19 Mats perdió y ella aparece

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La gente se fue colocando alrededor de los ocho cocineros, que siguieron comprobando que lo tenían todo hasta el último segundo. Uno de los miembros del jurado dio la salida y la competición por fin empezó.

—Ánimo,Mats, lo tienes hecho —le susurró Lars al oído y le dio una palmada en el trasero.

El hombre le dio un manotazo para que lo dejara en paz, pero sus mejillas sonrojadas y la sonrisilla de sus labios dejaban ver que no le había disgustado el contacto.

Había un par de participantes que parecían estar en la cocina de su casa, tranquilos y muy relajados. Uno incluso se tomó la libertad de poner una radio, algo que no sentó nada bien a Mats, quien exigió al jurado que lo obligara a apagarla.

—Solo buscan distraerte —se decía a sí mismo—. Pero tú estás solo, estás en tu cocina completamente solo...

Se colocó el gorro como si fuera una corona y siguió a lo suyo. De vez en cuando, desviaba la vista para comprobar que no había nadie conspirando contra su postre. Más de uno le devolvía alguna mirada de rencor, pero pronto cada uno se centró en su propio plato.

Había gente lenta, gente de velocidad moderada y gente bastante rápida. Y luego estaba Mats, cuyas manos parecían dos borrones sobre la superficie de la mesa. Jamás lo había visto manejar los utensilios de cocina con esa destreza y velocidad. Definitivamente, Hummels era un hacha en lo suyo.

—Eh —me dijo alguien por detrás—, estás aquí.

Me giré y le hice a Emilia un gesto para que guardara silencio. La concentración de Mats era profunda, pero frágil como un cristal. Lo conocía lo suficiente como para saber que, a pesar de estar callado y atento a su tarea, sus oídos seguían siendo dos antenas parabólicas pendientes de cada palabra pronunciada a su alrededor.

Pasé el brazo por los hombros desnudos de mi amiga en un gesto cariñoso y las dos nos quedamos en silencio junto al resto. Bueno, o casi.

—¿Y Jann?

Fruncí el ceño y la miré.

—No lo sé, ¿por qué?

Sacudió la cabeza.

—No, nada, me ha extrañado no verlo con los gemelos.

No era tan raro no verlo, lo raro era que Emilia preguntara por él. Seguramente, el chico estaría comiendo algo en algún rincón tranquilo.

—Vendrá luego —susurró una voz por encima de nuestras cabezas.

Alcé la mía y vi a Sven, que estaba detrás de nosotras. ¿Cuándo se había puesto ahí? De acuerdo, ahora que sabía que la respiración a mis espaldas era la suya, empecé a ponerme nerviosa. Técnicamente, mis ojos veían a Mats, pero en mi mente las imágenes eran otras. Giré la cabeza disimuladamente para ver si captaba a Bender por el rabillo del ojo.

De repente,Mila y Lana ahogaron un grito. Al parecer, Mats había golpeado con el codo sin querer la caja de los huevos y, en el último momento, Jules la había cogido antes de caer al suelo. Jamás había visto a Mats mirar a Weigl de esa manera, con una mezcla de agradecimiento y sorpresa. Como si fuera su héroe y acabara de salvarlo de una muerte horrible, pero no pudiera creer que ese héroe fuese él. Se quedó como bloqueado durante un segundo, sin saber por dónde continuar.

—¡Vamos, Hummels! La batidora —le recordé en voz alta.

Me miró un segundo y yo le hice un gesto de «tú puedes, maldita sea». Reaccionó como si le hubiera apretado a un botón y, de nuevo, comenzó a bailar.

El momento horno fue bastante horrible. Hubo tensión y carreras en las que casi llegaron a las manos, pero finalmente Mats pudo utilizarlo en el primer turno.

Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora