Quería asistir a la fiesta de Halloween donde muchos campistas irían, en especial Charlie Weasley desde este momento estaba confiada que los gemelos me revelarían la entrada al pueblo por los secretos pasillos del castillo. No fue fácil convencerlos, tuve que darle unos cien galleones a cada uno para recibir la información. Estaba vestida con un kimono rojo, flores y cisnes sonreían en el vestido oriental, unas botitas cómodas para pisar los terrenos nevados de Hogsmeade. Estaba llegando al pasillo escondido detrás de un caballero de armadura que salía a una tienda de dulces y chascos, esperaba que el celador no estuviera cerca ni siquiera la chismosa de su gata mágica. Busque el hueco para meterme, por suerte era delgada y cabía por allí. Ya dentro del escondite, olía a humedad y los goteos de agua que se escurrían entre los muros le daba la sensación de estar llegando a la Casa de los Gritos, ojala que los gemelos no estuvieran dándome una buena broma.
Camine durante un rato, chocándome con unas escaleras de madera algo maltratadas pero soportarían mi peso. Subí hasta el final, algunos murciélagos escondidos salieron volando sobre mi cabeza tuve que agacharme para no ser golpeada por ellos. Empujé la entrada, algo atascada que rechino al abrirse con un golpe de varita, ya que no estaba bien posicionada para dar más fuerza. El sótano estaba en plena oscuridad, encendí mi varita mágica buscando las escaleras y salí al salón comercial. Sonreí. Los gemelos Weasley no me fallaron, luego les entregaría otros cien galleones por ser buenos chicos. Ahora, debía salir de aquí. Estudie el entorno, encontrando una puerta lateral que estaba abierta, seguramente los dueños estaban en Tres Escobas festejando Halloween. Día de brujas ¡Gracias, muggles, por darnos un día especial!
Pasee por el pueblo llegando al lugar del festejo, podía oír la música celtica y las risa de los habitantes, los gritos de los campistas bebiendo cerveza de mantequilla. Ingrese, sorprendiéndome la cantidad de personas en un espacio tan pequeño de la taberna. Busqué a Charlie Weasley entre la multitud que bailaba sin parar, disfrazados o de civiles. Había calaveras que reían, calabazas sonrientes y velas suspendidas en el aire ambientando el clima sobrio de la fiesta. Al estar distraída viendo el interior, me choque con un chico fornido con un sombrero de gala negro y una capa verde esmeralda brillante como un mago vudú.
-Disculpa-dije, él se giró y sonreí. Era Charlie Weasley- Ah, hola.
-¿Sigues escapándote de Hogwarts, Malfoy?-observó el joven pelirrojo, me encogí de hombros- ¿No temes ser expulsada?
-Un poco de riesgo no viene mal- dije riéndome sonrojada.
-Eres todo un caso, Malfoy.
Le guiñe, me invitó una copa de whisky de fuego al menos tenía la edad para consumir alcohol. Acepté. Las mesas estaban completas, asique nos sentamos en las escaleras que daban a las habitaciones de los dueños y empleados, o algún forastero. Los ojos azules de Charlie me estudiaban con cuidado, intentando hacer un comentario sobre mi disfraz y me reí, antes que dijera algo.
- Soy una princesa oriental, no una geisha.
-Ya lo imaginaba.
-Mentira, estabas asimilando que era una prostituta.
-No todas lo son.
Me crucé de brazos, esperando que me iluminara con su conocimiento aunque sabían quiénes eran solamente quería oír a Charlie explicarme. Las geishas eran damas de compañías en fiestas, cantaban y bailaban, o contaban historias. Se aprende a una temprana edad, desde el siglo pasado las mujeres iban maquilladas y vestidas de manera tradicional japonesa hasta hay un pequeño número hoy en día. Había dos distinciones de ellas, algunas eran placenteras en sus servicios y otras tenían ciertos requisitos para ofrecer al cliente. Sonreí, tomé el abanico que tenía escondido en el ancho cinto azul escondiendo la mitad de mi rostro pintado al natural.
-¿Por qué elegiste ser una princesa?
-Así dicen mis padres, soy la princesa Malfoy.
-¿Por ser la única hija mujer?-cuestionó confundido, me hundí de hombros sin saberlo realmente- Es una posibilidad.
-¿Y, tú, qué eres un intento de mendigo mal vestido o un mago vudú?
-Nada de eso. Así visten en Rumanía, lo tradicional- terció algo ofendido, señalo a un grupo de chicos igualmente vestidos de aquella manera, me reí sintiéndome idiota- Es normal confundirse, no te preocupes.
La pequeña orquesta comenzó a tocar un vals de Viena, miré a Charlie reincorporándome y extendí mi mano invitándolo a bailar conmigo. Él se rió sonrojado, diciendo que era horrible para el baile, hice una fingida mueca de pena y rió. Me gustaba escucharlo reír, era divertido y me caía bien. Si iban a expulsarme, pues que fuera mi mejor fiesta de Halloween con el chico que me gustaba realmente. Charlie aceptó a regañadientes darme el gusto de tener nuestro primer baile, ya que no estaba en mis planes pasar las navidades en Hogwarts, ni Inglaterra. Charlie tomó mi cintura, sonreí ubicando mejor su brazo en mi espalda y levanté mi cabeza con orgullo, aquellos ojos me veían preocupado de quedar como ridículo con sus compañeros. Sonreí.
-Concéntrate-le pedí con un guiño, algo seria. Charlie asintió.
Empezamos a movernos despacio, pasos a la par y la combinación de cambio de manos. Giros, pasos y risas entre nosotros. Parecía que las calaveras reían cuando Charlie me pisaba sin querer, parecía que las calaveras reían de ver una pareja imperfecta, de sangre pura pero de familias enfrentadas. Pero, Charlie Weasley me gustaba mucho.
ESTÁS LEYENDO
Enciende el fuego en mi 1#EnLlamas /Charlie Weasleyxoc
FanfictionTrilogía En Llamas; Parte 1 [Completa] Ernestine Malfoy es una joven de diecisiete años, a punto de graduarse de Hogwarts con excelentes calificaciones. Aunque, esto sea un gran logro para ella, no es suficiente para las exigencias de su familia. ...