

-¿Cuál es el problema de ser diferente, Ernie?-dijo él, estaba cerca de mí. Continué caminando, deslizando mis manos sobre las estructuras de los muebles, el polvo se elevaba a cada paso que daba, y algunas ratas se quedaban viéndome.- Se supone que el séptimo hijo es la maldición, y Ginny es un encanto.

- No tuve el gusto de hablar con ella, pero confió que debe ser tierna.-le dije con optimismo, segura que podría conocerla.

La conversación estaba yendo por un buen camino, Charlie no sonaba molesto ni decepcionado de mí, quería entender mi aislamiento social y mi decisión de mudarme de Inglaterra. Me detuve en una bifurcación, cruzándome de brazos quedándome callada. Charlie Weasley estaba tratando de comprender a mi familia, a mí. Sentí una presencia, inmediatamente tomé mi varita girándome bruscamente logré golpear con mi puño...Era Charlie, ¿quién más?

-¡Ah, mierda!-gruñó sosteniéndose el puente de su nariz, algo roja pero nada grave.- ¡Ernestine, soy yo!

-Lo siento, no estoy cómoda con esto...-murmuré casi sollozando, apreté los puños aún sosteniendo mi varita.- Ya quisiera irme en cuanto mis padres me dejen la bóveda en dependencia propia.

-Ya llegara el momento, Ernie.-dijo él, recomponiéndose y sus ojos azules me vieron con cariño.- Aprende a ser paciente, más cuando tu meta es ser medimaga.

Sentí lágrimas deslizarse por mis mejillas sonrojadas, frías y el sabor en mi boca era amargo, tan ácido como comer un limón entero. Charlie me sujetó por los hombros acercándome a su pecho, donde sentí el calor directo contra el mío apoyando mi cabeza en él, no se opuso ni dijo nada, solamente comenzó a acariciar mi espalda con afecto, calma, y las ratas no eran tan importantes ahora, cuando Charlie Weasley estaba abrazándome en consuelo, en pena de mi debilidad. ¿Quién diría que un Malfoy es vulnerable frente a un Weasley? Las cosas son contradictorias cuando menos lo piensas.

-Te quiero.

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Hola, linduras! Como están? Espero que muy bien.

Qué opinan de Ernestine y Charlie? Pueden verlos juntos como pareja, o solamente como amigos íntimos? Es un duda que sostengo desde que comence a escribir.

Por otro lado, creo que es el primer Gif de Ernestine protagonizada por Lucy Hale.

Nada más que comentarles.

Saludos.

Enciende el fuego en mi 1#EnLlamas /Charlie WeasleyxocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora